La extraordinaria "cápsula submarina casera" para crear aldeas bajo el agua
Hace 50 años, dos jóvenes y entusiastas submarinistas emprendieron una extraordinaria tarea de bricolaje: querían construir una cápsula en la que pudieran vivir en el fondo del mar. Te contamos la historia.
Dave McMullan | Hace 50 años, dos jóvenes y entusiastas submarinistas emprendieron una extraordinaria tarea de bricolaje: querían construir una cápsula en la que pudieran vivir en el fondo del mar.
Era el reflejo de una era optimista.
La Fortaleza Breakwater ha estado vigilando la entrada de la Bahía de Plymouth -en el sur de Inglaterra- durante casi 150 años.
Sus imponentes muros de piedra han observado mucha historia marítima, pero quizás ningún episodio es más fascinante que el Proyecto Glaucus.
Era septiembre de 1965. Los "fabulosos 1960" estaban en auge. Los Rolling Stones ocupaban el primer lugar de la cartelera de éxitos. El mundo estaba cambiando y todo parecía posible.
Colin Irwin, de 19 años, y su amigo John Heath eran submarinistas del Club Subacuático de Bornemouth y Poole. Estaban inspirados por una serie de costosos experimentos sobre la vida submarina.
Jacques Cousteau había creado tres Conshelf, abreviatura de Continental Shelf Station (Estación de la Plataforma Continental), unas estaciones submarinas para habitación e investigación ubicadas a 100m de profundidad y financiadas por la industria petrolera francesa.
Y la estadounidense SEALAB I, de la Marina, logró albergar a cuatro buzos durante 11 días en el lecho marino frente a la costa de Bermuda, a 58m de profundidad, hasta que el proyecto fue suspendido debido a una tormenta inminente.
Pionero
Los dos jóvenes submarinistas británicos decidieron emprender un proyecto similar. Irwin, ahora de 69 años, estaba convencido de que había que hacerlo: "En ese momento todos pensábamos: 'Bueno, ese es el futuro. Quizás no lograremos poblar la Luna, pero vamos a tener aldeas a través de toda la plataforma continental' y creíamos que había llegado el momento de que los británicos hiciéramos lo mismo".
Tomó meses de trabajo juntar el presupuesto de US$1.500 que se necesitaba para construir el hábitat Glaucus. "Uno de los miembros del club era hijo del dueño de un astillero, así que contábamos con alguien que en realidad podía construir una casa submarina de forma barata. Logramos organizar todo y hacer el trabajo", dice Irwin.
Los documentos y cartas de la época, sin embargo, muestran que el dinero era sumamente escaso. El equipo tuvo que rogar a la compañía que los abastecía de oxígeno para que se los regalara. Pero fue este presupuesto precario el que ganó al Glaucus su lugar en la historia.
Mientras Cousteau y la Marina de EE.UU. habían logrado utilizar enormes compresores para bombear oxígeno hacia sus hábitats, Irwin y su equipo simplemente no podían hacer eso.
Su solución fue pionera. "Tuvimos que analizar la atmósfera, ver cuál era el nivel de oxígeno, cuál era el nivel de dióxido de carbono y colocar cal sodada para que absorbiera el CO2 y rellenar con cilindros de oxígeno. Así que gracias a la economía, nos convertimos en la primera casa submarina con una atmósfera autocontenida", asegura Irwin.
Condiciones "terribles"
El Glaucus fue transportado a lugar donde habría de tomar residencia el 19 de septiembre por un barco remolcador y descendido 11m entre el rompeolas y la fortaleza, donde las aguas estaban más tranquilas. El hábitat terminado era un tanque cilíndrico de acerdo que pesaba dos toneladas y tenía 3,7m de largo y 2,1m de altura, el tamaño suficiente para poder caminar.
Una vez que Irwin y Heath entraron al lugar, se mantenían en contacto por teléfono con un equipo estacionado en la fortaleza. Pero fuera de eso, estaban solos.
El cuarto estaba cerrado, era muy frío y tenía una humedad de 100%. El tanque tenía una apertura en el fondo donde podía salirse al mar por una escotilla. Irwin recuerda que era una experiencia muy distinta de un buceo normal.
"Era psicológicamente diferente, porque normalmente si te ves en problemas, lo que quieres hacer es salir hacia el barco y hacia tierra firme. Pero después de estar allí abajo durante 24 horas, estábamos en lo que se llama un total buceo de saturación. Nuestros tejidos grasos estaban llenos de nitrógeno disuelto. Si hacíamos un ascenso de emergencia sufriríamos síndrome de descompresión".
Salir corriendo para ir al baño a un "número dos" era todo un desafío. Los buceadores tenían que restringirse a ir sólo cada dos días porque debían atravesar una escotilla hacia un compartimiento separado para que su zona de vivienda no se viera contaminada.
No era una vida de lujo. Pero sobrevivieron la semana. Es un logro que sigue mereciendo respeto, dice el doctor John Bevan, presidente de la Sociedad Histórica de Submarinismo, y que dirige el Museo Nacional de Buceo en Gosport.
"Es el hecho de que se trataba de un experimento de aficionados, y que fue tan exitoso en condiciones tan terribles. No era el Mediterráneo ni el Mar Rojo ni California. Era frío y húmedo y probablemente el más difícil de todos los experimentos de vida submarina", agrega.
De vuelta en tierra firme, Colin Irwin comenzó a trabajar en el diseño de una cápsula más grande y a tratar de obtener financiamiento del gobierno y la industria.
El hábitat Glaucus
- Un cilindro de metal de 1,8 toneladas que medía 3,7m de largo y 2,1m de diámetro.
- Tenía un lastre de arrabio y porciones de vías de tren que pesaban unos 14.000 kilos.
- El contenedor incluía una mesa plegable y dos literas, lo que daba a los buzos un espacio libre de 2m x 1,4m.
Pero lo que Cousteau y los experimentos estadounidenses habían demostrado era que el sueño de crear una vivienda submarina era demasiado costoso y arriesgado.
El sueño de los 1960 de crear aldeas submarinas cercanas a tierra firme comenzaba a desvanecerse. El propio Irwin cambió de carrera y se dedicó a promover la paz en el mundo. Trabajó tanto en Irlanda del Norte como en Medio Oriente. Ahora trabaja en la Universidad de Liverpool y ha perdido el contacto con su compañero submarinista John Heath.
El final de la historia
La cápsula Glaucus tuvo un fin bastante triste. Ahora yace a unos 13m de profundidad cerca de la Fortaleza Breakwater, donde gradualmente se está pudriendo.
Los submarinistas regularmente bajan a verla y el mismo Colin descendió por primera vez durante el verano con un equipo de la BBC. La casa submarina ya no puede ser recuperada porque está muy dañada, pero se está tratando de darle una nueva vida.
El Equipo de Tecnologías de Interfaz Humana de la Universidad de Birmingham ha estado trabajando en la creación de un panorama de realidad virtual en la Bahía de Plymouth, donde yacen muchos naufragios. La última incorporación al proyecto, llamado Virtual Heritage, es un buceo generado por computadora hacia y dentro del propio Glaucus.
El profesor Bob Stone está dirigiendo el proyecto. "Lo que nos interesa es el realismo", dice. "Podemos obtener imágenes muy detalladas, especialmente con la tecnología de videojuegos que estamos utilizando. Así que podemos simular el agua turbia, las partículas en el agua, los efectos de la luz bajo el agua".
Crear la realidad virtual ha sido un proceso largo y complejo. El equipo del profesor Stone utilizó los planes originales, además de tomas en primer plazo y fotos aéreas del Breakwater, y grabaciones de sonido para lograr que la reconstrucción sea lo más realista posible.
"Esperamos eventualmente colocar la simulación en un teléfono inteligente o tableta o descargarlo como app para mostrárselo a niños en el colegio, en particular los que viven en Plymouth y no tienen ni idea de que este tipo de historia está en la puerta de su casa".
Colin Irwin visitó Birmingham donde llevó a cabo su primer viaje virtual hacia sus recuerdos. "Lograron dar en el blanco: la altura, las dimensiones. En un punto saqué la mano para agarrarme cuando estaba subiendo por la escotilla de realidad virtual y, por supuesto, allí no había nada".
Irwin lamenta que el propio Glaucus no haya tenido un final digno de su hazaña. Pero gracias a la magia de la tecnología, quizás seguirá viviendo algo de su espíritu pionero.
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