Una investigación revela que las olas de calor en los mares del mundo han aumentando en número, duración e intensidad a lo largo del último siglo, como resultado directo del calentamiento oceánico.
El trabajo es obra del equipo internacional de Lisa Alexander, del Centro de Excelencia para los Extremos Climáticos (CLEX), dependiente del Consejo de Investigación Australiano (ARC) y con sede en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia.
Desde el inicio (1925) del periodo analizado, los autores del estudio han constatado que la frecuencia de las olas de calor (periodos con temperaturas anormalmente altas) se ha incrementado en el mar un 34 por ciento en promedio y que la duración de cada ola de calor ha aumentado en un 17 por ciento.
También se aprecia que desde 1982 se ha producido una apreciable aceleración de la tendencia en las olas de calor marinas, tal como subraya Eric Oliver, de la Universidad Dalhousie en Canadá y miembro del equipo de investigación. Si bien puede resultar agradable para los bañistas de una playa que al darse un chapuzón el agua esté menos fría que de costumbre, estas olas de calor marinas hacen más mal que bien, ya que tienen un notable impacto perjudicial en los ecosistemas marinos, incluyendo su biodiversidad, y ello afecta negativamente a la pesca, a la acuicultura e incluso al turismo, tal como advierte Oliver.
Algunos ejemplos recientes muestran lo importantes que pueden ser los casos de olas de calor marinas.
En 2011, en el oeste de Australia se sufrió una ola de calor marina que transformó los ecosistemas, pasando de estar dominados por algas de un tipo a serlo por las de otro tipo. Ese cambio perduró incluso después de que las temperaturas del agua regresaran a la normalidad.
La cantidad cada vez mayor de olas de calor marinas, así como su mayor intensidad y mayor duración, tendrán seguramente un profundo impacto en los ecosistemas oceánicos y en las industrias que, como la pesquera y la del turismo, dependen de ellos.
La presencia persistente de agua caliente en el norte del Pacífico entre 2014 y 2016 llevó a la paralización de la actividad pesquera en ciertas zonas, varamientos masivos de mamíferos marinos y proliferaciones peligrosas de algas en aguas costeras. La ola de calor cambió incluso los patrones meteorológicos a gran escala en el noroeste del Pacífico.
Aún más recientemente, la intensa ola de calor marina de Tasmania en 2016 llevó a epidemias de enfermedades y a una ralentización en las tasas de crecimiento en explotaciones de acuicultura.
Más del 90 por ciento del calor procedente del calentamiento global causado por la humanidad va a parar a nuestros océanos, así que es probable que las olas de calor marinas continúen aumentando en el futuro, tal como advierte Neil Holbrook, de la Universidad de Tasmania en Australia.
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