Revelan indicadores efectivos para paliar los efectos de la grave enfermedad que está diezmando las poblaciones de anfibios
Investigadores
del Museo Nacional de Ciencias Naturales de España (MNCN-CSIC) han
analizado algunos de los factores que afectan al desarrollo de la
quitridiomicosis, enfermedad causada por el hongo Batrachochytrium
dendrobatidis (Bd) que está diezmando las poblaciones de anfibios de el mundo.
En dos trabajos científicos, publicados en la revista PLoS ,
han analizado el papel determinante de la temperatura del agua en la
dinámica de infección del hongo, y el de los niveles de la hormona
cortisol, relacionada con el grado de estrés de los animales.
Los
anfibios son ectotermos, es decir, regulan su temperatura corporal a
partir de la temperatura externa, por eso la temperatura ambiental juega
un papel determinante en su biología. "Para averiguar cuándo se
registraban los mayores niveles de infección por el hongo analizamos
durante un año completo la cantidad de patógenos en los renacuajos de
varias poblaciones de sapos parteros, Alytes obstetricans, en varias
fuentes de la localidad de Toro (Zamora)", comenta el investigador del
MNCN Jaime Bosch.
Según los datos de otros estudios de laboratorio, la temperatura del agua durante el
(siempre inferior a 24ºC) en las fuentes de Toro resulta ideal para el
crecimiento del hongo. Por otro lado, las bajas temperaturas que se
alcanzan durante el
no son idóneas para su crecimiento, aunque no representaron un problema
para la supervivencia del patógeno. Sin embargo, los niveles de
infección registraron sus valores más bajos en verano, mientras que en
invierno fueron muy elevados. Estos resultados indican que,
probablemente, las frías temperaturas durante el invierno debilitan el
sistema inmune de los anfibios y los hacen más susceptibles al ataque
del hongo.
"Curiosamente,
la temperatura mínima del agua, y no la máxima, resultó ser el mejor
predictor de la carga del hongo. Los resultados obtenidos nos permiten,
entre otras cosas, determinar el mejor momento para tomar medidas como
el vaciado de las fuentes y el tratamiento de los ejemplares infectados
con fungicidas, para intentar erradicar la enfermedad", explica el
investigador.
En el
segundo trabajo han analizado cómo los niveles de la hormona cortisol
varían según el grado de infección de los animales afectados por el
hongo. Esta hormona, que se encarga de mantener la estabilidad del
organismo ante cambios ambientales, se relaciona con la respuesta de los
anfibios ante la infección.
Los
investigadores han estudiado los niveles de la hormona en renacuajos de
sapo partero, Alytes obstetricans, en siete poblaciones diferentes,
usando un método no invasivo desarrollado por ellos mismos que mide la
liberación de la hormona en el agua. Asimismo, han analizado la
respuesta de renacuajos de sapo partero balear, Alytes muletensis, al
ser infectados con dos cepas del hongo de distinta virulencia. Las
poblaciones localizadas a mayor altitud, y sobre todo las que se
encuentran infectadas por el hongo, presentaron valores más altos de
cortisol. Además, la cepa más virulenta del hongo generó niveles más
elevados de esta hormona en los renacuajos que la cepa menos virulenta.
"Nuestros
datos demuestran que también existe una relación entre la altitud a la
que viven las poblaciones y el grado de infección por el hongo. En
general, una mayor altitud está asociada con infecciones más severas, y
el aumento de la altitud incrementa enormemente los niveles de la
hormona", explica Bosch.
"Los
resultados aportan evidencias de que los niveles de la hormona cortisol
están relacionados con la vulnerabilidad de los anfibios ante la
quitridiomicosis y, por lo tanto, es un biomarcador eficaz para evaluar
el riesgo de las poblaciones", concluye Jaime Bosch. Estas
investigaciones están financiadas por la Fundación Genera CSIC y el
Banco Santander y por el Natural Environmental Research Council del
Reino Unido. (Madri+d)
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