Nacimiento virgen: sin sexo ni palomas
Hallada en Florida una población amenazada de pez sierra que se reproduce sin aparearse
Muchos descubrimientos ocurren de chiripa, y el de Andrew Fields y sus colegas de la Universidad de Stony Brook
es el último de ellos. Lo que buscaban entre los peces sierra de los
ríos de Florida no era un milagro, sino un dato aburrido pero esencial
para esa población de peces al borde de la extinción: su grado de
uniformidad genética como consecuencia de la endogamia que suelen
padecer las poblaciones con muy pocos individuos. Y lo que han
encontrado es mucho mejor que eso: que las hembras vírgenes han empezado
a tener hijos. Sin necesidad de sexo. Ni de difamar a las palomas.
La partenogénesis (nacimiento virgen), por la que una especie sexual tiene la posibilidad de reproducirse por una especie de clonación
natural de las hembras, es un fenómeno común en invertebrados como los
insectos, e incluso se ha documentado ocasionalmente en vertebrados como
pájaros, reptiles y tiburones, casi siempre en cautividad. Pero los
peces sierra de Florida son el primer ejemplo descrito en su hábitat
natural, en una población que sigue reproduciéndose sexualmente en la
mayoría de las ocasiones, y donde la partenogénesis no es una curiosidad
de zoológico: el 3% de los peces sierra de allí son hijas de vírgenes.
Los machos, por cierto, nunca tienen esa capacidad, en ninguna especie.
La partenogénesis (nacimiento virgen), por la que una especie sexual tiene la posibilidad de reproducirse por una especie de clonación natural de las hembras.
El pez sierra de diente pequeño (Pristis pectinata)
es una especie en peligro extremo de extinción, con una población que
se ha visto diezmada hasta menos del 5% de su tamaño en 1900. La especie
sobre vive casi exclusivamente en el suroeste de Florida. Son unos
peces de buen tamaño: alcanzan con facilidad el medio metro de longitud.
Y tienen esa fealdad inconfundible que comparten con el gallo, con la
boca torcida y los dos ojos al mismo lado de la cara, en una pesadilla
biológica que resulta de la conveniencia de nadar extendiendo las aletas
a los lados del cuerpo, en lugar de verticales.
Fields y sus colegas han recogido –y devuelto al agua— 190 individuos
entre 2004 y 2013. Los han analizado con las técnicas genéticas
convencionales para estimar el grado de variedad genética de cada
individuo: utilizan unas secuencias de ADN que, al ser muy variables en
la especie, permiten calcular el parentesco interno de un
individuo consigo mismo. Todos tenemos un juego de cromosomas heredado
de la madre y otro del padre, y nuestro genoma contiene por tanto un
registro de las diferencias genéticas entre nuestra madre y nuestro
padre.
Los científicos conjeturan que estos casos de
partenogénesis son adaptativos, es decir, un intento de las hembras por
superar la escasez de machos.
Cuando las poblaciones se reducen hasta el riesgo de extinción, los
dos progenitores tienden a ser primos o incluso hermanos, por la
sencilla razón de que no es fácil encontrar otra cosa por los
alrededores. Un parentesco interno (IR, por internal relatedness)
de 0,25 quiere decir los padres eran primos; uno de 0,50 revela que
eran hermanos. Los científicos de Stony Brook han encontrado siete peces
sierra con un IR cercano a 1: sus dos juegos de cromosomas son
idénticos, o casi, y por tanto no provienen de padre y madre, sino solo
de la madre. Nacimiento virgen de manual.
Los científicos conjeturan que estos casos de partenogénesis son
adaptativos, es decir, un intento de las hembras por superar la escasez
de machos (y de cualquier otra cosa). Es solo una hipótesis. Creen que
la partenogénesis puede estar mucho más extendida en el mundo animal de
lo que creemos. Y recuerdan que el proceso es extremadamente improbable,
o imposible, en humanos. Ay José, que no fue la paloma.
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