Microalgas y un biosensor óptico para vigilar la calidad del agua
Utilizando
microalgas 'enjauladas' en una membrana porosa y un moderno sensor
luminiscente sobre fibra óptica, de oxígeno disuelto, hoy es posible
detectar in situ y en continuo los niveles de herbicidas agrícolas en
aguas fluviales. Este ingenioso patentado es el fruto del de un de investigación multidisciplinar de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Sin duda, las microalgas están de .
Parecen llamadas a proveer de biocombustible al mundo entero mediante
su cultivo sostenible, alimentadas por el pernicioso dióxido de carbono
de efecto invernadero y la inagotable luz solar, y la recolección de sus
lípidos para convertirlos en biodiesel. De este modo, se 'sacrifican'
por el bien de la Humanidad...
Sin
embargo, quizá no resulte tan conocido que las microalgas pueden
también servir como 'vigilantes' de la calidad del agua de nuestros
ríos, detectando la presencia anormal de herbicidas agrícolas. Su
naturaleza de organismos fotosintéticos hace que actúen como las
plantas, produciendo oxígeno cuando reciben luz. La presencia del
herbicida inhibe parcial o totalmente esta actividad, en grado
proporcional a la cantidad del tóxico en el agua.
Si
combinamos un moderno detector luminiscente sobre fibra óptica de
oxígeno disuelto, con una membrana porosa que contiene la biomasa
microalgar inmovilizada, habremos fabricado un 'biosensor', capaz de
detectar in situ y de forma continua, la presencia de tóxicos en el
agua. Pero, ¿cómo saber que el tóxico detectado es, por ejemplo, el
herbicida Diurón y no otro que también afecte la función fotosintética?
La
solución ha venido de la mano de la selección natural, sin recurrir a
la controvertida modificación genética de los microorganismos. Recojamos
microalgas del medio natural y cultivémoslas en aguas que contengan el
herbicida seleccionado hasta conseguir una población considerablemente
resistente al mismo. Por otra parte, recolectemos microalgas de lugares
prístinos para que nunca hayan estado en contacto con dicho herbicida,
con lo que mostrarán máxima sensibilidad al mismo. Con esas dos
poblaciones, embebidas en sendas membranas porosas en contacto con
sendos sensores ópticos de oxígeno disuelto, ya tenemos el dispositivo
perfecto para detectar específicamente la presencia del diurón, pues uno
de los sensores detectará una caída en la producción de oxígeno (el de
las microalgas sensibles) y el otro no (el de las resistentes). El
ingenioso biosensor óptico es el fruto del trabajo interdisciplinar de
dos grupos de investigación de la UCM liderados por los profesores
Guillermo Orellana y Eduardo Costas de las Facultades de Ciencias
Químicas y Veterinaria, y sus respectivos doctorandos David Haigh y
Cristina de la Hera.
Los
primeros resultados de su utilización se han publicado en la revista
Biosensors & Bioelectronics, señalando que el biosensor microalgar
permite detectar selectivamente otros herbicidas (por ejemplo
isoproturón y simazina) mediante la inmovilización de algas resistentes a
los mismos en cabezales dobles semejantes al descrito más arriba. La
electrónica del biosensor y su sistema de toma y procesado de la muestra
hace que el proceso de medida y el calibrado del mismo, se realicen de
forma totalmente automática.
El
dispositivo está patentado, y su desarrollo, ensayo y validación se ha
realizado íntegramente en nuestro país, mostrándose como un modelo de la
imprescindible cooperación interterritorial en ciencia y tecnología: la
Comunidad de Madrid financió los trabajos iniciales hasta el primer
prototipo (Plan de Ayudas a la I+D Regional), que se ensayó por vez
primera en la Reserva Biológica de Doñana (Huelva) para monitorizar la
calidad del agua de la marisma. Actualmente, son la Fundación Cetaqua
(Cornellá, Barcelona) y las empresas Aqualogy (Alicante) y Labaqua
(Alicante), las que llevan a cabo la validación del biosensor para el
control de las aguas efluentes de la estación depuradora de Sant Feliu
de Llobregat (Barcelona), a través del proyecto AQUATIK del programa
europeo de medioambiente LIFE+.
La
próxima vez que nos topemos con las algas, pequeñas o grandes, pensemos
en los servicios que nos prestan estos organismos que, probablemente,
fueron de los primeros en poblar nuestro planeta. Su camaleónica
capacidad de adaptación y su ubicuidad nos llevan a pensar que
¡encontraremos muchos más trabajos para ellas en el futuro! (Por
Guillermo Orellana Moraleda; Madri+d)
04/12/14
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