Un «dron buzo» resistente al frío medirá el cambio climático
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Un equipo de investigadores de la Universidad Laval (Canadá) ha fabricado un dron que resiste las temperaturas extremas del océano Ártico, con el fin de que pueda comprobar los efectos del cambio climático.
El nuevo artilugio proporcionará, por tanto, una información privilegiada y directa de los efectos del calentamiento, que complementará los datos que los científicos tienen actualmente por otros medios, ya sea sobre el terreno o mediante fotografías aéreas o prospecciones submarinas.
Según informa la agencia de la UE Cordis, el dron Argo es capaz de zambullirse a hasta casi dos mil metros para recabar información sobre los organismos marinos. Permite, por tanto, recabar información hasta ahora inalcanzable, ampliar los conocimientos sobre el ecosistema marino ártico y detectar efectos del cambio climático.
Hoy por hoy ya se cuentan por miles los drones, o boyas, tipo Argo repartidos por los océanos, pero muy pocos en en el Ártico por sus condiciones tan adversas, como explica Brigitte Robineau, directora ejecutiva de Québec-Océan: «Actualmente hay ya casi cuatro mil boyas Argo desplegadas por los océanos. Pero en el Ártico existen muy pocas, por las fuertes restricciones que imponen los icebergs y la fría banquisa marina. Como hablamos de instrumentos que pueden proporcionar información muy valiosa a la comunidad científica interesada, el equipo de Marcel Babin y Claudie Marec se puso manos a la obra para diseñar y fabricar una boya adaptada a este entorno».
Como indica José Lagunas Morales, ingeniero del proyecto especialista en sistemas incorporados, la mayor dificultad radicaba en proteger el dron frente a la acción del frío. Lo cierto es que el dron pasa casi todo el tiempo bajo el agua, pero al emerger a la superficie puede colisionar con hielo, lo que podría dañar el equipo de telecomunicaciones, los sensores térmicos y demás tecnologías. También podría quedar atrapado en el hielo, lo cual supondría un coste muy elevado. Según Lagunas, «tenemos que evitar que el aparato quede atrapado en el hielo, porque quedaría inutilizado para la investigación. Cualquier error de diseño o de programación saldría muy caro, en sentido figurado y también literal, porque el coste por unidad ronda los 90 000 dólares (80 300 euros)».
Por esta razón, Lagunas creó un sistema óptico con el que el Argo puede detectar la presencia de hielo: «Al aproximarse a la superficie, proyecta un haz láser; entonces recoge y analiza la luz reflejada y así puede determinar si hay alguna masa de hielo en el agua. La boya tan solo necesita una vía despejada de un metro cuadrado, pero la hemos dotado de un margen de seguridad de hasta tres metros cuadrados».
El dispositivo se ha probado ya en las aguas de la bahía de Baffin, ubicada entre la isla de Baffin y la costa suroccidental de Groenlandia. Según la Universidad Laval, si las pruebas son satisfactorias, en cuestión de meses se desplegarán en el Ártico cuatro boyas Argo dotadas de este sistema de detección óptica de hielo. Se espera que en un plazo de tres años los investigadores del sector puedan recibir información de una flota formada por veintitrés aparatos. Estos drones cuentan con una batería que posee una vida útil impresionante que alcanza los cuatro años. Como informa engadget, «Pero si todo va bien, este dron ya estará vigilando los efectos biológicos del cambio climático en pocos meses».
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Un equipo de investigadores de la Universidad Laval (Canadá) ha fabricado un dron que resiste las temperaturas extremas del océano Ártico, con el fin de que pueda comprobar los efectos del cambio climático.
El nuevo artilugio proporcionará, por tanto, una información privilegiada y directa de los efectos del calentamiento, que complementará los datos que los científicos tienen actualmente por otros medios, ya sea sobre el terreno o mediante fotografías aéreas o prospecciones submarinas.
Según informa la agencia de la UE Cordis, el dron Argo es capaz de zambullirse a hasta casi dos mil metros para recabar información sobre los organismos marinos. Permite, por tanto, recabar información hasta ahora inalcanzable, ampliar los conocimientos sobre el ecosistema marino ártico y detectar efectos del cambio climático.
Hoy por hoy ya se cuentan por miles los drones, o boyas, tipo Argo repartidos por los océanos, pero muy pocos en en el Ártico por sus condiciones tan adversas, como explica Brigitte Robineau, directora ejecutiva de Québec-Océan: «Actualmente hay ya casi cuatro mil boyas Argo desplegadas por los océanos. Pero en el Ártico existen muy pocas, por las fuertes restricciones que imponen los icebergs y la fría banquisa marina. Como hablamos de instrumentos que pueden proporcionar información muy valiosa a la comunidad científica interesada, el equipo de Marcel Babin y Claudie Marec se puso manos a la obra para diseñar y fabricar una boya adaptada a este entorno».
Como indica José Lagunas Morales, ingeniero del proyecto especialista en sistemas incorporados, la mayor dificultad radicaba en proteger el dron frente a la acción del frío. Lo cierto es que el dron pasa casi todo el tiempo bajo el agua, pero al emerger a la superficie puede colisionar con hielo, lo que podría dañar el equipo de telecomunicaciones, los sensores térmicos y demás tecnologías. También podría quedar atrapado en el hielo, lo cual supondría un coste muy elevado. Según Lagunas, «tenemos que evitar que el aparato quede atrapado en el hielo, porque quedaría inutilizado para la investigación. Cualquier error de diseño o de programación saldría muy caro, en sentido figurado y también literal, porque el coste por unidad ronda los 90 000 dólares (80 300 euros)».
Por esta razón, Lagunas creó un sistema óptico con el que el Argo puede detectar la presencia de hielo: «Al aproximarse a la superficie, proyecta un haz láser; entonces recoge y analiza la luz reflejada y así puede determinar si hay alguna masa de hielo en el agua. La boya tan solo necesita una vía despejada de un metro cuadrado, pero la hemos dotado de un margen de seguridad de hasta tres metros cuadrados».
El dispositivo se ha probado ya en las aguas de la bahía de Baffin, ubicada entre la isla de Baffin y la costa suroccidental de Groenlandia. Según la Universidad Laval, si las pruebas son satisfactorias, en cuestión de meses se desplegarán en el Ártico cuatro boyas Argo dotadas de este sistema de detección óptica de hielo. Se espera que en un plazo de tres años los investigadores del sector puedan recibir información de una flota formada por veintitrés aparatos. Estos drones cuentan con una batería que posee una vida útil impresionante que alcanza los cuatro años. Como informa engadget, «Pero si todo va bien, este dron ya estará vigilando los efectos biológicos del cambio climático en pocos meses».
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