La solvencia de la ciencia climática y el panel de expertos de la ONU
Las
voces discrepantes siguen sin ofrecer explicaciones científicas
sólidas, ni parecen dispuestos a contribuir al debate científico por los
procedimientos establecidos en cualquier área de conocimiento.
Cumpliendo
el calendario previsto, el Panel Intergubernamental de expertos sobre
el Cambio Climático (IPCC, según sus siglas en inglés) acaba de publicar
el quinto informe de evaluación (AR5) sobre el calentamiento global
observado y su posible evolución , utilizando los conocimientos más avanzados que posee la ciencia del clima (www.climatechange2013.org).
En el informe se sintetizan, ordenan y comentan los resultados
publicados en la literatura científica especializada más solvente desde
el último emitido en 2007. A esta tarea se han dedicado
desinteresadamente a lo largo de casi tres años más de 200 científicos
expertos de el mundo, que fueron seleccionados entre los más de 2.000 candidatos propuestos por los diversos Gobiernos.
Este
informe no contradice al anterior en lo esencial, lo que no hace más
que confirmar la solidez de las conclusiones plasmadas en ambos. Los
importantes avances científicos logrados en los últimos seis años siguen
ratificando, con creciente y abrumadora certidumbre, que el
calentamiento global observado se debe en su mayor parte a la evidente
acumulación en la atmósfera de gases que generamos al quemar
combustibles fósiles. Y la ciencia no es en absoluto complaciente con
especulaciones o fraudes, como bien se sabe. Menos aún en un asunto de
semejante trascendencia. Tampoco el informe responde al resultado de un
ejercicio democrático de opinión o a una creencia más o menos extendida,
sino al que se deriva de evaluar de forma objetiva la evidencia
científica disponible.
Entonces,
¿por qué ese empeño de algunos por negar lo que la Ciencia corrobora?
Varios analistas apuntan a causas muy diversas, desde el explicable
temor de poderosas e influyentes corporaciones a que merme su negocio, a
ese sentimiento menos racional de “estoy harto de alarmismo”, pasando
por teorías conspiratorias tan atrayentes para muchos.
El
IPCC fue creado en 1988 por mandato de la Organización de Naciones
Unidas (ONU) para que renovados y amplios conjuntos de expertos
internacionales informen periódicamente a los gobiernos de todos los
países sobre las causas y los potenciales efectos de esa amenaza a
escala global. Sin ninguna otra connotación política o sesgo partidista.
De un modo similar a como la ONU conforma grupos de expertos, aunque de
menor tamaño, para enviarlos a evaluar situaciones de conflicto y
proporcionar una información muy útil en la toma de decisiones. ¿Quiénes
son los que ponen en cuestión sus dictámenes o los atribuyen a oscuras
maquinaciones?
El
conocimiento sobre las causas esenciales que producen el aumento del
efecto invernadero y el calentamiento global está bien consolidado en la
comunidad científica desde hace décadas. Todas las Academias de
Ciencias de los países más avanzados han emitido informes coincidentes,
lo que sin duda constituye una extraordinaria garantía adicional. Las
voces discrepantes siguen sin ofrecer explicaciones científicas sólidas,
ni parecen dispuestos a contribuir al debate científico por los
procedimientos establecidos en cualquier área de conocimiento. A pesar
de ello, reciben de algunos medios una atención desproporcionada si se
compara con la prestada a la inmensa mayoría de los científicos
dedicados a investigar las variaciones del clima con rigor. En absoluto
se trata de una polémica sobre un tema controvertido, cuyos argumentos
enfrentados merezcan tener una equilibrada acogida. No nos imaginamos a
ningún medio respetando equidistancias entre los neumólogos y los que
niegan la nocividad del tabaco, por poner un ejemplo. Y, por cierto, no
es menor el conocimiento de la ciencia sobre del calentamiento global
que acerca de los efectos del tabaco.
Similar
reproche merecen los que deforman o exageran las conclusiones de la
ciencia del clima, con alarmas que obvian cautelas y pasan por alto
incertidumbres. Lo más recomendable, por tanto, es la atenta lectura de
los informes del IPCC, donde se emplea un lenguaje escrupuloso que
pretende reflejar lo que se sabe y lo que aún no se conoce bien. Así,
puede comprobarse que en el informe publicado no se incluye
recomendación alguna; tan
se limita a presentar el mejor y más actual conocimiento científico del
calentamiento global observado, de su repercusión sobre los climas del
planeta y de cómo podrían evolucionar si se cumplieran diversos
supuestos. La valoración de la magnitud del problema en términos
socio-económicos y el
de posibles estrategias para paliarlo es una tarea ajena al grupo de
científicos que hemos colaborado en la elaboración del informe en
cuestión.
El
resultado del ejercicio que el IPCC ha presentado recientemente
constituye un buen ejemplo de cómo la ciencia básica puede prestar un
a la sociedad, proporcionándole una información fidedigna sobre uno de
los mayores retos de nuestro tiempo. Este ejercicio también es una
invitación a pensar frente a considerar proclamas de diferente signo; a
valorar la educación y el conocimiento frente a la ingenua creencia, al
seguimiento hipnótico de teorías de la conspiración o al fomento de
intereses creados de diverso signo. En todo caso, los científicos que
hemos participado en la elaboración del informe seguiremos dedicados a
avanzar en el conocimiento del clima, lo que acabará beneficiando a la
sociedad, como ocurre con cualquier avance científico o tecnológico.
Por
Manuel de Castro, Francisco Doblas-Reyes y Fidel González-Rouco,
(doctores en Ciencias Físicas y autores líderes españoles del Quinto
Informe de Evaluación del IPCC - Grupo de Trabajo I)
03/10/13
EL PAÍS (España)
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