martes, 16 de diciembre de 2014

La respuesta al misterio Tjipetir se hundió en la I Guerra Mundial

CULTURA

La respuesta al misterio Tjipetir se hundió en la I Guerra Mundial

Día 16/12/2014 - 10.30h

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Un barco japonés torpedeado en 1917 está en el origen de las intrigantes planchas de gutapercha halladas en los últimos años en las costas europeas, tres de ellas en Galicia

«Nuevos éxitos submarinos en el Atlántico: cinco vapores y dos veleros (...), entre ellos, vapor japonés Miyazaki Maru (3.500), lleno de carga para Inglaterra», rezaba el parte de guerra de Berlín del 15 de junio de 1917 que publicaban los medios españoles de la época, entre ellos ABC. Casi un siglo después, José de Cora encontraba en la playa de Limosa, en San Cibrao (Lugo), un extraño bloque arrastrado por la marea con la inscripción «Tjipetir».
«Me gusta pasear por la orilla y recoger cosas. Siempre son palos y tonterías, pero aquel día vi una especie de tabla que me llamó la atención porque tenía las líneas rectas, algo imposible en cualquier madera que arroja el mar. Me fui a bañar y me olvidé, pero al día siguiente seguía allí, así que me acerqué, le di la vuelta y vi el nombre», recuerda este periodista y escritor al que la casualidad condujo en agosto de 2013 al «Misterio Tjipetir». En un primer momento pensó que se trataba del nombre de un barco, pero su búsqueda en Internet le condujo hasta un grupo de individuos que habían encontrado en el entorno del Canal de la Mancha planchas como la suya de gutapercha, un material utilizado en el siglo XIX y principios del XX. Intrigados en el origen de estos bloques, se habían agrupado en Facebook a iniciativa de la escritora Tracey Williams.
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La tableta de Tjipetir de Jorge Leal
El hallazgo de José de Cora introducía a España en el mapa Tjipetir. Unas semanas después, el 8 de septiembre de 2013, un joven de La Coruña de 15 años daba con un segundo bloque de gutapercha con la misma inscripción. «Había ido a hacer piragüismo con mi familia a la Ría do Barqueiro, donde alquilamos unas piraguas y fuimos a comer en la playa del Caolín. Después de comer, me di un baño y vi flotando en el agua algo. Fui a cogerlo y era la tabla con la inscripción de Tjipetir», relata Martín Sánchez Vázquez.
«Me pareció algo curioso así que investigué y encontré la historia del "Tjipetir Mystery", por lo que guardé la tabla y publiqué por Twitter y Facebook que la había encontrado», añade este joven gallego que desde entonces guarda la tableta de Tjipetir en su habitación.
Aún otro bloque más ha llegado a las costas gallegas desde entonces.Jorge Leal y su hija Aroa encontraban en marzo de este año el tercer bloque español en la playa coruñesa de Insuela (Carnota), cerca de Panches. La fotografía de la plancha junto a su perro se sumaba poco después a las de cientos de europeos que desde enero de 2013 dan fe de su hallazgo en las redes sociales y siguen el curso de las investigaciones sobre el misterio.
Las primeras pesquisas sobre Tjipetir conducían a una fábrica de Java, en Indonesia, donde crecían los árboles de los que se obtenía este tipo de caucho. Descubierto por Werner von Siemens en 1846 para cubrir los cables submarinos que se deterioraban con la corrosión del mar, la dureza y resistencia de este material lo habían convertido en idóneo para múltiples usos: desde pelotas de golf a impermeables. «Llegaban barcos desde Indonesia a Europa cargados con estos materiales», cuenta De Cora.
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Planchas de gutapercha Tjipetir
El mismo Titanic transportaba gutapercha en sus bodegas, lo que llevó a especular con que las planchas encontradas en los últimos tres años en las costas del Reino Unido, Francia, Holanda, Dinamarca o Noruega procedían del célebre naufragio. El oceanógrafo estadounidense Curtis Ebbesmeyer, conocido por el «naufragio de los patitos de goma», descartó, sin embargo, esta hipótesis. Resultaba extraño que todos los hallazgos se concentraran en torno al Canal de la Mancha.
Todo indicaba que las planchas Tjipetir habían sido la carga de un buque hundido hace casi un siglo, porque la gutapercha desapareció en los años 20 por la sobreexplotación que acabó con los árboles de los que se obtenía y por la aparición de otros polímeros más baratos. Descartado el Titanic, otros siete barcos naufragados figuraban entre los posibles orígenes del misterio.

Hundido por Walter Schwieger

Ahora Tracey Williams cree haber hallado la solución. Los bloques de Tjipetir provendrían del «Miyazaki Maru», un barco japonés hundido el 31 de mayo de 1917 en la I Guerra Mundial junto a las islas Scillies por el submarino alemán U-88 que capitaneaba Walter Schwieger. «Es el mismo capitán que hundió el Lusitania», apunta De Cora recordando el transatlántico atacado en 1915 con 1.924 pasajeros a bordo cuyo hundimiento costó la vida a 1.100 personas y precipitó la entrada de Estados Unidos en la guerra.
El «Miyazaki Maru»
El Miyazaki Maru «debía llevar miles de planchas de gutaperchaque ahora está soltando cada vez con más frecuencia al deteriorarse lentamente los contenedores», considera el escritor lucense. «Están apareciendo al ritmo de una o dos a la semana, aunque pueden ser más y que quien las encuentre no les haya dado importancia», añade De Cora. Cuando él recogió su tableta se habían encontrado unas 40. Hoy se han localizado más de un centenar.
También Alison Kentuck, la funcionaria del gobierno británico que administra los restos de naufragios, la Receiver of Wreck (Receptora de Restos de Naufragio), apunta al buque japonés. «Nuestras averiguaciones al respecto apuntan a ese naufragio. Así que aunque no lo hemos confirmado, nuestra principal hipótesis es que proceden del Miyazaki Maru», señaló Kentuck a la BBC.
Los casi 8.000 seguidores del «Tjipetir Mistery» en Facebook siguen ilusionados las últimas informaciones sobre el origen de las tablas de gutapercha mientras aguardan la publicación del libro de Tracey Williams. «Cuando descubrí bloques de Tjipetir en las playas próximas a mi casa en el norte de Cornualles, Inglaterra, en el verano de 2012, estaba convencida de que detrás de ellos había una historia extraordinaria», señala Williams, quien recogerá en su obra las investigaciones que le han llevado hasta el vapor japonés construido por la Kawasaki Dockyard Co. Ltd.
El «Miyakazi Maru» yace mientras tanto en las profundidades del Atlántico, casi en la bocana del Canal de la Mancha, soltando poco a poco al océano las tabletas de Tjipetir de sus bodegas. Si por casualidad da usted con una de ellas, no olvide hacerse una fotografía con ella y compartirla en las redes sociales. Pasará a formar parte del misterio Tjipetir, ahora revelado.

Arden los mares

Arden los mares

Las representaciones de dos óperas de Benjamin Britten, ‘Peter Grimes’ en 1997 y ‘Muerte en Venecia’ en los últimos días de 2014, invitan a trazar un puente simbólico entre ambas

     
La dirección escénica del montaje en el Teatro Real de Madrid de 'Muerte en Venecia' ha corrido a cargo del alemán Willy Decker. / JAVIER DEL REAL / EFE
El 15 de noviembre de 1997, poco más de un mes después de volver a abrir sus puertas y recuperar el cometido operístico para el que se construyó inicialmente, se estrenaba en el Teatro Real de Madrid una producción de Peter Grimes con dirección musical de Antonio Pappano al frente de la Orquesta y el Coro del Théâtre Royal de la Monnaie de Bruselas y dirección escénica de Willy Decker. Allí quedó indicado claramente cuál era el mejor camino a seguir, algo que, sin embargo, muy pocas veces se ha hecho. El propio Decker firma estos días una sombría pero deslumbrante recreación escénica de Muerte en Venecia, en esta ocasión con la Orquesta y el Coro del Teatro Real, con el argentino Alejo Pérez como responsable de la parte musical. En los 17 años que separan una y otra han subido muchos otros títulos al coliseo de la plaza de Oriente, pero cuesta recordar propuestas que hayan atesorado la coherencia, la calidad, la enjundia y la densidad dramática de estas dos obras maestras. Si dejamos a un lado la fallida opereta Peter Bunyan (1941), ambas flanquean a su vez, cada una en un extremo, la dilatada producción operística deBenjamin Britten.
Valiéndose de ángulos, tramas y lenguajes siempre diferentes,Richard Strauss y —en la segunda mitad del siglo XX— Hans Werner Henze forman junto con el compositor británico el triunvirato de compositores que, con una fidelidad constante a la ópera a lo largo de sus carreras, más contribuyeron a hacer de ella un género irrenunciablemente moderno. Peter Grimes se estrenó el 7 de junio de 1945 en un Londres aún oficialmente en guerra. El terrible drama rural se desarrolla en un pueblo innominado (The Borough), pero no cuesta identificar en él a Aldeburgh, la localidad de la costa de Suffolk en que vivió Britten durante casi toda su vida y en cuyo auditorio de The Maltings, construido por el propio compositor, se estrenaríaMuerte en Venecia el 16 de junio de 1973. Aún débil y convaleciente (acababa de sufrir una operación de una grave dolencia cardiaca que había sido largamente diferida por él mismo a fin de poder terminar la partitura), Britten no pudo asistir a esa primera representación y tardaría más de tres meses en ver la obra sobre un escenario. Pero lo importante para él no era tanto estar presente en el estreno como que la ópera, que él sabía que sería su despedida de un género que él mismo calificó en 1972 del “medio de comunicación musical más poderoso que conozco”, quedara completada antes de una muerte que vislumbraba cada vez más cercana. Britten no murió, como Wagner, en Venecia, que aún tendría tiempo de admirar por última vez pocos meses antes de fallecer, sino al lado del mismo mar que lo había visto nacer.
A tenor de lo apuntado hasta ahora, puede ya entreverse un primer paralelismo entre las dos óperas: ambas se desarrollan junto al mar. Uno —el del Norte— es temible e indómito, mientras que el otro —el Adriático— suele ser, más aún cuando se recluye y remansa en la laguna veneciana, calmo y amigable. A la postre, no obstante, los dos resultan ser igualmente mortales. Britten vivió gran parte de su vida contemplando el mar de su infancia pero, desde que pasó dos semanas del invierno de 1949 en Venecia con Peter Pears, fue presa de una atracción irresistible por la ciudad italiana. Tras aquel viaje, ya de vuelta en Aldeburgh, Britten escribió a su pareja que, a pesar de las bellezas de “Venecia, Bellini y los muchachitos de Carpaccio”, sus recuerdos más felices eran de “la paz y la dicha de tu amor y amistad”, un amor tal que lo tenía por “algo excepcional, tan hermoso y luminoso como este mar de aquí afuera, y también con infinitas profundidades”.
El humilde pescador y
el renombrado literato tienen en común mucho de seres desclasados, diferentes, exiliados de su entorno
Pears y los “muchachitos” nos aportan nuevos elementos en común entre ambas óperas: los jovencísimos aprendices del pescador Peter Grimes mueren en extrañas circunstancias, lo que acentúa la presión del pueblo sobre un hombre huraño, hosco en sus maneras y asocial; el escritor de éxito Gustav von Aschenbach abandona Múnich, en medio de una terrible crisis creativa, para sucumbir al cólera en el Lido veneciano tras dejarse llevar por una pasión devoradora, reprimida hasta entonces, por el jovencísimo Tadzio. Britten conocía muy bien lo que eran esos deseos prohibidos, pues él también se rindió con frecuencia al hechizo que ejercían sobre él los efebos, analizado con tino por John Bridcut en su libro Britten’s Children. Y quien encarnó por primera vez a Grimes y Aschenbach fue, por supuesto, el tenor Peter Pears. Aunque el humilde pescador inglés y el renombrado literato alemán parezcan muy alejados entre sí, los dos tienen mucho de seres desclasados, diferentes, exiliados de su entorno más cercano, un sino que comparten también con otros personajes de Thomas Mann, como Johannes Friedemann, Tonio Kröger o Christian Buddenbrook. El principal rasgo que separa a Grimes y Aschenbach es que el primero —libre y desapegado— se resiste a aceptar las convenciones de su comunidad, que no cesa de recordarle que debe atenerse a ellas si quiere seguir viviendo en su seno. Aschenbach, en cambio, ha hecho suyas esas normas, se las ha inyectado en vena —ha contraído matrimonio, ha tenido una hija, ha sido laureado por sus logros literarios— y sólo en el ocaso de su vida se deja arrastrar por fin por un fuego hasta entonces vedado. Es él quien elige cómo, dónde y cuándo morir, una decisión libre que vuelve a situarlo de la mano del indomeñable Grimes.
Willy Decker planteó Peter Grimes en 1997 como una tragedia agobiante y de intensidad creciente, un enfrentamiento sin cuartel entre Grimes y The Borough. Un escenario en pendiente, a menudo abigarrado y poblado de personajes, acentuaba en el espectador la sensación de desasosiego, ya que parecía que el drama y todos sus protagonistas podían abalanzarse en cualquier momento sobre el patio de butacas. En la primera escena del montaje esencial, austero y condensado al máximo de Muerte en Venecia que puede verse estos días en el Teatro Real, vemos a Gustav von Aschenbach en su mesa de trabajo —negra, inmensa, asfixiante— repleta de hojas garabateadas pero, adivinamos enseguida, inútiles. Poco después, tras el fatídico encuentro en el cementerio con un extraño viajero, esa mesa se transforma durante la obertura instrumental de la ópera en algo parecido a una góndola. Ambas están también en pendiente: como el escenario de Peter Grimes, como el curso que va a tomar la vida de Aschenbach a partir de ese momento. Y del misterioso gondolero que lo traslada, ataviado con una chistera, sólo vemos el perfil de su sombra, que no puede pertenecer más que a un moderno Caronte atravesando la laguna Estigia. Aquí Decker deja caer la primera de sus referencias —voluntarias o involuntarias— cinematográficas y pictóricas. El gondolero recuerda a la silueta de la Muerte —de espaldas, con sombrero, guadaña en mano, tañendo una campana frente a un mar grisáceo— en Vampyr, la formidable película de Carl Theodor Dreyer. Luego, la escenografía de la habitación de Aschenbach en el Hotel des Bains, con sus altísimos ventanales que dejan ver las nubes blancas sobre un cielo azul, nos remite a espacios y visiones de René Magritte. Y esas tumbonas solitarias a un lado del inmenso escenario, con la luz entrando suave y oblicuamente desde un lateral, portan ecos de cuadros de Edward Hopper. El homenaje más explícito de Decker es el inmenso retrato del muchacho con una cesta de frutas de Caravaggio, que vemos, en cambio, no en su forma original, sino en la moderna recreación —mucho más carnal y sensual— de Derek Jarman para su película sobre el pintor italiano.
Peter Grimes cuenta un drama personal, pero lo vivimos como una tragedia colectiva. Cuando termina, con la barca de Grimes hundiéndose en el mar, lejos de la costa, sabemos tan poco del pescador, de lo que piensa, como al principio de la ópera. Aschenbach, en cambio, nos revela poco a poco su interior, se desnuda ante nosotros, monologa sin cesar en una Venecia y junto a un mar que Decker prefiere no enseñarnos nunca: sabemos que están ahí, a su lado, los intuimos, pero no los vemos, salvo en esos leves reflejos marinos que inundan el fondo del escenario en la inolvidable llegada de Aschenbach a la Serenissima. El mayor error que puede cometer el espectador es contemplar los derrumbamientos de Grimes y Aschenbach como algo externo, anecdótico, ajeno, que no le atañe lo más mínimo. Porque lo que se dilucida en las “infinitas profundidades” de ambas óperas tiene que sonarnos forzosamente familiar. ¿Quién no ha quedado herido y deslumbrado —en Venecia, sin ir más lejos— por la belleza, o no se ha visto presa inerme del deseo? ¿Quién no se ha sentido vacío, perdido, o injustamente juzgado o perseguido? ¿Quién no ha decidido dejar de mentirse de una vez y obrar en consecuencia? La suerte de Grimes, en 1997, y la de Aschenbach, en estos últimos días de 2014, ambas genialmente visualizadas por Willy Decker, es también la nuestra, y lo que se cuenta en estas dos óperas, alfa y omega de la magna creación operística de Benjamin Britten, nos concierne a todos.

Muerte en Venecia, de Benjamin Britten. Dirección musical: Alejo Pérez. Dirección de escena: Willy Decker. Escenografía: Wolfgang Gussmann. Intérpretes: John Daszak, Leig Melrose y Anthony Roth Costanzo, entre otros. Orquesta y Coro del Teatro Real. Teatro Real. Madrid. Hasta el 23 de diciembre.

El hielo de Groenlandia se desvanece

El hielo de Groenlandia se desvanece

Unas 243.000 millones de toneladas de su capa de hielo acaban en el mar cada año, según el último análisis de sus glaciares


Científicos de la Operación IceBridge, este verano, frente al muro de hielo que es el frente del glaciar Great Land. NASA / Michael Studinger
El gigantesco cubo de hielo que cubre la mayor parte de Groenlandia, con casi cinco veces la extensión de España, se está derritiendo a un ritmo acelerado. Un estudio muestra que su masa helada pierde tantos kilómetros cúbicos como para, una vez aguados, llenar 110 millones de piscinas olímpicas cada año y así, desde hace 20.
Groenlandia es, tras la Antártida, la mayor reserva de agua dulce del planeta. Se ha estimado que si todo el hielo que cubre la gran isla del norte se derritiera de repente, el nivel del mar se elevaría más de seis metros. No sería tan rápido, pero un grupo de investigadores estadounidenses y europeos ha realizado la mayor estimación de la evolución de sus glaciares hecha hasta la fecha y sus resultados son abrumadores.
Hasta ahora, las estimaciones sobre el casquete helado de Groenlandia se basaban en la evolución de cuatro de sus mayores glaciares, cada uno muriendo en un punto cardinal de la isla. El grosor, cambios en su altura, ritmo de avance hacia el mar y deshielo de estos ríos a cámara lenta era después extrapolado a todo la capa de hielo. El problema es que en la isla hay al menos 242 grandes glaciares, cada uno con su propia evolución.
El estudio usa datos de altitud de 100.000 puntos de la isla obtenidos por altimetría láser



Para seguir la dinámica de los glaciares, los científicos han recurrido a los datos de dos misiones de la NASA complementarias. Por un lado, dentro de su programa ICESat, concluido en 2009, un sistema de altimetría por láser calculaba la altura de la capa de hielo a cada paso que realizaba sobre la isla. Para completarlo, un avión de la Operación IceBridge, también usaba pulsos de luz para, midiendo su rebote, determinar la altura del hielo. Combinadas, ambas misiones mapearon la isla en 100.000 puntos. Los registros se inician en 1993, lo que ha permitido a los investigadores, comprobar la deriva de los glaciares año a año.
La capa de hielo de Groenlandia ha perdido, de media, unos 243.000 millones de toneladas métricas cada año desde hace 20. En volumen, esa ingente masa ocuparía unos 277 kilómetros cúbicos. Lo peor es que, según publican en la revista PNAS, esta dinámica de adelgazamiento se está acelerando en los últimos años.
"El adelgazamiento dinámico se debe a la aceleración de los glaciares", dice la profesora de geología de la Universidad de Buffalo(Estados Unidos) y principal autora de la investigación, Beata Csatho. "A medida que la velocidad aumenta, más hielo llega al mar, provocando que el glaciar adelgace. Es como si estiraras un chicle", añade. Ese estiramiento, que implica una menor concentración de la masa de hielo, lo hace más vulnerable a la acción de la temperatura o el agua del mar.
El estudio muestra que el 48% de la pérdida neta de masa de hielo se debe a esta aceleración del movimiento de los glaciares. Y casi la mitad de este porcentaje se ha producido en el sureste de la isla. El otro 52% del deshielo de Groenlandia se debería a la reducción de las nevadas y al deshielo provocado por el calentamiento tanto global como local.
La mayor reducción de la altura de los glaciares (en morado) se ha producido en el sureste de la isla. NASA's Goddard Space Flight Center
La importancia ambiental de los glaciares es mucho mayor que la del llamado deshielo ártico. El casquete polar presenta un ciclo anual de congelación y descongelación del océano. Aunque la extensión del mar helado es cada año menor que el anterior, su impacto sobre el nivel del mar sería nulo. "El mar de hielo está formado de agua oceánica congelada por lo que, las variaciones en el mar helado no tienen un impacto directo en la elevación del nivel del mar, de la misma manera que un cubito de hielo no eleva el nivel de agua del vaso", recuerda Csatho.
El deshielo de Groenlandia eleva el nivel del mar 0,68 mm al año
Pero el deshielo de los glaciares sí aporta una cantidad neta de agua al mar. Según sus estimaciones, desde 1993, el hielo de Groenlandia convertido en agua habría elevado el nivel del mar en unos 0,68 milímetros cada año. Además, los dos tipos de deshielo se refuerzan. "La reducción del mar helado tiene un impacto en el clima global modificando la circulación oceánica y permitiendo a la superficie del océano absorber mayor cantidad de radiación solar y, por tanto, elevando la temperatura de la región ártica", recuerda la investigadora estadounidense.
Ese aumento de la temperatura, en endemoniada combinación, acelera el deshielo de la masa helada de la isla y la bajada de los glaciares. Tampoco es desdeñable la reducción del efecto albedo, la capacidad que tiene el hielo de rebotar buena parte de la radiación solar.
Pero, para poner las cosas en perspectiva, conviene recordar que aún queda mucho hielo en Groenlandia. Si se han perdido unos 277 Km3, todavía hay otros 2,8 millones de Km3. El problema es que el fenómeno del deshielo además de que podría acelerarse, podría llegar a un punto de no retorno. Como dice Csatho: "Algunos estudios predicen cambios irreversibles en Groenlandia en unos pocos siglos o incluso antes. Nuestros resultados ayudarán a mejorar los modelos de la capa de hielo para dar una mejor respuesta a esta cuestión".

El «virrey temerario», el español que combatió a los corsarios y limpió Nápoles de rufianes

ESPAÑA / HISTORIA

El «virrey temerario», el español que combatió a los
corsarios y limpió Nápoles de rufianes

Día 14/12/2014 - 04.34h

Pedro Téllez-Girón, descrito como «un señor muy pequeño que era muy grande», por su baja estatura, organizó una flotilla de galeras para misiones de corso. Los pueblos de Nápoles y de Sicilia le adoraban por su buena administración y honradez

El fuego se combate con más fuego debió pensar Pedro «el Grande», el virrey español de Nápoles entre 1616 y 1620, cuando decidió organizar una marina paralela para realizar acciones de corso contra los turco-berberiscos. Su amigo y consejero, el poeta Francisco de Quevedo, cantó en versos los éxitos de esta flotilla de galeras y galeones: «Sacó del remo más de dos mil fieles, y turcos puso al remo mil personas». Así y todo, su fama le granjeó numerosos enemigos en la corte, que en 1620 consiguieron que Felipe III destituyera al «virrey temerario» al que acusaron de buscar con sus acciones el lucro personal y la independencia de Nápoles. Falleció en una mazmorra como un vulgar delincuente el 24 de septiembre de 1624, siendo sus últimas palabras: «Si cual serví a mi rey sirviera a Dios, fuera buen cristiano».
La vida del Gran Duque de Osuna fue relatada en distintos poemas, entre ellos los de su buen amigo Francisco de Quevedo, como el ejemplo del perfecto servidor –honrado y valiente– de la Monarquía hispánica, precisamente cuando los corruptos y los conspiradores desplazaban a los héroes militares en la corte madrileña. Es por ello que la biografía más temprana de Pedro Téllez-Girón y Velasco está repleta de licencias literarias y es difícil saber cuánto hay de cierto.
Nacido en Osuna el 18 de enero de 1575, el joven sevillano pasó su infancia junto a su abuelo, el primer Duque de Osuna, en Nápoles donde ejercía como virrey por orden de Felipe II. Y pese a recibir una educación humanista, Pedro Téllez-Girón y Velasco dejó claro que sus intereses estaban en el oficio de las armas al participar a los 14 años en la guerra contra los rebeldes aragoneses de 1588.
El Rey Felipe II y el primer Duque de Osuna fallecieron en torno a las mismas fechas, cediendo el testigo a la nueva generación de nobles llamados a dirigir el Imperio español. Pedro Téllez-Girón y Velasco heredó la Grandeza de España y todos los títulos de la Casa de Osuna, la segunda casa nobiliaria más rica de Castilla. Su nombramiento como II Duque de Osuna no evitó que se impregnara del ambiente de la corte y ganara la fama de ser un libertino de espada rápida. El joven se mostraba valiente, en ocasiones temerario, y muy amigo de bromas y tabernas. Todo esto hizo que se formase en torno a su figura casi una leyenda, que fue recogida después de su muerte por Cristóbal de Monroy y Silva, en la comedia que tituló «Las mocedades del duque de Osuna». Tras varios problemas con la Justicia que le hicieron pasar por prisión, huyó donde los ansiosos de acero acudían en su época y se alistó en los Tercios de Flandes.
Hasta avanzado el siglo XVII era habitual que algunos nobles españoles pasaran por los escalones más bajos del Ejército Real. Todos los soldados recibían la misma consideración, y todos podían ascender en igualdad de condiciones aunque tuvieran un origen humilde o incluso fueran descendientes de conversos. No en vano, cuando Pedro Téllez-Girón y Velasco marchó a combatir a Flandes los nobles ya no conformaban las filas de los soldados bisoños ni la milicia tenía una consideración tan elevada. De hecho, era algo excepcional que la cabeza de una importante casa nobiliaria se expusiera a unos riesgos así. «Sirvió sin diferencia de los demás soldados; gastó mucho dinero de su hacienda y fue tenido por padre, amparo y ejemplo de soldados y excelente capitán», rezan unos versos sobre su actuación en la milicia.
Durante los siete años en los que combatió en los Países Bajos, Pedro «el grande» fue herido varias veces –un disparo en la pierna le dejaría secuelas de por vida y otro le arrancó el dedo pulgar– y estuvo al frente de dos compañías de caballería en incontables acciones. Su trayectoria militar además le permitió conocer importantes ciudades de Europa, entre otras Londres, París y Bruselas, donde tomó buena nota sobre lo necesario para hacer prosperar económicamente una región.
Por sus méritos en combate y por mediación de los Archiduques –los gobernantes del Flandes español– le fue concedido e impuesto con gran ceremonia el Toisón de Oro y, además, fue nombrado virrey de Sicilia por el Rey Felipe III en febrero de 1610. Cuando tomó posesión del nuevo cargo en Milazzo, el reino de Sicilia se hallaba en la máxima miseria económica y acosada por los ataques corsarios.

Levantar una flota casi desde cero

Fue la buena gestión de Osuna en Sicilia la que le abrió las puertas al reino de Nápoles, donde se haría realmente célebre. Para conseguirlorestituyó el crédito de la hacienda pública siciliana, ajustó los impuestos a las verdaderas rentas de los contribuyentes y equilibró los presupuestos. Frente a la gran inseguridad en Sicilia, limpió los caminos de salteadores y reorganizó la marina, como medio de defender la isla contra las incursiones de turcos y berberiscos. Partiendo de una exigua y mal provista flota de nueve galeras se valió de los ociosos que poblaban las calles del reino para restaurar y dotar esos barcos.
Entre la realidad y el mito, una anécdota da fe de sus métodos para la reinserción de los pícaros y maleantes: «El duque español convocó un concurso de saltos de altura, con premio de un doblón para los que superasen un listón y un escudo de oro para los que lograsen salvar otro más alto: fue un éxito de asistencia; cojos, ciegos, mancos, tullidos de toda especie se curaron instantáneamente para aspirar al premio: los que lo lograron, obtuvieron su doblón o su escudo... más diez años de condena a galeras por tramposos».
Cada operación exitosa de la flota independiente a la Corona, puesto que se autofinanciaba con los ataques corsarios, generaba un beneficio de un quinto al Rey, otro a la Hacienda Real, otro a los soldados y el resto para el Duque, que lo solía utilizar para construir más buques. Y precisamente fueron los barcos de Osuna los que malograron el primer ataque registrado por berberiscos en la historia contra la Flota de Indias que regresaba a España cargada de metales americanos. Osuna envió a sus galeras al puerto de Túnez, donde lograron infiltrarse al amparo de la noche y quemar los bajeles musulmanes con bombas incendiarias.
La aportación militar de Sicilia a la guerra contra los turcos llegó justo cuando la época de los grandes enfrentamientos, como la batalla de Lepanto, había dejado paso al hostigamiento intermitente de los piratas turco-berberiscos, que fue todavía más lesivo para los intereses españoles. Si bien el Imperio español y el otomano firmaron una serie de treguas secretas a partir de finales del siglo XVI, la actividad corsaria no estaba incluida en los tratados y solo iniciativas como la del virrey de Sicilia, al que los turcos llamaban «Deli Pachá» (el virrey temerario), se mostraron realmente efectivas para hacer frente a los berberiscos.

Su éxito en Nápoles genera envidias

En 1616, el Gran Duque de Osuna fue designado como virrey de Nápoles, cuya importancia política era mucha mayor que la de Sicilia pero que se encontraba sumida en una crisis económica de dimensiones similares provocada por la mala gestión de sus predecesores en el cargo. Osuna se aplicó con firmeza al fortalecimiento del ejército y de la marina, construyendo galeones y galeras y reclutando dotacionescon la misma fórmula que usó en Sicilia. Además, «el virrey temerario» sacó ventaja de los cerca de 18.000 soldados, por lo general violentos y mal pagados, que poblaban las calles napolitanas a la espera de viajar a Flandes y los alistó en una armada aún más preparada que la de Sicilia.
Esta nueva flota estaba formada por las habituales galeras, típicas del Mediterráneo, y por galeones, que empleó con audacia pese a ser más adecuados para el Atlántico. En total, 22 galeras y 20 galeones. La combinación de ambos tipos de nave permitió el control del Adriático y llevó el hostigamiento hasta los dominios del Imperio turco, en ese momento volcado en sus campañas contra el Imperio safávida.
Sin embargo, sus éxitos despertaron las envidias de la nobleza napolitana que veía en el Gran Duque de Osuna un personaje incorruptible pero en exceso intrigante. Y en parte llevaban razón. Las fuentes del periodo le atribuyen la organización directa de la Conjuración de Venecia, uno de los episodios más oscuros del siglo XVII, donde se buscó anexionar con un golpe de mano la república italiana al Imperio español. Sea como fuere, la caída en desgracia del Duque de Lerma jugó en su contra, puesto que el nuevo régimen atacó a todas las figuras que habían gozado de fama en el anterior reinado.
Los enemigos del Duque le acusaron de pretender independizarse de España y enviaron al futuro San Lorenzo de Brindisi para que defendiera su caso ante Felipe III. El viejo fraile convenció al Monarca y Pedro «el grande» transfirió su flota a España yabandonó el cargo el 28 de marzo de 1620. Mientras esperaba para ser recibido por Felipe III, el Rey falleció y Osuna fue encarcelado por el nuevo régimenque se hizo con el poder, liderado por Baltasar de Zúñiga y su sobrinoel conde de Olivares. Deprimido y enfermo, el duque sevillano falleció sin llegar a ser juzgado en una mazmorra como un vulgar delincuente cuatro años después, siendo sus últimas palabras: «Si cual serví a mi rey sirviera a Dios, fuera buen cristiano». Fue enterrado en el convento de religiosos observantes de San Francisco de su villa de Osuna.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Una criatura marina con forma de globo y cuerpo de espinas

PALEONTOLOGÍA El fósil, de nueve centímetros de longitud, fue descubierto en China

Una criatura marina con forma de globo y cuerpo de espinas

Fósil completo de 'Nidelric pugio', de nueve centímetros...
Fósil completo de 'Nidelric pugio', de nueve centímetros de longitud. DEREK J. SIVETER/ OXFORD UNIVERSITY
 
Su cuerpecillo, de apenas nueve centímetros de longitud, tenía forma de globo y estaba recubierto por espinas para disuadir a sus depredadores. Quinientos veinte millones de años después de su muerte, esta extraña criatura marina ya extinta ha sido desenterrada en Chengjiang, un yacimiento del sur de China. Está totalmente aplastada, pero el fósil plano en el que se ha convertido muestra aún su curiosa anatomía.
Las características de esta especie marina, bautizada como Nidelric pugio, se publican esta semana en la revista Scientific Reports y reflejan la diversidad de animales que poblaron los océanos durante el Cámbrico, un periodo que se extiende desde hace 541 a 485 millones de años. El estudio, financiado por la National Science Foundation de China y la Royal Society de Reino Unido, está firmado por investigadores de la Universidad china de Yunnan en colaboración con las británicas Oxford y Leicester.
Su nombre hace referencia tanto al aspecto plano que presenta el animal, aplastado durante el proceso de fosilización y que recuerda, según los científicos, a un nido de aves aplastado, y al paleontólogo de la Universidad de Leicester Richard Aldridge, que falleció este año y al que han querido homenajear los autores de este artículo por ser uno de los investigadores que más ha trabajado en Chengjiang.
Según relata a EL MUNDO el paleontólogo Tom Hearing, coautor de este trabajo el fósil fue desenterrado hace varios años, pero el equipo de científicos de China y Reino Unido que lo ha estudiado lleva tiempo intentando averiguar qué tipo de animal es. Lo más probable, creen, es que pertenezca a los chancelóridos, un grupo de extraños seres con cuerpo en forma de bolso o globo y cubiertos por espinas. Aunque se parece a ellos, no están seguros de que pertenezca a este grupo. 

Detalle de las espinas que recubren su cuerpo.
En las rocas del yacimiento de Chengjiang se han encontrado gran variedad de fósiles, algunos de ellos parecidos a especies que viven en la actualidad, por ejemplo, parientes lejanos de artrópodos como los cangrejos y las langostas, y una amplia variedad de hormigas. Otros pertenecen a seres enigmáticos que no parecen tener relación con alguna de las especies que se conocen hoy en día. Y entre ellos figurarían los chancelóridos.
Estos animales, detalla el paleontólogo, "se extinguieron al final del periodo cámbrico, hace unos 490 millones de años. Se han encontrado chancelóridos en diversos yacimientos paleontológicos por todo el mundo, como en Canadá, EEUU y también en Chengjiang. Sin embargo, este fósil, Nidelric pugio, es único debido a que sus espinas tienen forma de puñal", y son diferentes a las de otros chancelóridos.
"En realidad, no estamos seguros al 100% de que se trate de un chancelórido. Nidelric pugio podría pertenecer a un grupo de animales que desconocemos", afirma el científico a través de un correo electrónico.
Tom Hearing admite que saben poco sobre la ecología de la criatura descubierta en China y desconocen, por ejemplo, de qué se alimentaba: "Por comparación con las modernas esponjas, asumimos que se alimentaba filtrando nutrientes, extrayendo partículas diminutas de comida del agua del mar", propone.
Por lo que respecta a los animales de los que se defendía con su esqueleto cubierto de espinas, el paleontólogo explica que "en los mares del periodo cámbrico, los mayores depredadores eran los anomalocarídidos, otro grupo ya extinto. Quizás Nidelric pugio tenía que protegerse de ellos. Se han hallado fósiles de anomalocarídidos en Chengjiang, así que es posible que así fuera".