El
resultado es un ecosistema inestable que comportará una reorganización
de los ecosistemas marinos con consecuencias desconocidas en el
equilibrio de los océanos. Los científicos estiman que en 2048 habrá
desaparecido cualquier pez en el mar de seguir sobrepescando al ritmo
actual.
Hoy en día, entre el 50 y el 70 % de los grandes depredadores como el
pez espada se captura por debajo de su talla mínima permitida y un
tercio largo de las capturas en todo el mundo es ilegal. El atún rojo se
encuentra al borde del colapso, con una población actual que hace
prácticamente irreversible su recuperación como ya ocurrió con el
bacalao en la costa este de Canadá en la década de los 90. Algunos
países consideran que el atún rojo, una vez la especie más común y
popular en todos los océanos del mundo, debería ser listado bajo la
Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas,
CITES, propuesta que en marzo de 2010 fue rechazada bajo la presión de
países como Japón.
Dramáticas alteraciones en los ecosistemas marinos
Con la desaparición practicamente de la mayoría de depredadores
importantes del océano y la pérdida de hábitat no sólo estamos cambiando
el equilibrio relativo de los océanos sino alterando también el proceso
evolutivo de las especies, forzando ciclos de reproducción prematuros y
contribuyendo a la disminución física de los individuos.
Pero eso no es todo.
A medida que aniquilamos los máximos depredadores, aumenta la pesca de
especies menores como la sardina, el abadejo, la caballa, el calamar y
la anchoa, es decir, la cadena alimenticia que de siempre ha alimentado a
los peces más grandes. Actualmente, siete de las diez pesquerías más
importantes del mundo se dedican a la pesca de toneladas de estos
pequeños peces para el abastecimiento de piscifactorías, dejando apenas
un 20% de estas especies para el sustento de los grandes depredadores.
La matanza en masa de estos pequeños peces obliga a los depredadores
supervivientes a competir con los enormes buques de pesca
industrializados de los que a menudo son víctimas incidentales en la
búsqueda de los bancos de peces.
La desaparición de especies vitales significa la diezma de otras tales
como aves marinas y mamíferos marinos, muy sensibles a la escasez de
alimento. Los científicos informan de una acusada desnutrición debido a
la falta de alimento en depredadores marinos como delfines, ballenas,
focas, leones marinos y aves, haciéndolos más vulnerables a enfermedades
y sin la energía suficiente para su reproducción. Un ejemplo es el caso
del delfín mular en el Mar Mediterráneo cuya población ha disminuido
dramáticamente debido a la sobrepesca de la sardina y la anchoa. Muchas
aves marinas, como la gaviota tridáctila en Escocia, la pardela balear
en España, el frailecillo en Noruega y el arao de Brunnich en Islandia,
han experimentado descensos en sus poblaciones de hasta un 60 % al no
poder prever suficiente alimento para sus crías.
Pesca industrial: Una batalla perdida para los océanos y sus habitantes
Los pescadores han podido mantener la demanda de pescado mundial
moviéndose a nuevas costas y aguas más profundas. Lamentablemente,
estamos alcanzando rápidamente los límites de los océanos. Cuando los
pescadores inician una pesquería, dirigen sus esfuerzos en la captura de
aquellos peces más grandes y de más valor. Una vez éstos empiezen a
escasear, las flotas van en busca de las especies de tamaño medio que
anteriormente habían descartado. Para aumentar una captura cada vez
menor, los buques de arrastre peinan el suelo marino, destruyendo el
lecho marino y mucha de su vida marina. Este daño en lo alto y bajo de
la cadena alimentaria tiene un efecto en cascada, permitiendo que algas y
medusas tomen posesión de lo que una vez fueron unas aguas ricas y
creando zonas muertas carentes de oxígeno. Los subsidios añaden más leña
al fuego, sustentando una flota pesquera mundial que actualmente es
entre dos y cuatro veces mayor que la necesitada para pescar la captura
actual.
Un descomunal arsenal tecnológico de matanza evoluciona año tras año
para que la pesca sea cada vez más efectiva en la localización del
último pez que crea estar a salvo. Para los peces se trata de una
batalla perdida en la lucha contra las tecnologías de GPS, radares,
satélites e información computerizada que permiten la localización de
los bancos de peces, congregados para protegerse de sus depredadores
naturales. Estos últimos supervivientes del océano están bajo continua
presión con el uso de helicópteros y avionetas que rastrean el suelo
marino empleando satélites y sensores para capturarlos, convirtiendo el
suelo marino en una proyección tridimensional a bordo de los buques.
El despliegue de las líneas de palangre armadas con miles de anzuelos
cebados pueden alcanzar hasta los 120 kilómetros. Los buques de arrastre
o máquinas perfectas de pesca masiva e indiscriminada alcanzan los 170
metros de longitud y almacenan a bordo el volumen equivalente a 12
jumbos.
Los buques de arrastre de fondo implican poderosos barcos para el
arrastre de pesadas redes lastradas con pesos de plomo a lo largo del
suelo marino para la captura intensiva de la vida marina. Cada año,
estos colosales buques peinan un área dos veces el tamaño de Estados
Unidos. La delicada hierva marina como la Posidonia y catedrales
naturales como los corales que sirven de guarida a especies no objetivo y
juveniles, son despedazadas cada día por los buques de arrastre en los
océanos de todo el mundo.
Redes de 50 metros de longitud y hasta 4 de diámetro extraen en pescado
el peso de un avión mediano. Cuando los barcos están llenos, el pescado
simplemente es transferido a buques frigoríficos en alta mar que lo
procesan para su posterior consumo, de este modo los barcos pueden
seguir despojando los mares durante meses sin necesidad de regresar a
puerto.
La captura mundial anual de pescado (124 millones de toneladas métricas) es igual en peso a 378 edificios del Empire State.
La Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones
Unidas, FAO, señala que un 25 % de las capturas mundiales (unos 29
millones de toneladas) acaban tiradas por la borda, generalmente
especies no objetivo, ilegales en el mercado, de inferior calidad o de
talla no permitida y que el 95 % de la captura de fletán es pesca
incidental, en la que se incluyen especies en peligro de extinción o
sobreexplotadas.
Más inquietante es el hecho que la pesca industrial tarda apenas entre
diez y quince años en mermar a una décima parte cualquier especie que
encuentra. La FAO estima que actualmente el 80 % de las 523 poblaciones
de peces mundiales están plenamente explotadas, sobrexplotadas o
agotadas. La situación parece más crítica para algunas especies
altamente migratorias y otras poblaciones que se explotan única o
parcialmente en alta mar. Un ejemplo es la de los tiburones oceánicos
altamente migratorios, ya que más de la mitad de las poblaciones sobre
las que se dispone de información figuran como sobreexplotadas o
agotadas.
Inacción por parte de los gobiernos
Todos estos desencadenantes deberían ser causa de gran preocupación y
desvelo y la toma urgente de una acción inmediata, pero el hecho es que
la mayoría de la gente y cuerpos gubernamentales se mantienen inactivos
ante este desastre ecológico, unos rechazando ver la realidad y otros
negando los consejos por parte de ecologistas y científicos (como es el
caso de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún del
Atlántico, CICAA), infringiendo sus propias regulaciones, sorteando
acuerdos internacionales o negociándolos con otros países y
subvencionando millonariamente a las flotas pesqueras, siendo España el
país que más subvenciones recibe de la Unión Europea y que
principalmente destina a la construcción de nuevos buques, contribuyendo
a la sobrecapacidad de sus buques y a la sobreexplotación de las
especies.
Acuerdos con terceros países, banderas de conveniencia y pesca ilegal
Según Oceana, las compañías pesqueras del llamado lobby G-10 (Pescanova,
Freiremar, Pescapuerta,..) abanderan la mayoría de sus buques en
terceros países y a menudo faenan en países en vías de desarrollo como
Namibia, Senegal y Mozambique, que carecen de evaluaciones científicas,
gestión de la pesquería y controles como los que se requieren en Europa.
El punto más revelador sobre los acuerdos de la Unión Europea con
Senegal es que no se imponen cuotas de captura para conservar los
stocks. España proporciona el mayor mercado para la merluza de Namibia,
con un 61 % del total de la captura de merluza exportada al mercado.
Cerca del 77 % del consumo del pescado mundial procede de estos países
en vías de desarrollo. El 80% de la captura en 2006 procedió de países
en vías de desarrollo y fueron consumidas en los países ricos.
Aproximadamente dos tercios de los océanos están prácticamente libres de
leyes y los barcos se atienen únicamente a las leyes firmadas por el
país de su bandera. Sin embargo, muchas naciones pesqueras no han
firmado ningún acuerdo internacional de protección de los mares.
Actualmente, 170 barcos bajo banderas de conveniencia tienen fletador
europeo, más de la mitad son españoles y 600 buques ilegales operan en
el Mar Mediterráneo.
Actualmente 200 buques de arrastre españoles faenan a los largo de la costas de África Occidental.
La pesca en aguas de países con cierta inestabilidad política es la
estrategia preferida por parte de la flota de la Unión Europea. Las
flotas atuneras española y francesa saquean regularmente las aguas de
Somalia aprovechando la situación política del país, el único en la
tierra que carece de gobierno legítimo. Recientemente la Comisión
Europea reanudó su acuerdo de pesca con Costa de Marfil cuando el país
se encontraba en la agonía de la guerra civil.
Angola, donde millones de personas mueren de hambruna, se sitúa entre
los países con los que la Unión Europea ha firmado acuerdos. La élite
del país recibe 32 millones de dólares por permitir que 85 buques de la
UE pesquen atún, gamba y especies pelágicas en sus aguas.
La pesca explosiva en los litorales coralinos en el sudeste asiático, la
pesca ilegal en reservas marinas como la Reserva Marina de las Islas
Galápagos, la destrucción de áreas vitales de desove como los manglares,
la pesca de krill, eslabón indispensable en la cadena trófica que
sustenta la biomasa así como la caza ilegal de ballenas en áreas
declaradas santuarios internacionales como el Santuario de Ballenas del
Océano Antártico, añaden más presión a los ya explotados océanos y a la
cadena alimenticia.
El mito de la piscifactoría como solución
Las propuestas más desencaminadas de como aplacar el problema de la
sobrepesca fomentan la construcción de piscifactorías como solución
sostenible y ecológica, ya en auge en China, Noruega, Chile, Japón y el
litoral español, principalmente en Galicia y la costa levantina de
Murcia.
El hecho es que son justamente todo lo contrario pues básicamente
consiste en la captura de peces salvajes para alimentar a peces de
granja. Esto es, la piscifactoría roba a Pedro para dar a Pablo. No hay
productividad sino con certeza, un desastre ecológico.
A parte de los riesgos ecológicos y medioambientales como son la fuga y
cruce entre especies salvajes y de granja, el aumento y desarrollo de
enfermedades como la transmisión a especies salvajes de infecciones
parasitarias como el piojo marino resultado del confinamiento masivo así
como la pérdida del hábitat costero y destrucción de manglares, vitales
para el desove y cría de muchas especies, las piscifactorías no suponen
ningún alivio a la presión sino más bien otra grave amenaza, si cabe,
para las especies salvajes supervivientes.
El crecimiento confinado de cada uno de estos grandes carnívoros
requiere cada día entre un 2 y un 10% del peso de su cuerpo en pequeños
peces. Esto supone el vertido en estas jaulas marinas de unas 225.000
toneladas métricas de peces más pequeños salvajes cada año, aumentando
la presión sobre depredadores salvajes como delfines, leones marinos,
focas y aves marinas que dependen de estas especies menores para su
supervivencia.
Actualmente, las piscifactorías se han convertido probablemente en la
principal responsable de la sobrepesca de especies menores, con más del
81 % de las capturas (un 40% del total de la pesca mundial), convertidas
en harinas o aceites como base alimenticia a los peces de
piscifactoría. El resto de pescado se destina a la fabricación de
piensos para aves de corral, cerdos, ganado y mascotas como perros y
gatos.
Según declaraciones del presidente de Pescanova (12/04/2002) "en la
acuicultura está el futuro porque el incremento del 25% cada seis años
del consumo de pescado supondrá que, de los 160 millones de toneladas
que se alcanzarán en los próximos años las capturas no llegarán a los
100 millones de toneladas y la diferencia la cubrirá esta industria."