Los
científicos han demostrado que, en estas zonas volcánicas, ciertas
especies presentaban modelos de comportamiento inducidos por
diferentes características de los medios sedimentarios de cada época
estudiada.
Los fósiles y las evidencias de su
actividad biológica en depósitos marinos de hace 11 millones de años
en el archipiélago de Cabo Verde constituyen registros conservados en
las rocas que relatan cómo eran las costas de estas islas en el
pasado. Investigadores de las universidades de Huelva, Lisboa,
Ensenada (Baja California), Columbia (Nueva York) y Massachussets han
estudiado por primera vez cómo han ido evolucionando el conjunto de
islas de origen volcánico a través del análisis de las especies
marinas que las poblaban.
Los científicos han demostrado que, en estas zonas volcánicas,
ciertas especies presentaban modelos de comportamiento inducidos por
diferentes características de los medios sedimentarios de cada época
estudiada.
En el estudio los expertos se han centrado en reconocer las
evidencias de la actividad orgánica de diferentes tipos de organismos
marinos -como corales, bivalvos, gasterópodos y erizos entre otros- en
superficies rocosas que tienen antigüedades comprendidas entre 11 y 1
millón de años.
“Es la primera vez que se estudian estos organismos
en las islas atlánticas de origen volcánico, ya se habían analizado
en las plataformas continentales. Sin embargo, estas islas nacen con
una extensión pequeña y se van construyendo con la actividad
volcánica. Esta particularidad hace que la lucha entre las especies y
el volcán sea continua”, explica el investigador de la Universidad de Huelva Eduardo Mayoral.
En esa batalla por ganar terreno, la actividad de los organismos del
pasado se manifiesta con perforaciones en rocas basálticas perforadas
por especies que buscan un domicilio, como los bivalvos o los erizos
de mar. En otros casos, se trata de bioconstrucciones que colonizan
estas superficies.
“Estas evidencias de su actividad orgánica o de su comportamiento
nos han permitido reconocer la existencia de antiguos litorales rocosos
en esas zonas y relacionarlos con la evolución tectónica regional y
los principales avances o retrocesos del nivel del mar en aquellas
épocas”, detalla el investigador.
Con estas pistas tanto biológicas como geológicas, los expertos
configuran un escenario de cómo serían esos entornos marinos en el
pasado. Además, con esos registros geológicos y la observación del
entorno en el presente pueden también esbozar cómo evolucionará la
zona.
“Con estudios de este tipo se pueden hacer modelos predictivos.
Tenemos evidencias del Mioceno y el Pleistoceno, también conocemos la
zona en el presente, el siguiente paso es extrapolarlo al futuro.
Aunque cabe el factor sorpresa, porque hablamos de zonas volcánicas
caracterizadas por unos comportamientos geológicos muy activos”,
advierte.
Estudio en sedimentos blandos
Los
investigadores han analizado también la actividad biológica en
sedimentos blandos como arenas o arcillas. En estas superficies, han
podido deducir comportamiento de organismos excavadores. “En este caso,
están condicionados por los episodios de erosión y sedimentación que
se produjeron en los fondos marinos”, precisa Mayoral.
Por último, el equipo internacional ha analizado también los
depósitos formados por algas coralinas que construyen estructuras de
forma esférica denominadas rodolitos y que están asociados a las
anteriores superficies. “De esta forma, hemos podido elaborar un modelo
general para explicar su conservación y su modo de transporte desde
las zonas de plataforma donde vivían hasta la costa”, apostilla el
experto.
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