viernes, 27 de septiembre de 2013

Llega la cosecha de la verdura marina

Llega la cosecha de la verdura marina

Dos firmas de Llanera y Llanes elaboran una gelatina para medicamentos y cosméticos a base de algas, ahora en plena época de recogida en puertos como el de Candás

Rubén Fernández y Julio Busto mostrando las algas que arrancaron en las profundidades del mar Cantábrico, en Candás.
Rubén Fernández y Julio Busto mostrando las algas que arrancaron en las profundidades del mar Cantábrico, en Candás.
José Artime lleva toda su vida dedicado al «arranque» del ocle. Pero como él hay muchas otras familias asturianas que tienen a las algas como su principal medio de vida. A pesar de que el trabajo es duro, esquivan la crisis, gracias a la subida del precio de esta planta.
Las algas son el gran desconocido del medio marino. Y eso a pesar de que su diversidad y cualidades las hacen susceptibles de ser utilizadas tanto en alimentación y agricultura como en cosmética y medicina. Un mundo aún por descubrir, al que se dedican muchas familias asturianas durante los meses de verano. Se trata de la campaña de recogida del ocle, un tipo de alga calcárea que se da en el ecosistema litoral de la región y que estos días siembra de olor marinero el puerto de Candás.
Hasta allí llegan a media tarde embarcaciones cargadas de kilos de estas plantas marinas, generalmente unos 10.000 por día, que luego son transportadas hasta los campos de secado. Pero antes de ello el trabajo ha sido más bien duro e, incluso, arriesgado, en especial para los buzos o ranas del ocle, encargados del arranque de estos organismos. A primera hora de la mañana ya ponen rumbo a altamar para sumergirse en las profundidades. Allí los buzos permanecen hasta más de cinco horas soportando altos niveles de presión. Por eso, no es de extrañar que sea muy «cansado y peligroso. Te estás jugando la vida constantemente. Aun así no le tenemos miedo, sino respeto», dicen Rubén Fernández y Julio Busto, dos de los buzos que trabajan en el arranque del ocle y cuyo trabajo finaliza en el puerto.
Es, entonces, el momento de sacar las algas de los barcos y transportarlas en camiones a los campos de secado, tal y como explica José Artime, dedicado a la recogida del ocle (del 1 de julio al 30 de septiembre) desde hace años y propietario de seis barcos que esta temporada trabajan próximos a la costa de Carreño. «Las algas se tienen que dejar secar unos días, mientras que varios tractores les van dando vueltas. Tras ello, se empaquetan en rollos de unos 500 kilogramos y luego se venden a las fábricas por alrededor de 1,60 euros cada kilo en seco», comenta Artime. Esas fábricas, que, en Asturias, son fundamentalmente Industrias Roko, en Llanera, y Agar de Asturias, en Llanes, se encargan de fabricar el «agar agar», una gelatina vegetal, a partir de la cual se elaboran los medicamentos y cosméticos.
De hecho, la aplicación de las algas en la industria farmacéutica está muy extendida. Estos organismos fotosintéticos son muy utilizados en la medicina tradicional oriental y actualmente se emplean también para combatir ciertas enfermedades o alteraciones comunes, gracias a su alto poder gelificante, antitumoral, antioxidante y anticolesterol, entre otros. De igual modo, la cosmética también se beneficia de las bondades de las algas. Su materia se utiliza en todo tipo de productos para el tratamiento de uñas rotas, acné, arrugas, seborrea e, incluso, caída de cabello.
Aparte de todo esto, las algas también se utilizan para la agricultura, sobre todo en las zonas costeras. Los agricultores recolectan durante todo el año los arribazones -las algas depositadas en las playas por la fuerza de la marea- para usar como abono y fertilizante.
Pero el uso más conocido de las algas es, quizás, el alimenticio. De hecho, ya el hombre prehistórico supo apreciar sus propiedades y hoy en día hay muchas sociedades que las incorporan a su dieta habitual, convirtiéndose, así, en un alimento común y tradicional en cocinas como la asiática y la chilena. Sin embargo, no sucede lo mismo en España y en Asturias, donde este ingrediente pasa más bien desapercibido por los fogones. «Es un mundo aún por descubrir y al que los hosteleros de la región ven con cierto miedo. Pero yo les animaría a que se atrevieran a utilizar las algas en sus platos, porque no son difíciles de trabajar», asegura Marcos Morán, del restaurante Casa Gerardo, en Prendes (Carreño). Todo lo contrario, «se pueden utilizar o bien como verduras en menestras, salteados y guisos, o bien, como complementos gustativos en pescados», comenta Morán. Además de al natural, ya que las algas tienen grandes cualidades.
Los expertos destacan su gran riqueza en vitaminas y minerales, hoy escasos en los elementos más comunes de la dieta tradicional. Algunas, dependiendo del tipo, son ricas en proteínas, en fibras y fitocoloides, sustancias que actúan favoreciendo la movilidad intestinal y sacian, por lo que son adecuadas para dietas de adelgazamiento. Y por si fueran poco, encima son pobres en grasas e hidratos de carbono.
Actualmente se conocen unas 50.000 especies diferentes de algas, que constituyen un tercio de la biomasa del planeta. Esto les permite a los cocineros darles distintos medios de elaboración. Así, por ejemplo, como apunta Morán, una «lechuga de mar», mejor al natural, mientras que el alga «kombu», en caldos y cocidos. Pero las combinaciones son infinitas. Y en esto el mayor experto es la empresa gallega Porto Muiños, que ha sido la encargada de comercializar y extender el uso de las algas en la gastronomía española. Porque estos organismos, al fin y al cabo, son verduras. De mar, pero igualmente verduras.

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