Hace 100 años: Un torpedo hundía el 'Lusitania'
El
trasatlántico británico fue hundido por el submarino alemán U-20 frente
a la costa meridional de Irlanda, cuando realizaba la
Nueva York-Liverpool. | De los 1.960 ocupantes murieron 1.197 (entre
ellos 291 mujeres y 94 niños, incluyendo 31 de los 35 bebés). | Entre
las víctimas se encontraba el ingeniero Frank Stear Pearson, impulsor de
la electrificación de Catalunya a través de La Canadenca.
Una de las explicaciones más simples para justificar el salto de Estados Unidos desde el aislacionismo hasta su conversión en
global se basa en las agresiones exteriores que la obligaron a
intervenir en las dos guerras mundiales. La primera de ellas, el
hundimiento del trasatlántico Lusitania por un submarino alemán el 7 de
mayo de 1915, que costó la 1.197 personas, entre ellas 124 estadounidenses. La segunda, el ataque japonés contra Harbor el 7 de diciembre de 1941, que mató a 2.043 norteamericanos.
A diferencia del ataque a Pearl Harbor, el hundimiento del Lusitania no fue causa directa de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. El presidente Woodrow Wilson, fiel a su promesa electoral, todavía mantuvo la neutralidad dos años más, hasta el 4 abril de 1917. Y hubo otro acontecimiento más decisivo: el intento de Alemania de ganarse a México, a quien prometió su ayuda, con el célebre telegrama Zimmerman, para recuperar Texas, Nuevo México y Arizona. Pero ni siquiera la temeraria propuesta alemana lo explicaría todo. La opción de convertir a Estados Unidos en una superpotencia había sido adoptada antes de la Gran Guerra por una parte sustancial de las élites estadounidenses, que no estaban dispuestas a dejar pasar la oportunidad bélica para imponerse a los defensores del neutralismo.
A diferencia del ataque a Pearl Harbor, el hundimiento del Lusitania no fue causa directa de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. El presidente Woodrow Wilson, fiel a su promesa electoral, todavía mantuvo la neutralidad dos años más, hasta el 4 abril de 1917. Y hubo otro acontecimiento más decisivo: el intento de Alemania de ganarse a México, a quien prometió su ayuda, con el célebre telegrama Zimmerman, para recuperar Texas, Nuevo México y Arizona. Pero ni siquiera la temeraria propuesta alemana lo explicaría todo. La opción de convertir a Estados Unidos en una superpotencia había sido adoptada antes de la Gran Guerra por una parte sustancial de las élites estadounidenses, que no estaban dispuestas a dejar pasar la oportunidad bélica para imponerse a los defensores del neutralismo.
El viernes, 7 de mayo de 1915, el Lusitania que por aquel entonces era junto a su gemelo el Mauritania el transatlántico mayor del mundo- fue hundido sin previo aviso por el submarino alemán U-20, comandado por Walter Schwieger, a la altura de Kinsale, en la costa meridional de Irlanda, cuando embocaba el canal de San Jorge que separa las costas de aquella isla con las de Gales.
Desde septiembre de 1914, cuando el Almirantazgo británico había informado a la compañía Cunard de que su buque insignia quedaba virtualmente requisado, sus viajes entre Liverpool y Nueva York se vieron sometidos a la consiguiente autorización, teniendo en cuenta la prioridad de los cargamentos oficiales, permitidos por las reglas de neutralidad de Estados Unidos, sobre el transporte de viajeros. Bajo estas condiciones, el Lusitania partió el 1 de mayo de 1915 de Nueva York transportando 1.960 ocupantes (contando los tres polizones que fueron arrestados después de que el barco zarpara), una cifra por debajo de su capacidad máxima de 2.300 pasajeros y 900 tripulantes. Entre su controvertida carga, la declaración oficial reconocía unas 170 toneladas de munición de rifle, 1.250 proyectiles de artillería y 50 barriles de aluminio inflamable y polvo de bronce. Aunque algunos investigadores han mantenido que la carga era mucho mayor y que su peligrosidad determinó el rápido hundimiento del buque.
Tanto la tripulación como los pasajeros eran conscientes del peligro que suponían los submarinos alemanes, sobre todo desde que el 18 de febrero Alemania había iniciado el bloqueo a las islas británicas y todos los buques de su bandera se convirtieron en objetivo de la flota germana. Incluso la embajada alemana había puesto anuncios en más de 50 periódicos estadounidenses advirtiendo del peligro de embarcarse en la travesía del Atlántico. Pero no había medio alternativo de viaje y los viajeros confiaban en que la velocidad máxima de crucero de 25 nudos del Lusitania garantizaba su seguridad. De hecho, el capitán del trasatlántico, William Turner, informado por el Almirantazgo, había redoblado la vigilancia al llegar a la altura de Irlanda y aunque se sorprendió al no encontrar ningún buque de la Royal Navy que les escoltara, como era costumbre, decidió proseguir la ruta para llegar a Liverpool lo antes posible.
Pero la niebla le jugó una mala pasada, tuvo que aflojar la velocidad hasta 15 nudos. Una velocidad accesible para convertirse en un objetivo fácil para un submarino. Además pocos minutos antes de sufrir el ataque se abrieron las nubles y el sol lució sobre un mar apacible. El U-20 alemán, en retirada hacía su base tras haber consumido casi todo el combustible, vio como el transatlántico se dirigía directamente hacia él y sólo tuvo que maniobrar para disparar el torpedo a una distancia inferior a los 500 metros. Pasaban diez minutos de las dos de la tarde.
Según testimonios de la época, algunos tripulantes y pasajeros tuvieron tiempo de observar la estela de burbujas que dejaba tras de sí el torpedo que impactó a estribor del buque. La explosión o explosiones (algunas tesis defienden que hubo dos torpedos) fue seguida de una explosión interna mucho mayor, que algunos atribuyen al armamento y explosivos almacenados en la bodega y otros a la deflagración del polvo de carbón que quedaba en los depósitos o a la destrucción de una de las calderas de la nave.
El naufragio fue rapidísimo. Una vez ordenada la evacuación por el capitán se desató el caos. La electricidad falló, sumiendo las cubiertas y camarotes interiores en la oscuridad. Algunas puertas de seguridad se bloquearon, atrapando a quienes estaban detrás. En pocos minutos el buque se escoró hacía estribor, se hundió la proa y sólo dio tiempo a arriar en condiciones 6 de los 23 botes salvavidas. Bastaron 18 minutos para que el gigante de los mares se fuera a piqué.
Las cifras de la catástrofe hablan por sí solas. De los 1.960 pasajeros y tripulantes del Lusitania, sólo sobrevivieron 764. El total de víctimas fue de 1.197, murieron 785 pasajeros (entre ellos 291 mujeres y 94 niños, incluyendo 31 de los 35 bebés a bordo) y 412 tripulantes. Los cadáveres de más de 600 ocupantes no fueron hallados nunca. Entre las 124 víctimas estadounidenses se encontraba el multimillonario Alfred Vanderbilt (cedió en la cubierta su chaleco salvavidas a una pasajera. Su cuerpo fue hallado días después tras una intensa búsqueda incentivada por 125.000 libras para quien lo encontrara) y el ingeniero Frank Stear Pearson (impulsor de la electrificación de Catalunya a través de La Canadenca y Barcelona Traction). Vicente Egaña, el único pasajero de nacionalidad española, sobrevivió tras permanecer en el agua varias horas, tras ayudar valerosamente a varias mujeres a embarcar en los botes salvavidas.
El hundimiento del Lusitania, como tantas otros acontecimientos decisivos, se ha visto desde entonces sometido a importantes controversias y deja abiertos permanentes interrogantes sobre los que expertos vuelven una y otra vez: ¿era realmente un objetivo de guerra o fue la casualidad del encuentro con el U-20 el que determinó su suerte? ¿Llevaba un cargamento de material de guerra superior al declarado? ¿Cuál fue el origen de la segunda explosión? ¿Fue aventurada la conducta del capitán Turner de adentrarse en el canal sin escolta, bajando la velocidad y sin navegar en zigzag como mandaba el protocolo? ¿El Almirantazgo británico sacrificó el barco para implicar más directamente a Estados Unidos en la guerra? Preguntas que durante cien años ni la compañía Cunard ni las autoridades británicas han tenido interés en aclarar definitivamente. Parte de la documentación entre el barco y el Almirantazgo se perdió y todavía hoy existen documentos clasificados a los que los investigadores no pueden acceder. (La Vanguardia Barcelona)
05/05/15
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