martes, 2 de junio de 2015

Un Tesoro Compartido


 Un Tesoro Compartido

La Reserva Marina de Cabo de Palos-Islas Hormigas cumple 20 años como ejemplo de desarrollo sostenible: un espacio natural protegido donde se investiga, se pesca y se bucea de forma respetuosa


Miguel Ángel Ruiz | Estas aguas son la herencia que me dejó mi padre, y antes mi abuelo». Son palabras de Rafael Fuentes Méndez, 45 años, hijo y nieto de pescadores y patrón del 'Astrid II', uno de los diez barcos autorizados a faenar en la Reserva Marina de Cabo de Palos-Islas Hormigas. Es difícil resumir mejor la importancia de este privilegiado enclave del litoral cartagenero, que acaba de cumplir veinte años como espacio protegido. Porque en torno a estas escasas 2.000 hectáreas de montañas submarinas donde el mero es el rey se ha conseguido ese difícil equilibrio económico y social que denominamos desarrollo sostenible: en este vivero de biodiversidad único en el Mediterráneo se investiga, se pesca y se bucea de acuerdo con unos criterios de gestión que se han demostrado acertados puesto que en las últimas dos décadas han aumentado las poblaciones de peces, se han multiplicado por cuatro las capturas -y los ingresos de los pescadores- y se ha generado un turismo de buceo que aporta rentas a los centros deportivos, alojamientos, bares y restaurantes. 

El secreto de este éxito no es otro que unos fondos marinos excepcionales, salpicados por una serie de bajos -cimas de montañas sumergidas- cuyos vértices quedan en algunos casos a solo tres metros de la superficie, en una sucesión de arenales y praderas de posidonia que facilitan el milagro de la vida. La reserva está situada además en un punto biogeográfico muy importante, según los expertos del grupo de Ecología y Conservación Marina de la Universidad de Murcia: forma una especie de barrera entre los espacios sumergidos al norte y al sur de Cabo de Palos, en un rectángulo alejado de la costa pero no especialmente profundo, expuesto a todos los vientos y sometido a fuertes corrientes que lo convierten en un lugar «especialmente atractivo» para la concentración de peces; y por este motivo, uno de los mejores del mundo para bucear. Un tesoro que es necesario cuidar como oro en paño, algo en lo que coinciden Administración, científicos, ecologistas, pescadores y buceadores, que en los últimos años han encontrado un punto de encuentro entre sus intereses y los objetivos de conservación. De la mano de esta mayor participación social han llegado novedades como la ecotasa por inmersión y la ordenación del buceo recreativo para amortiguar el impacto de esta actividad en el ecosistema.

El seguimiento científico de la UMU Máximo: 26.000 inmersiones
La Universidad de Murcia realiza el seguimiento científico de la reserva desde 1995, gracias a un convenio con la Comunidad Autónoma que se renueva cada año. El responsable del equipo que realiza este estudio continuado es el profesor de Ecología José Antonio García Charton, que experimentó en 1986 por primera vez el impacto de sumergirse en los bajos del archipiélago de las islas Hormigas. Desde hace dos décadas toma el pulso al estado de salud de los fondos y a la biodiversidad: meros, espetones, bancos de corvinas, doradas y dentones, praderas de posidonia y gorgonias... «La protección ha funcionado», explica, «y se ha generado el esperado efecto reserva»; es decir, la recuperación de las especies y su 'exportación' a otras zonas del exterior del espacio protegido. Para reducir la huella de los buceadores -evidente en el estado del falso coral, utilizado por los científicos como indicador biológico-, la Universidad de Murcia recomienda que no se supere el límite de 26.000 inmersiones anuales, más o menos las que se están realizando actualmente.
En cuanto a los meros, que fueron diezmados hasta en un 70% por furtivos entre 2009 y 2011 -según los censos de la UMU-, siguen disminuyendo y según el informe de 2014 «no se aprecia la recuperación prevista». El mero es la presa más apreciada por arponeros que acceden a la reserva de forma clandestina para vender las piezas en el mercado negro y, aunque se ha avanzado en la erradicación de esta lacra, siguen siendo la principal amenaza. 

Arponeros y curricanes La lacra de los furtivos
En la reserva solo está permitido el buceo recreativo y la pesca tradicional con dos artes poco agresivos -el trasmallo y el palangre de fondo gordo-, de acuerdo con un derecho consuetudinario. En la reserva integral, 270 hectáreas en torno a las islas, está restringida cualquier actividad. Pero la abundancia de pescado y las grandes piezas son una tentación para los furtivos: pescadores recreativos que tiran el curricán desde sus embarcaciones y sobre todo buceadores que burlan la vigilancia y esquilman los meros. Aunque aún persisten, el aumento de la vigilancia a partir del año 2011 ha conseguido casi blindar la reserva, asegura el jefe del Servicio de Pesca, Emilio María Dolores Pedrero: «Se cubren hasta diecisiete horas diarias, y todo el periodo nocturno. En el último año no hemos pillado a ningún furtivo y solo se han abierto doce expedientes sancionadores, algunos de ellos de despistados que entraban sin querer al espacio protegido». 

El polémico sistema de cupos Evitar el buceo masivo
El jefe del Servicio de Pesca destaca el buen entendimiento entre pescadores y buceadores -«que de alguna manera competían por un mismo espacio»- después de una época de desencuentros y de una reordenación del buceo recreativo que fue polémica porque estableció una tasa de 3,50 euros por inmersión y un sistema de cupos para evitar concentraciones de hasta 500 personas al día en un solo bajo. «Al principio eran reticentes pero se ha conseguido el objetivo: conservar el medio y ofrecer un buceo de mayor calidad», señala Emilio María Dolores. 

Inmersiones sostenibles Trabajar en zona protegida
Diez centros de buceo operan en el espacio protegido, ocho de Cabo de Palos y otros dos de La Manga y San Pedro del Pinatar. Su representante es José David Balcázar, más conocido como Balkysub, un madrileño de 39 años que descubrió hace 15 el potencial económico y turístico de las inmersiones en la reserva. «Hemos encontrado un punto en el que podemos convivir con los pescadores, y también hemos mejorado nuestra forma de trabajar: a nuestros clientes les damos una charla previa en la que les explicamos que estamos en una zona protegida y que es muy importante respetar las artes de pesca, no tocar el fondo e interactuar de forma pasiva con la fauna marina», detalla. El nuevo sistema de cupos ha aumentado el número potencial de inmersiones, pero al estar repartidas a lo largo del año los centros cuentan con un número menor para los meses de verano, la época de mayor demanda y cuando los fondos más han sufrido los efectos de la masificación: «Nos estamos adaptando», admite, «ahora buscamos zonas alternativas de buceo y potenciamos cursos y bautismos».

El efecto reserva «Ahora hay más pescado» 
  La protección de este bellísimo polígono marino ha propiciado que las capturas se hayan multiplicado por cuatro desde que se tienen registros -10.000 kilos de pescado en 1993 y casi 40.000 en 2012-. Lo sabe bien Julio de Frutos Bazar, pescador de 44 años, descendiente de los primeros pobladores de Cabo de Palos, originarios de la isla alicantina de Tabarca. «Ahora hay más pescado, eso se nota, aunque mi barco es muy pequeño y, como me afectan mucho las corrientes, no puedo pescar en la reserva tanto como me gustaría», se lamenta. Sí lo hizo el sábado de la semana pasada, cuando sacó más de cuarenta kilos entre burros -peces ballesta-, corvinas y un par de meros. Mañana, como cada día, se levantará a las 4.30 y, en función de la dirección del viento, decidirá hacia dónde enfila la proa del 'Virgen del Carmen'. 

La demanda de los ecologistas «Hay que ampliarla»
Los pescadores, sin embargo, pensaban hace veinte años que la protección del archipiélago de las Hormigas les dejaría sin trabajo. Lo recuerda Pedro García, director de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), organización conservacionista que lanzó una campaña por la creación de la reserva a principios de los años noventa: «Independientemente de algunos problemas, como el recorte de los medios de vigilancia y gestión o la dificultad de un adecuado control del buceo, Cabo de Palos-Islas Hormigas se ha convertido en un lugar imprescindible en el Mediterráneo español para comprobar los efectos positivos de la aplicación de normas de protección de la naturaleza y regulación de usos sobre la conservación de la biodiversidad marina y la pesca, y una demostración incuestionable de sus beneficios sobre la economía local», opina. ANSE reclama la ampliación de la reserva «conforme a las propuestas que se han realizado en los últimos años, incorporando al menos el entorno de Isla Grosa». 

¿Nuevas áreas protegidas? Cabo Tiñoso sí, Cabo Cope no
La siguiente zona protegida en el litoral de la Región será la tantas veces prometida reserva marina de Cabo Tiñoso. Mientras se negocia con Defensa para incluir las aguas exteriores, se reactivará el decreto para proteger al menos las que dependen de la Comunidad, informa el jefe del Servicio de Pesca. La posibilidad de establecer otra reserva en torno a Cabo Cope se ha descartado porque, si bien los fondos marinos son muy valiosos, el interés pesquero «no está justificado».
ESCAFANDRA/laverdad

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