Viernes, 5 diciembre 2014
Ecología
Mapas globales que detallan la acidificación oceánica causada por actividades humanas
Un equipo de científicos ha publicado el retrato más completo hasta
la fecha de cómo varían los niveles de acidez por los océanos del
mundo, aportando así un marco de referencia para evaluar en años
venideros el aumento de la acidez del mar como consecuencia de la enorme
cantidad de emisiones de carbono producidas por el Hombre.
El mapa ofrece un repaso mensual sobre cómo aumenta y disminuye la
acidez oceánica en función de la estación y la ubicación geográfica,
junto con los niveles de saturación de los minerales de carbonato de
calcio usados por los organismos que construyen conchas. Los mapas se
basan en cuatro décadas de mediciones hechas por científicos del
Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, adscrito a la Universidad de
Columbia, en la ciudad estadounidense de Nueva York, y por especialistas
de otras instituciones.
Los océanos han asimilado una cuarta parte del dióxido de carbono que
los humanos hemos liberado en la atmósfera a lo largo de los pasados
doscientos años. Pero su ayuda a la hora de compensar el calentamiento
global ha tenido un precio: los océanos son cada vez más ácidos, a
medida que absorben el exceso de dióxido de carbono (CO2). Hasta qué
punto la acidificación de los océanos podría dañar a la vida marina y
los ecosistemas aún no está claro, pero ya hay señales de problemas en
corales, moluscos y otros organismos constructores de conchas que viven
en regiones cuya agua suele ser más ácida de forma natural. La acidez
extra aportada por las emisiones antropogénicas de CO2 puede llevar a
esas especies en tales lugares más allá del límite de su resistencia.
Desde que se inició la era industrial, el pH promedio del agua marina
superficial en zonas templadas ha caído de 8,2 a 8,1. (Un pH más
pequeño indica condiciones más ácidas.)
Las vastas regiones templadas y tropicales, donde crecen la mayoría
de los arrecifes de coral, experimentan la menor variación, con un pH
que se mueve entre 8,05 y 8,15, a medida que las temperaturas fluctúan
entre el invierno y el verano.
En
el invierno norteño, el Mar de Bering, que separa Alaska y Siberia, se
convierte en la región marítima más ácida (en color púrpura) de la
Tierra, como se ve en la escala de pH de este mapa de acidez de febrero
de 2005. (Imagen: Taro Takahashi)
El pH oceánico oscila más en las aguas más frías, frente a Siberia y
Alaska, el Noroeste del Pacífico y en torno a la Antártida. En primavera
y verano, las proliferaciones masivas de plancton absorben dióxido de
carbono en el agua, elevando el pH y causando que la acidez del agua
marina decaiga. En invierno, el ascenso de agua rica en CO2 desde las
profundidades oceánicas causa que las aguas de la superficie se vuelvan
más ácidas. La acidificación del Océano Ártico en el invierno ocasiona
un descenso en las concentraciones de aragonita, uno de los minerales
que dan dureza a los esqueletos y conchas de muchos organismos marinos,
lo que retrasa el crecimiento de los pterópodos, moluscos de los que se
alimentan otros animales, incluyendo algunos de consumo humano, lo cual a
su vez dificulta la subsistencia y proliferación de estos animales.
El mapa revela que el norte del océano Índico es más ácido que el
Atlántico y el Pacífico, lo cual podría deberse a su geografía
particular. Aislado del Océano Ártico, el sector norte del Océano Índico
tiene una química que está influenciada por el contenido del agua
descargada allí por los ríos del enorme continente eurasiático, así como
por las lluvias monzónicas estacionales.
Analizando los datos a largo plazo recogidos en Islandia, las Islas
Bermudas, las Islas Canarias, Hawái y el Pasaje de Drake, el equipo del
geoquímico Taro Takahashi, del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, ha
encontrado que las aguas de tan al norte como Islandia y tan al sur
como la Antártida se están acidificando a un ritmo que encaja con el de
las emisiones de CO2 inyectadas a la atmósfera por actividades humanas, y
que concuerda además con varias estimaciones recientes.
Si el ritmo actual de acidificación oceánica continúa, los corales de
aguas cálidas podrían estar viviendo hacia el 2050 en aguas bastante
más ácidas que en las que se hallan ahora. Si bien los corales pueden
tolerar cambios tan grandes, los biólogos marinos se preguntan si pueden
sostener un crecimiento todo el año expuestos siempre a niveles de pH
más bajos.
La acidificación de los océanos está teniendo ya un impacto negativo
en sitios especialmente vulnerables, amenazando negocios como por
ejemplo el de los criaderos de ostras en el litoral de Oregón, Estados
Unidos (ver nuestro artículo sobre este caso aquí: http://noticiasdelaciencia.com/not/4228/) o la industria pesquera de Alaska, en el mismo país (http://noticiasdelaciencia.com/not/11252/).
Si no se le pone freno a la acidificación oceánica, hacia el 2100
esta podría costar a la economía global 3 billones (millones de
millones) de dólares al año en ingresos perdidos procedentes de la
pesca, el turismo y otros servicios aportados por los ecosistemas, según
un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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