La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna dió la vuelta al mundo entre 1803 y 1806 llevando la vacuna de la Viruela a todos los rincones del Imperio español. Sufragada por el rey Carlos IV, la expedición partió de A Coruña rumbo América, para a continuación cruzar el Pacífico hasta China, y después de una escala en la isla de Santa Elena, retornar a España.
La de televisión de RTVE "22 ángeles", rodada en Ferrol, Valencia y Madrid, recoge la de esta increíble expedición, reconocida como "la más importante aportación española a la historia de la pública universal".
La viruela y el origen de la vacuna
La viruela, oficialmente declarada erradicada por la OMS en 1977, se trataba de una enfermedad infecciosa grave, que causaba la muerte al 30% de las personas que la contraían, dejaba secuelas graves en otro 30% y secuelas estéticas de por al resto de los contagiados. La enfermedad se transmitía por medio del contacto directo y prolongado con un infectado, con fluidos corporales infectados o con objetos contaminados como ropa o sábanas.
Aparecida 10.000 años antes de Cristo en el nordeste africano, nunca existió un tratamiento para la viruela, y las únicas formas de prevenirla era la inoculación. Después de infectar y matar a de personas en Europa durante milenios, la enfermedad fue llevada a América por los conquistadores españoles. Sólo en México, la viruela diezmó la población autóctona de 25 millones en 1560 a y medio en 1640.
A finales del siglo XVIII, la enfermedad mataba en Europa a 400.000 personas al año. En el año 1796, durante el periodo de mayor extensión de la viruela en el Viejo Continente, Edward Jenner (Berkeley, 1749 – Berkeley, 1823), un médico rural de Gloucestershire (Inglaterra) observó como las lecheras se contagiaban ocasionalmente debido al contacto continuo con las vacas al ordeñarlas con la viruela vacuna, una variante leve de la enfermedad, lo que las inmunizaba contra la variante humana. La clave estaba en que la infección de la viruela de las vacas provocaba una respuesta en el sistema inmune, que reconocía el agente infeccioso como una amenaza, lo destruía y guardaba un registro del mismo, de modo que pudiera reconocer y destruir más adelante este agente o cualquiera de sus variantes.
Jenner inoculó a un niño de 8 años con líquido tomado de las vesículas variólicas de una de las lecheras. El pequeño mostró síntomas de la viruela vacuna, pero la pasó sin más complicación. Semanas después, Jenner infectó al mismo niño con pus de los granos de un enfermo de viruela humana, pero el niño no desarrolló la enfermedad. Había descubierto la vacunación. Las noticias de su hallazgo corrieron rápidamente por Francia, Italia o España, en donde en 1800 se produjo la primera vacunación en Puigcerdá, con suero llegado de París.
Mientras tanto, en América, la viruela seguía matando a cientos de miles de personas. El ayuntamiento de Bogotá pidió ayuda al rey de Espana, Carlos IV, después de un nuevo brote de la enfermedad en 1802 en Santa Fé. Todos los intentos de llevar la vacuna a América con suero desecado atrapado entre cristales acabaron en fracaso. Tampoco existían vacas enfermas en el nuevo continente de las que sacar una viruela vacuna. Parecía que la empresa de llevar la vacuna más allá del Atlántico era imposible.
El plan de Balmís
En este punto de la historia es cuando Francisco Balmís, cirujano de cámara del rey, presenta su plan a Carlos IV. Balmís (Alicante, 1753 – Madrid, 1819), hijo, sobrino y nieto de cirujanos rurales, era un cirujano militar partidario de la vacunación. En 1802 había traducido al español el Tratado histórico y práctico de la vacuna, del profesor del Liceo Republicano Moreau de la Sarthe.
La idea de Balmís consistía en utilizar a niños como cadena humana para llevar la vacuna hasta América: se vacunaban dos niños a la vez (para evitar que un accidente interrumpiera la cadena), y diez días después, cuando aparecían los granos de la viruela, se transplantaba la vacuna a otros dos niños. La vacuna se conservaría durante el viaje dentro de los niños, asegurando su llegada al nuevo mundo.
Balmís se hizo con cinco niños en Madrid para llevar la vacuna hasta A Coruña, y una vez allí seleccionó a los niños portadores en la Casa de Expósitos de A Coruña, de edades de los 3 a los 9 años, y que no hubieran padecido viruelas, ni hubieran sido vacunados ni inoculados anteriormente, que viajarían acompañados por Isabel Zendal Gómez (Órdenes, 1773 – México, 18–), la rectora del hospicio donde vivían los niños, que se encargaría de cuidarlos durante el viaje.
El viaje de la María Pita
En la elección del buque que debía transportar a los niños desde A Coruña hasta América primaba la velocidad y la economía por encima de la comodidad. Aunque en un principio se pensó en el uso de los buques correo de la Armada (ligeros, rápidos, y que viajaban frecuentemente al otro lado del Atlántico), finalmente se decidió contratar un buque mercante para la expedición. De entre todas la opciones presentes, se escogió la corbeta María Pita.
La María Pita era una corbeta mercante de doscientas toneladas propiedad del armador coruñés Manuel Díez Tabanares y Sobrino, con tres palos y velas cuadradas. A su mando se colocó al teniente de fragata de la Real Armada don Pedro del Barco. A bordo, además de los 27 tripulantes, el personal médico y los 21 niños portadores (el número de niños varía de 21 a 22 según las fuentes), la corbeta llevaba 500 ejemplares del "Tratado histórico y práctico de la vacuna" traducido por Balmís para repartirlos por las principales ciudades de América, material científico e instrumental quirúrgico.
La expedición partió el 30 de noviembre de 1803 del puerto de A Coruña con destino a las islas Canarias, a donde llegó diez días después, y donde la vacuna fue pasada de los niños a cientos de personas. Dos meses después, tras cruzar el Atlántico, el buque llegaba a Puerto Rico el 9 de febrero de 1908, y el 12 de marzo, a Caracas. Mes y medio después, más de 2.000 personas habían sido vacunadas en Caracas, y la Junta Vacunal instalada por el propio Balmís.
La expedición continental de José Salvany.
En Venezuela, con el fin de hacer llegar la vacuna lo antes posible a los territorios del Imperio, la expedición se dividió en dos. Balmís recorrería el resto de Venezuela para luego partir hacia Cuba, mientras su segundo, el cirujano José Salvany y Lleopart (Barcelona, 1778 – Cochabamba, 1810), inició un viaje por el continente suramericano que lo llevó a Cartagena de Indias, Santa Fé de Bogotá, Quito o Lima. Después de siete años de viaje, Salvany fallecía en Cochabamba (Bolivia) el 21 de julio de 1810.
La vuelta al mundo de Balmís.
Balmís continuó viaje hacia Cuba, y de ahí cruzó a México. Una vez allí, la Maria Pita retornó a España. Embarcados ahora en el Magallanes, la expedición partió hacia Filipinas en febrero de 1805 con 25 niños mexicanos a bordo. Tras vacunar a la población local, y mientras Isabel volvía a México en el Magallanes, Balmís tomó la nave Diligente y se dirigió hacia Macao, a donde llegó el 16 de septiembre de 1805 para más tarde hacer su última escala asiática en Cantón.
Tras una parada en Santa Elena en junio de 1806, Balmis llegó a Lisboa el 14 de agosto de ese mismo año, y un mes después, el 7 de septiembre, dio cuenta al rey en el Palacio de La Granja de San Ildefonso tras 33 meses de viaje. La expedición supuso la vacunación de medio millón de personas y la instauración de las Juntas de Vacunación, una verdadera red sociosanitaria para el control de las epidemias.
Más de cien niños se vieron involucrados en la expedición. Una de las condiciones de Balmís era que los niños fueran devueltos a su lugar de origen una vez cubierta su etapa de la expedición, y aunque lo consiguió en casi todos los casos, los 21 niños de la María Pita jamás volvieron desde México a España. (Juan A. Oliveira - VA DE BARCOS)
17/10/2017
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