Un Tesoro Compartido
La Reserva Marina de Cabo de Palos-Islas Hormigas cumple 20 años como ejemplo de desarrollo sostenible: un espacio natural protegido donde se investiga, se pesca y se bucea de forma respetuosa
Miguel
Ángel Ruiz | Estas aguas son la
herencia que me dejó mi padre, y
antes mi abuelo». Son palabras de
Rafael Fuentes Méndez, 45 años, hijo
y nieto de pescadores y patrón del
'Astrid II', uno de los diez barcos
autorizados a faenar en la Reserva
Marina de Cabo de Palos-Islas
Hormigas. Es difícil resumir mejor
la importancia de este privilegiado
enclave del litoral cartagenero, que
acaba de cumplir veinte años como
espacio protegido. Porque en torno a
estas escasas 2.000 hectáreas de
montañas submarinas donde el mero es
el rey se ha conseguido ese difícil
equilibrio económico y social que
denominamos desarrollo sostenible:
en este vivero de biodiversidad
único en el Mediterráneo se
investiga, se pesca y se bucea de
acuerdo con unos criterios de
gestión que se han demostrado
acertados puesto que en las últimas
dos décadas han aumentado las
poblaciones de peces, se han
multiplicado por cuatro las capturas
-y los ingresos de los pescadores- y
se ha generado un turismo de buceo
que aporta rentas a los centros
deportivos, alojamientos, bares y
restaurantes.
El secreto de
este éxito no es otro que unos
fondos marinos excepcionales,
salpicados por una serie de bajos
-cimas de montañas sumergidas- cuyos
vértices quedan en algunos casos a
solo tres metros de la superficie,
en una sucesión de arenales y
praderas de posidonia que facilitan
el milagro de la vida. La reserva
está situada además en un punto
biogeográfico muy importante, según
los expertos del grupo de Ecología y
Conservación Marina de la
Universidad de Murcia: forma una
especie de barrera entre los
espacios sumergidos al norte y al
sur de Cabo de Palos, en un
rectángulo alejado de la costa pero
no especialmente profundo, expuesto
a todos los vientos y sometido a
fuertes corrientes que lo convierten
en un lugar «especialmente
atractivo» para la concentración de
peces; y por este motivo, uno de los
mejores del mundo para bucear. Un
tesoro que es necesario cuidar como
oro en paño, algo en lo que
coinciden Administración,
científicos, ecologistas, pescadores
y buceadores, que en los últimos
años han encontrado un punto de
encuentro entre sus intereses y los
objetivos de conservación. De la
mano de esta mayor participación
social han llegado novedades como la
ecotasa por inmersión y la
ordenación del buceo recreativo para
amortiguar el impacto de esta
actividad en el ecosistema.
El seguimiento
científico de la UMU Máximo: 26.000
inmersiones
La Universidad de
Murcia realiza el seguimiento
científico de la reserva desde 1995,
gracias a un convenio con la
Comunidad Autónoma que se renueva
cada año. El responsable del equipo
que realiza este estudio continuado
es el profesor de Ecología José
Antonio García Charton, que
experimentó en 1986 por primera vez
el impacto de sumergirse en los
bajos del archipiélago de las islas
Hormigas. Desde hace dos décadas
toma el pulso al estado de salud de
los fondos y a la biodiversidad:
meros, espetones, bancos de
corvinas, doradas y dentones,
praderas de posidonia y gorgonias...
«La protección ha funcionado»,
explica, «y se ha generado el
esperado efecto reserva»; es decir,
la recuperación de las especies y su
'exportación' a otras zonas del
exterior del espacio protegido. Para
reducir la huella de los buceadores
-evidente en el estado del falso
coral, utilizado por los científicos
como indicador biológico-, la
Universidad de Murcia recomienda que
no se supere el límite de 26.000
inmersiones anuales, más o menos las
que se están realizando actualmente.
En cuanto a los
meros, que fueron diezmados hasta en
un 70% por furtivos entre 2009 y
2011 -según los censos de la UMU-,
siguen disminuyendo y según el
informe de 2014 «no se aprecia la
recuperación prevista». El mero es
la presa más apreciada por arponeros
que acceden a la reserva de forma
clandestina para vender las piezas
en el mercado negro y, aunque se ha
avanzado en la erradicación de esta
lacra, siguen siendo la principal
amenaza.
Arponeros y
curricanes La lacra de los furtivos
En la reserva
solo está permitido el buceo
recreativo y la pesca tradicional
con dos artes poco agresivos -el
trasmallo y el palangre de fondo
gordo-, de acuerdo con un derecho
consuetudinario. En la reserva
integral, 270 hectáreas en torno a
las islas, está restringida
cualquier actividad. Pero la
abundancia de pescado y las grandes
piezas son una tentación para los
furtivos: pescadores recreativos que
tiran el curricán desde sus
embarcaciones y sobre todo
buceadores que burlan la vigilancia
y esquilman los meros. Aunque aún
persisten, el aumento de la
vigilancia a partir del año 2011 ha
conseguido casi blindar la reserva,
asegura el jefe del Servicio de
Pesca, Emilio María Dolores Pedrero:
«Se cubren hasta diecisiete horas
diarias, y todo el periodo nocturno.
En el último año no hemos pillado a
ningún furtivo y solo se han abierto
doce expedientes sancionadores,
algunos de ellos de despistados que
entraban sin querer al espacio
protegido».
El polémico
sistema de cupos Evitar el buceo
masivo
El jefe del
Servicio de Pesca destaca el buen
entendimiento entre pescadores y
buceadores -«que de alguna manera
competían por un mismo espacio»-
después de una época de
desencuentros y de una reordenación
del buceo recreativo que fue
polémica porque estableció una tasa
de 3,50 euros por inmersión y un
sistema de cupos para evitar
concentraciones de hasta 500
personas al día en un solo bajo. «Al
principio eran reticentes pero se ha
conseguido el objetivo: conservar el
medio y ofrecer un buceo de mayor
calidad», señala Emilio María
Dolores.
Inmersiones
sostenibles Trabajar en zona
protegida
Diez centros de
buceo operan en el espacio
protegido, ocho de Cabo de Palos y
otros dos de La Manga y San Pedro
del Pinatar. Su representante es
José David Balcázar, más conocido
como Balkysub, un madrileño de 39
años que descubrió hace 15 el
potencial económico y turístico de
las inmersiones en la reserva.
«Hemos encontrado un punto en el que
podemos convivir con los pescadores,
y también hemos mejorado nuestra
forma de trabajar: a nuestros
clientes les damos una charla previa
en la que les explicamos que estamos
en una zona protegida y que es muy
importante respetar las artes de
pesca, no tocar el fondo e
interactuar de forma pasiva con la
fauna marina», detalla. El nuevo
sistema de cupos ha aumentado el
número potencial de inmersiones,
pero al estar repartidas a lo largo
del año los centros cuentan con un
número menor para los meses de
verano, la época de mayor demanda y
cuando los fondos más han sufrido
los efectos de la masificación: «Nos
estamos adaptando», admite, «ahora
buscamos zonas alternativas de buceo
y potenciamos cursos y bautismos».
El efecto
reserva «Ahora hay más pescado»
La protección de
este bellísimo polígono marino ha
propiciado que las capturas se hayan
multiplicado por cuatro desde que se
tienen registros -10.000 kilos de
pescado en 1993 y casi 40.000 en
2012-. Lo sabe bien Julio de Frutos
Bazar, pescador de 44 años,
descendiente de los primeros
pobladores de Cabo de Palos,
originarios de la isla alicantina de
Tabarca. «Ahora hay más pescado, eso
se nota, aunque mi barco es muy
pequeño y, como me afectan mucho las
corrientes, no puedo pescar en la
reserva tanto como me gustaría», se
lamenta. Sí lo hizo el sábado de la
semana pasada, cuando sacó más de
cuarenta kilos entre burros -peces
ballesta-, corvinas y un par de
meros. Mañana, como cada día, se
levantará a las 4.30 y, en función
de la dirección del viento, decidirá
hacia dónde enfila la proa del
'Virgen del Carmen'.
La demanda de
los ecologistas «Hay que ampliarla»
Los pescadores,
sin embargo, pensaban hace veinte
años que la protección del
archipiélago de las Hormigas les
dejaría sin trabajo. Lo recuerda
Pedro García, director de la
Asociación de Naturalistas del
Sureste (ANSE), organización
conservacionista que lanzó una
campaña por la creación de la
reserva a principios de los años
noventa: «Independientemente de
algunos problemas, como el recorte
de los medios de vigilancia y
gestión o la dificultad de un
adecuado control del buceo, Cabo de
Palos-Islas Hormigas se ha
convertido en un lugar
imprescindible en el Mediterráneo
español para comprobar los efectos
positivos de la aplicación de normas
de protección de la naturaleza y
regulación de usos sobre la
conservación de la biodiversidad
marina y la pesca, y una
demostración incuestionable de sus
beneficios sobre la economía local»,
opina. ANSE reclama la ampliación de
la reserva «conforme a las
propuestas que se han realizado en
los últimos años, incorporando al
menos el entorno de Isla Grosa».
¿Nuevas áreas
protegidas? Cabo Tiñoso sí, Cabo
Cope no
La siguiente zona
protegida en el litoral de la Región
será la tantas veces prometida
reserva marina de Cabo Tiñoso.
Mientras se negocia con Defensa para
incluir las aguas exteriores, se
reactivará el decreto para proteger
al menos las que dependen de la
Comunidad, informa el jefe del
Servicio de Pesca. La posibilidad de
establecer otra reserva en torno a
Cabo Cope se ha descartado porque,
si bien los fondos marinos son muy
valiosos, el interés pesquero «no
está justificado».
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