Sepultados bajo el Cantábrico
Buques de guerra, antiguos mercantes y pesqueros yacen en las profundidades marinas de Gipuzkoa relatando su historia a los arqueólogos y seduciendo a los buceadores
Elena Viñas | El reconocido arqueólogo y fotoperiodista estadounidense Peter Throckmorton decía que «los barcos que no llegaron a puerto están destinados a narrar la historia de los que sí lo hicieron». La frase puede aplicarse a los que yacen en las profundidades marinas de Gipuzkoa. Entre algas, anémonas y crustáceos se esconde un patrimonio cultural increíble. Manu Izaguirre, arqueólogo marino y miembro fundador de la sociedad cultural Insub, lo conoce bien. Ha estudiado los restos que se reparten por la costa vasca. Solo en este territorio se contabilizan por decenas, aunque en diferente estado. Algunos llevan siglos enterrados en la arena, lo que ha facilitado su conservación. Otros, en cambio, se han visto reducidos a piezas aisladas de la estructura original o a parte de la carga que transportaban.
El pecio más antiguo fue descubierto en Hondarribia, en el fondeadero de Asturiaga, y data nada menos que de la época romana. «Estaba cargado de mineral de hierro procedente del coto minero de Arditurri», señala Izaguirre, quien añade que en la misma zona se encontraron restos de los herrajes de bronce de un cofre de madera también romano y otros vestigios medievales. La presencia naval en esta localidad se completa con una suerte de cementerio de pesqueros construidos en la segunda mitad del siglo XX. «Se han ido acumulando en las proximidades del Puente Internacional, donde pueden contemplarse, especialmente con marea baja, una decena de naves», indica.
Ocultos, a varios metros de profundidad, se multiplican las embarcaciones malogradas en Pasaia. En La Redonda, un bajo pegado a la costa, a los pies del Faro de la Plata, queda la carga de un buque de madera del siglo XVII o XVIII que transportaba flejes de hierro. «Corresponde a la actividad ferrona guipuzcoana, pero presenta muchos problemas para su estudio porque hay poco fondo, pega mucho la ola y también el sol, acelerando el crecimiento de algas. No se puede establecer una infraestructura fija para su estudio y hay que ir con mal calmada», sostiene el arqueólogo marino. En las cercanías se encuentran otros barcos hundidos pendientes de identificar, así como restos diversos.
Pikatxilla, un punto negro para la navegación, esconde secretos tan increíbles como un vapor alemán de la Segunda Guerra Mundial y un mercante del siglo XVII o XVIII que la arena descubre cada cierto tiempo. Al abrigo de la bahía de La Concha, los pecios rozan la decena: Los ‘Mamelenas’, el de los Relojes que sirve de guarida a los pulpos, el de los flejes, el que permanece oculto bajo la arena... «Son producto de tormentas, ataques, accidentes, vertidos de cubierta y pérdidas», apunta Manu Izaguirre.
Primera globalización
Los hallazgos se suceden por las poblaciones de Orio, Zarautz, Zumaia y Getaria. En esta última localidad destaca el pecio de Iturritxiki, estudiado en profundidad por Ana María Benito, historiadora y miembro de Aranzadi. «Se trata de los restos de una urca de origen flamenco que se hundió entre 1520 y 1524. Llevaba una variedad impresionante de objetos. Consistía principalmente en manillas de latón, calderos de cobre, alfileres, lingotes de cobre, espadas y armaduras. La nave, fletada por portugueses, procedería de Amberes y su destino sería, previsiblemente, el Golfo de Guinea. Las manillas y demás elementos permitirían, al parecer, la compra de esclavos en el continente africano», declara.
Benito pone el acento en la existencia de un comercio internacional triangular «de dimensiones colosales», trazado entre Europa, América y África. Sería la prueba de «la primera globalización». «En este sentido, es el pecio de mayor valor porque muestra el comercio a nivel mundial», manifiesta la historiadora.
Paraísos para bucear
La visión de estos fondos que encierran historias de singladuras truncadas no está reservada únicamente a arqueólogos marinos. También los buceadores disfrutan de inmersiones en las que están consideradas como localizaciones de excepción. Para ellos, los pecios representan «oasis» llenos de vida. Así lo manifiesta Óscar Mayor, responsable de Buceo Donosti, quien destaca el «atractivo impresionante» que tiene un barco hundido. «Por desgracia, lo que tenemos en nuestra costa está bastante deteriorado, porque el Cantábrico es un mar bravo», señala. Uno de los lugares que acostumbra a frecuentar es la Pikatxilla, considerada como una trampa mortal, ya que a lo largo de la historia han sido incontables los buques que, navegando, han sufrido accidentes. «Nos llama gente de toda la provincia y de Zaragoza que quiere bucear ahí. En la bocana de Pasaia también tenemos el cañonero ‘Tajo’, de una treintena de metros de longitud», asegura Mayor.
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