Dos parques naturales gaditanos, con sus playas y torres almenara, invitan a una excursión por la costa bravía del extremo sur peninsular
A lo largo de 20 kilómetros entre Algeciras y Tarifa, Cádiz
ofrece la perspectiva mítica de la costa del Estrecho. Pocos lugares
hay tan significativos históricamente ni, por fortuna, tan volcados
ahora en la preservación de una virginidad de playas alfombradas de
cantos rodados. Tan inspiradores para una excursión.
En Algeciras, poner rumbo a Getares. Enseguida llega como contraste a
las urbanizaciones el exuberante verdor generado por el efecto föhn
(lluvia horizontal). Asoma Punta Carnero, abrochando inspiradamente la
bahía de Algeciras, frente al peñón de Gibraltar, y el faro de atractiva
linterna. Aún podremos costear hasta la urbanización Punta Carnero,
donde se impone abruptamente la naturaleza intocada, que recorreremos un
kilómetro y medio por el histórico sendero de vigilancia costera que
enlaza con Tarifa.
Tras el cuartelillo de la Guardia Civil se aprecia la isla de las
Palomas y la primera playa, Cañal del Peral. Constante es el paso de
transbordadores como flotando en el paisaje, en permanente zigzagueo
entre Algeciras y Tánger. Cala Arena, visión teñida por el verdeazulado
de las profundidades arenosas, es una concha de mar de belleza
avasalladora que rinde su curva en la torre del Fraile.
En Pelayo buscamos el centro de visitantes Huerta Grande,
punto de información de dos parques naturales: el del Estrecho y el de
los Alcornocales. Siguiendo el sendero Cerro del Tambor (mejor en
todoterreno) descenderemos hasta Guadalmesí. A 3,3 kilómetros, tirar
hacia el cortijo La Hoya (recomendable para pernoctar). Dejaremos a mano
izquierda un canuto (bosque de galería de alisos y fresnos), mientras
observamos después cómo los acebuches aprovechan los suelos arcillosos
entre una sucesión, aquí y allá, de alcornoques, vacas retintas y viejos
indicadores de zona militar. Una delicia para los amantes de las
bicicletas de montaña.
Guía
Información
Centro de Visitantes Huerta Grande, (Pelayo, Algeciras. Internet: www.huertagrande.com; Facebook: https://es-la.facebook.com/centrovisitantes).Dormir
Cortijo La Hoya (Tarifa, http://cortijolahoya.com). Tres acogedoras casitas con cocina, jardín y piscina situadas en plena naturaleza. 170 euros/dos noches (estancia mínima).Comer
Mesón de Sancho (N-340, km 94; www.mesondesancho.com). Restaurante recomendable. Probar los entremeses.Enlaces de interés
www.turismocampodegibraltar.com
www.algeciras.es/es/temas/turismo
www.aytotarifa.com/Turismo
www.cadizturismo.com
www.andalucia.org
Y no es hasta el parque eólico más austral de Europa cuando dejamos
el coche junto a las casetas; nos separan 620 metros del Cerro del
Tambor, cuyo búnker ha sido reconvertido en mirador. El monte Musa (851
metros), flotando habitualmente sobre la bruma, se erige en África como
una de las simbólicas torres de Hércules.
Después de 8,7 kilómetros de pista nos detiene la marcha el curso del
río Guadalmesí. Encontramos en esta vega de mangos y papaya el sosiego
que traen los hallazgos. Un escenario íntimo protegido del fragor
ventoso del Estrecho, de casas con huerta y 25 habitantes fijos. Ni un
bar a la vista: si acaso, la venta de huevos frescos en una de las
viviendas. Tampoco extraña el Molino de Guadalmesí,
ecoaldea en la que imparten talleres y organizan visitas guiadas, con
almuerzo ecológico incluido, por 30 euros. Quizá coincida con alguna
jornada de huertas abiertas (primer viernes de mes entre octubre y
junio).
Recolectores de erizos
La curiosidad sube de tono en marea baja, frente a formaciones que
remiten al flysch del Atlántico —franjas de roca dura y sedimentaria—,
pero manifestadas donde el Mediterráneo da sus últimas bocanadas. Muchos
pescadores de caña bajo sombrillas y alguno que otro recolector de
erizos. En verano se coloca una tarima flotante para entregarse al
movimiento de las olas en aguas transparentes. La imagen se apodera de
la imaginación. ¿Quién no fantasea con la narcomoto acuática de El Niño en la película de Daniel Monzón?
Guadalmesí está en uno de los puntos más cercanos a África: unos 15
kilómetros que se articulan en dos carriles por los que navegan 100.000
barcos al año, el 20% de la carga que se transporta en el mundo. Uno se
siente impulsado a cruzar la desembocadura del río homónimo, de solo
siete kilómetros de recorrido, y encarar el pronunciado ascenso a la
torre de Guadalmesí.
Dicen que la memoria requiere asideros tangibles. Pocos ejemplos más
claros que esta altiva torre almenara del siglo XVI que impedía las
aguadas de los piratas, a la vez que conectaba Tarifa con Gibraltar
(invisible desde aquí). Símbolo de existencia fronteriza, la torre
conserva el matacán de ladrillo y dos puertas-ventana. El cuartel
ruinoso sirve de aprisco para el ganado.
Avistando aves migratorias
Muy cerca, un observatorio ornitológico bajo techo de hormigón
muestra un panel con siluetas de rapaces en vuelo. En estas fechas
seremos testigos de la migración primaveral de retorno a Europa, lo
mismo de águilas culebreras y calzadas como de milanos negros y toda la
población de Europa Occidental de halcón abejero. El colectivo ornitológico Cigüeña Negra informa de los mejores oteaderos del Estrecho.
Seguimos la pista de hormigón que asciende hasta la carretera general
(en un desvío, a 2 kilómetros, habrá que tirar a la derecha). Luego
llega el descanso, bien abrigados, que proporciona el área recreativa
del puerto del Bujeo.
Solo desde la magnificencia puede establecerse una reflexión sobre el
mirador del Estrecho, enclavado a 340 metros de altura en compañía de
los aerogeneradores. Magnificencia a la hora de calificar la sierra del
Aljibe precipitándose en el punto de unión de dos colosales masas de
agua. La luminosidad del Mediterráneo se trueca en azules vigorosos
debido a la concentración atlántica de plancton. Iconografía en la que
entra el resplandor nocturno de Ceuta, el puerto Tánger MED y Tánger,
divisados de izquierda a derecha. Algunos aseguran distinguir, los días
de Poniente encalmado (que es cuando hay que venir), el islote de Perejil.
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