Joachim Patinir 1520…¿la primera marina de la historia?
Publicado por Javier Noriega el jun 3, 2015
Tornaban nuevos tiempos y… ¡había que pintarlos¡. El descubrimiento
de América y la consolidación de los estados nacionales en Europa (Portugal, España, Holanda, Francia e Inglaterra)
conllevó un anhelo de exploración que se cristalizaba en la
construcción de naves singulares y la formación de tripulaciones para
explorar los nuevos mundos. Se abre sin lugar a dudas a una nueva etapa
histórica, en la que el barco y la mar son sus principales
protagonistas. Y luego esta la imaginación y la creatividad del humano,
con el deseo de plasmar aquella etapa histórica que veían aquellos ojos
privilegiados que observaban partir a aquellas portentosas naves hacia
lugares desconocidos. Es el caso de la pintura que nos acoge. además era
una capitana. Nada más y nada menos que una carraca de la infanta de
Portugal. El pincel de aquella mano pintó con detalle a los elevados
castillo de proa y popa de aquella carraca, dando finalmente a un
barco de seis cubiertas. Era el modo de retratar a aquellas naves que
circundaban en nombre del rey las costas del mundo. Curiosamente, y es
precioso el detalle para el lector, casi las mismas cubiertas que el National Geographic
de este pasado mes de marzo nos mostraban las minuciosas fotografías
del equipo de Ronnby de las excavaciones arqueológicas subacuaticas
sobre el pecio del Mars, en las aguas frías del mar
Báltico. A ambas naves les separaban tan sólo unas decenas de años, en
unos tiempos en los que la mar dictaba la hegemonía de las naciones.
Bajo una de las fotografías de las maderas de la nave, en el pie de foto de la apasionante revista de divulgación científica; “El
Mars contaba con cinco pisos y dos cubiertas reservadas a la
artillería, algo realmente excepcional en los barcos de la época”. Las
separán unos años de historias, pero el valor gráfico de aquella
pintura, son de tanta utilidad para reconstruir el pasado en la
actualidad…Excepcional también tuvo que ser también el porte de la
Santa Catarina, especialmente para esa época. 140 cañones han estado al
alcance de muy pocas naves. La Charente de Luis XII de Francia llevaba
1.200 hombres de guerra y 300 piezas de artillería. En la jornada de
Túnez apoyó a Carlos V, entre otras, la carraca portuguesa S. Juan Botafogo, la mayor de ese tiempo, con 200 cañones…
Precisamente el detalle de la supuesta obra de Patinir nos permite
observar detenidamente la estructura naval de aquellas carracas, también
preguntarnos como en el castillo de popa se podían disponer cañones a
semejantes alturas. Tenía que afectarle sin lugar a dudas en sus
capacidades de maniobra. ¿Cuantas de estas naves sucumbirían a los
cambios de la mar?. ¿Hablamos del Mary Rose?. La nave real Inglesa, construida diez años antes en los astilleros reales de Chaptham.
91 cañones, 30 de ellos pesados. 15 de bronces el resto de hierro, tal y
como nos legan los datos de sus excavaciones. En normal condiciones 200
marineros, 185 soldados y 30 artilleros, muy alejados de la India Portuguesa y de su Chalt, donde vió la vida, con aquellas maderas exóticas… La “Santa Catarina”, surcaba
los mares como una de las naves más poderosas de la corona portuguesa.
Dibujos, óleos de época y planos procedentes de excavaciones
arqueológicas. Que buena combinación para el estudio y la investigación
en la actualidad. Observar como esas fotografías submarinas al
compararlas con algunos de los lienzos contemporáneos a la época se
asemejan tantísimo.
Su estudio, su existencia, permiten construir en la mente del
historiador náutico la efigie de aquellas hipotéticas naves. Aquellos
lienzos reflejan muchos de los detalles de las arquitecturas navales de
los pecios naufragados. En el caso de la “Santa Catarina”, los cañones están distribuidos en 3 hileras a popa del palo mayor y en 2 hileras en el castillo de proa. ¿Conoció el autor del cuadro en vivo y en directo a la nave portuguesa?.
¿Transportaba en verdad las 140 piezas de artillería de las que hacia
gala?. ¿Tendría que ver su capacidad maniobrara en el temprano
hundimiento de la nave portuguesa en los mares del Sur?. Y sobre todo.
¿Porqué aquel cuadro tan colorista y exótico que teníamos por delante es
considerado tradicionalmente como la primera marina de la historia?.
La Santa Catarina. ¿La primera Marina de la historia?
La primera marina de la historia se le ha atribuído tradicionalmente al pintor flamenco Joachim Patinir y
tiene precisamente como principal protagonista a nuestra nave
portuguesa. Estamos hablando de inicios del siglo XVI. Un viejo conocido
para mi este magnífico y misterioso pintor belga. Y digo lo de viejo
porque en el año 1997 tuve la inmensa suerte de conocer en profundidad
su pincelada muy de cerca gracias maestro Antonio Hernández.
Una de un precioso color azul cobalto y de un profundo simbolismo que
acompañó a este pintor flamenco, al que ahora se le supone, la autoría
de la primera marina de la historia. La denominada como “Carracas portuguesas en las rocas”.
En este camino de la arqueología subacuática y la historia náutica todo
suma. Aquellos tres meses de enseñanzas sobre “La laguna Estigia”.
servirían para algo. Sobre todo su significado, trazo, pintura, análisis
incluso de lupa. Su ciudad y puerto fortificado nos esperaba. Sin
lugar a dudas el viejo Patinir reiría sonoramente al comprobar el
interés que su obra despertaría tanto tiempo después. Durero, que recibió como regalo un sencillo paisaje de Patinir (recientemente expuesto por cierto en la maravillosa muestra que realizo el museo del Prado en Madrid en el 2007), le cita en su Libro de viaje como «der gute Landschaftmaler». ”El buen pintor de paisajes”. Con esto Durero,
acuñaría de esa manera un neológismo que traducido más tarde al
francés, alumbraría, tal y como nos definen magistralmente los
historiadores del arte, al término paisajista. Por ser inventor de paisajes, se le concede la paternidad de ser pioneros en esto de pintar marinas.
Una pintura para un nuevo horizonte
Como en todo tenía que existir un origen. Un principio, y en esas
delgadas líneas rojas de las primeras marinas, le atribuyen su autoría
al “pintor de paisajes”. Nos encontramos en una época, en la que
los científicos a menudo posaban en los óleos, las fotografías de la
época, con instrumentos y objetos de su estudio. Mapas ignotos. Globos
celestes y astrolabios de bronce. Los médicos a veces posaban juntos
alrededor de un cadáver, en lo que se llamaba «Lección de anatomía»,
siendo famosa la de Rembrandt. Los consejos de
administración preferían una imagen de austeridad y humildad, posando
con ropa oscura, a menudo sentados en torno a una mesa y con expresiones
solemnes que nos esbozan la cotidianeidad del surgir de las ciudades
burguesas. Las familias a menudo se hacían retratar dentro de sus
lujosas casas, con ricos tejidos color verde botella o vino burdeos. La
colocación en torno a una mesa daría lugar en años posteriores a una
composición famosa como es el de la famosa obra de Rembrandt La compañía de milicia del capitán Frans Banning Cocq más conocida como La ronda de la noche.
¿Qué pasaba con la Mar?. Pues en Holanda tendría su gran eclosión
artística, y aquí si que podemos hablar del inicio de una escuela de
marinistas. La mar comenzaba a ser retratada en sus mil y un detalles.
Detalles que tenían demanda por la sociedad neerlandesa, sus mares les
traían comercio, personas y culturas.
Ni el Bosco, ni Robert Campin, ni Hans Memling, ni Dirk Bouts, entre otros predecesores de Patinir,
parece que llegaron a especializarse en la pintura de paisaje, a pesar
de ejercer una evidente influencia sobre él. Tampoco la pintura de Vittore Carpaccio, con su “Llegada de Peregrinos a Colonia, de 1490″ podemos considerarlo como una marina, aunque aquellas portentosas naves aparecen fielmente retratadas. La batalla de Zonchio, en
1490, nos retrata perfectamente aquel agosto de 1499 en la que Kemal
Reis derrotó a la flota veneciana bajo el mando de Antonio Grimani. Fue
la primera batalla navall en la historia con cañones utilizados en los barcos. Y ya fue reflejada en el óleo.
Patinir podría ser un punto de inflexión y de cambio en el tiempo. La producción
del paisaje había dejado ya de ser un fondo para las figuras
convirtiéndose en el escenario donde tienen lugar las acciones,
ya fuese la partida de una infanta en su carraca o una ceñida en plena
escaramuza naval. En el mundo de la pintura, nos encontramos con una
revolución en la forma de pintar la vida que se desarrollaba en la
historia. De ahí que surja un nuevo escenario. El de los paisajes. El de
las marinas, en una serie de pinturas, dibujos, grabados y esculturas,
cuya inspiración principal es el azul. Además de las representaciones a mar abierto,
de batallas navales o de cualquier tipo de embarcación, en la que se
incluyen estampas de lagos, ríos y estuarios, naufragios, etc. Con
escasa representación en el Renacimiento, los paisajes
marinos puros no llegarían hasta más tarde. Así, destacaron en
la pintura holandesa del siglo XVII, como reflejo de la importancia del
comercio exterior y el poder naval de aquella república, importancia que
por el mismo concepto heredaría luego la pintura británica. Y pintura
esta la holandesa del siglo XVII, que por su profundidad, significado y
detalle requerirían sin lugar a dudas de otro post de espejo.
Pintores de marinas que dibujan cofas y velas
En 1520 la Santa Catarina do Monte Sinai comenzó su carrera en la India.
El detalle y la realidad. La Carraca pintada sobre el óleo
Ese año, fue elegida como nao capitana de la armada que conduciría a Italia a la Infanta Beatriz, hija de Manuel I de Portugal. Beatriz acudía a su enlace matrimonial con Carlos III, Duque de Saboya. Es precisamente este episodio, el del transporte de la infanta, la que sería la primera fotografía de las marinas Europeas en el mundo. Unos
años más tarde, en 1524, la misma nave fue escogida como insignia de la
escuadra que conduciría a la India a Vasco da Gama, como virrey.
Por cierto, la historia de esta nave es apasionante. Naufragaría tras
diversas operaciones navales donde utilizaría la profunda potencia de
fuego. Un problema recurrente en aquellas naves del siglo XV. Una
estructura naval que sufre muchísimo los vaivenes de una artillería
pesada para las cubiertas de la época, a pesar de ser posiblemente una
de las mejores naves de la corona.
Se desconoce la fecha en que nació Joachim Patinir, aunque probablemente fue entre 1480 y 1485 en lo que hoy es el sudeste de Bélgica.
Con mayor certeza puede confirmarse que a partir de 1515 trabajó como
pintor en Amberes, y que murió en esa ciudad en 1524. El éxito de
Patinir no se puede entender sin la estela que dejaron estos artistas y
su escuela, que al otorgar una relevancia inusitada al entorno de la
naturaleza propiciaron el desarrollo de una exploración estética. La
escuela de paisajes y marinas como género independiente. Entre las
razones de su espectacular auge no se puede tampoco obviar el contexto
del mismo, la ciudad de Amberes y Holanda,
convertida en el primer mercado de arte y en la que, a diferencia de
otras grandes ciudades europeas, la oferta era enorme y estaba
controlada por los propios artistas. Hay cosas que no cambian en esto
del arte. Es en ese contexto de crecimiento económico y mercado
floreciente es donde Patinir consiguió destacar con sus innovadoras
creaciones, en las que combinaba la observación detallista del paisaje
natural con la interpretación imaginativa y fantástica de otros pintores
flamencos famosos por su extravagancia como El Bosco y P. Brueghel. La escuela de Leiden de fijnschilder (« pintores finos») destacó por sus pinturas finamente acabadas, significarían el culmen de lo flamenco.
Los cuadros de Patinir se caracterizan por el uso
progresivo de los colores, que sirven para acentuar la sensación de
distancia en los grandes espacios que pinta. Así, en la parte inferior
de los cuadros, donde se encuentra el primer plano, predominan el marrón
y el pardo. Según se va alejando el paisaje se va imponiendo el color
verde y, en las zonas más lejanas, es el color azul el que predomina. La
línea del horizonte suele estar situada en la zona más alta del cuadro
(“horizonte alto”), lo que permite la representación de un espacio muy
amplio. El catálogo de la Exposición antológica de 2007 en Madrid, le
atribuyó un total de 29 obras (suyas y del taller), entre ellas las
cinco firmadas. Respecto al resto de la pintura de historia barroca, la
holandesa era más realista y contaba las cosas de manera más directa.
El detalle y la realidad. La Carraca pintada sobre el óleo
Por encima de esta línea suele pintar parte del cielo con un blanco
brillante que hace intuir que el espacio prosigue detrás y que sugiere
la curvatura de la Tierra. Así nos aparece retratado como un casco
dibuja un castillo de proa que a diferencia de la coca, no tiene una
estructura superpuesta al casco, sino que formaba parte de él
integrándose perfectamente, sin sobresalír por los costados.
Mayor altura que los castillos anteriores y, en muchas ocasiones,
colocados sobre varios puentes superpuestos. La misma estructura era
aplicada al alcazar de popa compuesto de dos o más puentes llamados
alcazarillos, englobados en la estructura de la nave, donde se
instalaron inicialmente los cañones. Las carracas tenían un casco
ligeramente más redondeado que las cocas e incorporaron por primera vez
los tres palos. El trinquete y el mayor con velas cuadradas (inicialmente
una cada palo) y el mesana una vela triangular. En las carracas más
evolucionadas se añadió un cuarto palo a popa llamado contramesana con
velas latinas. A medida que transcurrieron los años el velamen se
complicó añadiendo nuevas velas cuadradas a los dos primeros palos. Esta
estructura vélica dificultaba la navegación con viento de bolina pero
facilitaba la de viento de través y de popa. Fueron evolucionando, y a
finales del XVI llevaban 3 palos, habiendo algunas de 4. Los palos
tenían masteleros y llevaban cofas para situar a los arqueros.
Aunque, con diferentes grados de certeza, se le han atribuido muchas obras, sólo hay cinco cuadros firmados por Patinir.
Y esto es una cuestión importante. En cuadros tan tempranos, y de tanta
importancia histórica, en ocasiones es muy difícil establecer autorías.
De ahí las atribuciones. Meses y meses de investigaciones en archivos e
incluso la dación de rayos X sobre el marco del lienzo de otro cuadro,
el de la “batalla de Lepanto”, del Museo Naval de Madrid, no dió
finalmente autoría, a pesar incluso del estudio sobre el estilo de la
pincelada. Los especialistas, historiadores del arte y conservadores
bien conocen lo apasionante y complejo de la disciplina, de la búsqueda
de autorías en algunas de las marinas de la época moderna. El mar ha
sido un motivo recurrente en el arte y, sobre todo, en la pintura. Con
el tiempo, pintores como Canaletto, Willem van de Velde el viejo, Claude Joseph Vernet, Turner, Iván Aivazovski, Hokusai, Manet, Mo net, Sorolla, Homer, Childe Hassam, Joaquín Mir…
entre muchos otros, han dedicado a la mar parte esencial de su obra.
Parece que a Patinir le otorgan el bautismo de las marinas, un paisaje
que dará lugar a un nuevo estilo. Unas marinas en la historia, que con
el paso del tiempo nos hará disfrutar enormemente de las escenas
detalladas de estas naves que surcan la mar…
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