«El Ártico es una Meca rusa», ha escrito en Twitter el viceprimer ministro ruso tras su visita reciente al archipiélago noruego de Svalbard
Con una guerra empantanada en el este de Ucrania y con las consecuentes sanciones económicas
de Occidente, Rusia no cesa en su búsqueda de alternativas económicas
para no hundirse. Por un lado, intenta reforzar sus alianzas con socios
estratégicos como Venezuela y por el otro, profundiza en su exploración
energética a lo largo de su extenso territorio. A este respecto, parece
dirigirse el Gobierno de Putin con el Ártico, donde además de Rusia
otros siete países son propietarios y benefactores de los recursos
naturales del fondo marino: Canadá, Dinamarca por Groenlandia, Noruega, Estados Unidos, Suecia, Finlandia e Islandia.
«El Ártico es una Meca rusa», ha
escrito en Twitter el viceprimer ministro ruso tras su visita reciente
al archipiélago noruego de Svalbard. Tal como analiza «BBC Mundo»,
estas declaraciones, más que una provocación, fueron una declaración de
principios. En el mismo artículo recuerdaa que, en 2007, el
vicepresidente de la Cámara de Diputados rusa y también popular
explorador polar, Artur Chiligárov, colocó en el fondo del Ártico una
cápsula de titanio.
Para sobreponerse a la crisis económica, que a duras penas está sabiendo apaciguar el Gobierno, Putin trata de abrir nuevas rutas de tránsito, en las que ha encontrado nuevos depósitos de petróleo y minerales. Según un artículo de «Oro y Finanzas»,
para este propósito, Moscú está planificando una militarización con la
que consolidar su fuerza antes de fin de año ante la mirada de sus
vecinos.
El Ártico contiene nada menos que el 25% de las reservas mundiales
de petróleo y gas, no descubiertas y que se esconden bajo sus gélidas
aguas. Moscú, sabedor de este dato y del progresivo deshielo, quiere
posicionarse en lo que es una zona mucho más tranquila tanto en política
como en volatilidad económica que Oriente Próximo.
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