La bacteria Thiolava veneris, descubierta en el volcán submarino Tagoro, en la isla canaria de El Hierro (España), es una de las diez especies más destacadas del mundo según la nueva lista publicada el 23 de mayo de 2018 por la Facultad de Ciencias Ambientales y Forestales (ESF) de la Universidad Estatal de Nueva York (Estados Unidos). El descubrimiento de la nueva especie -publicado en la revista Nature, Ecologgy & Evolution en abril de 2017- fue liderado por los equipos del catedrático Miquel Canals, jefe del Grupo de Investigación Consolidado (GRC) en Geociencias Marinas de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona (Catalunya, España), y de Roberto Danovaro, de la Universidad Politécnica de Las Marcas (Italia).
Desde 2008, la ESF publica cada año una lista con las diez nuevas especies más destacadas del mundo (ESF Lists Top 10 New Species), elaborada por el Instituto Internacional de Exploración de Especies de la ESF (IISE). Este listado se da conocer el día 23 de mayo para conmemorar la fecha de nacimiento de Carolus Linnaeus -más conocido como Carl von Linneo-, el botánico sueco que en el siglo XVIII estableció las bases de la nomenclatura científica de los seres vivos. Este año, el top 10 mundial incluye nuevas especies de crustáceos anfípodos, escarabajos, orangutanes, plantas y peces, entre otros organismos descubiertos en China, Brasil, Indonesia, Japón, Australia o el océano Antártico. Tal como explica Quentin Wheeler, director y fundador del IISE, «estoy constantemente sorprendido de cuántas especies nuevas aparecen y de la variedad de cosas que se descubren».
T. veneris es la primera especie bacteriana que se descubre asociada a la actividad del Tagoro, un volcán surgido a raíz de una erupción submarina en El Hierro, que tuvo lugar entre octubre de 2011 y marzo de 2012. En el momento de su descubrimiento, la nueva comunidad bacteriana formaba un tapiz microbiano de filamentos blancos muy vistosos -tricommas bacterianos o cabello de Venus- que cubría casi 2.0000 metros cuadrados cerca de la cima del volcán Tagoro, a una profundidad de entre 129 y 132 metros, según revelaron las imágenes de un vehículo submarino no tripulado dirigido por control remoto (ROV). En la investigación también participaron los expertos Galderic Lastras, David Amblàs, Anna Sánchez Vidal, Jaime Frigola, Antoni M. Calafat, Rut Pedrosa y Xavier Rayo, todos del GRC en Geociencias Marinas de la UB, y Jesús Rivera, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), entre otros.
La erupción submarina en El Hierro modificó sustancialmente el relieve submarino. Iniciada a una profundidad de 363 metros, la erupción originó un nuevo cono volcánico y un cono de depósitos que alcanzó más de 1.000 metros de profundidad. Este episodio geológico, que se prolongó durante 138 días, también alteró de forma radical las condiciones del ecosistema a escala local (temperatura, oxígeno, acidez, turbidez, nutrientes, etc.).
Según detalla Miquel Canals, jefe del GRC en Geociencias Marinas y director del Departamento de Dinámica de la Tierra y del Océano de la UB, «la mayor parte de la actividad volcánica de nuestro planeta tiene lugar en el fondo del mar». «Hasta ahora -indica Canals- la mayoría de comunidades bacterianas relacionadas con la actividad volcánica submarina se habían estudiado en las fuentes hidrotermales de las dorsales mediooceánicas. Se trata de organismos extremófilos, adaptados metabólicamente para sobrevivir en condiciones altamente limitantes para otros seres vivos».
La bacteria T. veneris representa no solo una nueva especie, sino también un nuevo género de bacteria extremófila que era desconocido por la comunidad científica. Sin capacidad fotosintética, la nueva especie muestra una notable plasticidad metabólica para obtener nutrientes y energía aunque crezca en fondos volcánicos relativamente poco profundos, por lo menos en el Tagoro. La nueva bacteria es filogenéticamente próxima a otras bacterias marinas -en concreto, al género Thioploca, dentro de la clase de las gammaproteobacterias- dotadas de gran plasticidad metabólica para aadaptarse a los ambientes extremos de los fondos oceánicos.
«Ahora bien, la especie T. veneris -subraya Canals- se encuentra muy lejos geográficamente de otros centros de actividad volcánica (por ejemplo, la dorsal mesoatlántica), y ello plantea muchos interrogantes sobre su origen».
La especie descubierta en este volcán submarino representa un estadio inicial del proceso de reinstauración de comunidades biológicas en hábitats submarinos devastados por catástrofes naturales, como fue el caso de la erupción del Tagoro en los fondos marinos de Canarias. «Para los científicos, el episodio volcánico del Tagoro es un excelente laboratorio natural para estudiar el desarrollo y el impacto ambiental de erupciones submarinas relativamente modestas. Desde el punto de vista biológico, el proceso de recolonización biológica representa también una oportunidad extraordinaria de estudio para la ciencia», asegura Canals.
Cabe recordar, respecto al GRC en Geociencias Marinas de la UB, que sus integrantes también habían publicado los resultados de la monitorización en tiempo real -con mediios acústicos- de la erupción del Tagoro, una línea de trabajo
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