Un cúmulo estelar enterrado en un gigante
El colorido cúmulo estelar NGC 2367
ESO
El
NGC 2367 es un brillante cúmulo estelar descubierto en Inglaterra por
el infatigable observador Sir William Herschel allá por el 20 de
noviembre de 1784, y que ahora ha aportado una nueva visión. El
telescopio de 2,2 metros MPG que el Observatorio Austral Europeo (ESO)
tiene en Chile ha captado a esta agrupación estelar infantil en el centro de una inmensa y antigua estructura situada en los márgenes de la Vía Láctea.
El cúmulo estelar NGC 2367 está a unos 7.000 años luz de la Tierra, en la constelación Canis Major. Con una existencia de tan solo unos cinco millones años, la mayoría de sus estrellas son jóvenes y calientes y brillan con una intensa luz azul. En esta nueva imagen, esto contrasta de forma impresionante con el sedoso brillo rojizo del gas de hidrógeno circundante, según informa el ESO en un comunicado.
Los
cúmulos abiertos como NGC 2367 son comunes en las galaxias espirales
como la Vía Láctea y tienden a formarse en las regiones exteriores de su
anfitriona. En sus viajes sobre el centro galáctico, se ven afectados
por la gravedad de otros grupos, así como por grandes nubes de gas que
pasan cerca.
Dado que, de entrada, los cúmulos abiertos están
débilmente ligados por la gravedad, y puesto que pierden masa
constantemente (ya que parte de su gas es expulsado lejos por la
radiación de las estrellas jóvenes calientes), estos disturbios ocurren
con la suficiente frecuencia como para provocar que las estrellas se
alejen de sus hermanas, tal y como se cree que le ocurrió al Sol hace
muchos años. Normalmente, se espera que un cúmulo abierto sobreviva unos
cientos de millones de años antes de que se disperse totalmente.
Mientras
tanto, los cúmulos son excelentes laboratorios de campo para estudiar
la evolución estelar. Todas las estrellas que lo forman nacen
aproximadamente al mismo tiempo de la misma nube de material, lo cual
significa que pueden compararse unas con otras con mayor facilidad,
permitiendo determinar sus edades y su evolución.
Como muchos otros cúmulos abiertos, NGC 2367 está alojado dentro de una nebulosa de emisión,
de la cual nacieron sus estrellas. Los restos se muestran como volutas y
nubes de gas de hidrógeno, ionizado por la radiación ultravioleta que
emiten las estrellas más calientes. Lo más insólito es que, al alejarnos
de la agrupación y su nebulosa, vemos una estructura mucho más grande:
se cree que NGC 2367 y la nebulosa que lo contiene son el núcleo de una
nebulosa de mayor tamaño, conocida como Brand 16, que, a su vez, es sólo
una pequeña parte de un enorme megaburbuja, conocida como GS234-02,
según informa el ESO.
La megaburbuja GS234-02 se encuentra en las
afueras de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Es una enorme estructura que
abarca cientos de años luz. Comenzó su vida cuando un grupo de
estrellas especialmente masivas, que producían fuertes vientos
estelares, creó burbujas individuales de gas caliente en expansión.
Finalmente, esas burbujas cercanas acabaron fusionándose y formando una
superburbuja, y los cortos periodos de vida de las estrellas que hay en
su núcleo indican que estas explotaron como supernovas casi al mismo
tiempo, ampliando la superburbuja aún más, hasta el punto en que se
acabó fusionando con otras superburbujas, y ahí es cuando se formó la
megaburbuja. La formación resultante es una de las estructuras más
grandes que pueden existir dentro de una galaxia.
Este sistema
concéntrico en expansión, tan antiguo como enorme, proporciona un
ejemplo maravilloso de las estructuras complejas y conectadas esculpidas
en las galaxias por la vida y la muerte de las estrellas.
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