Hubo una vez en la que manadas de mamuts lanudos sacudían el suelo bajo sus pies, obligando a los seres humanos a escabullirse a toda prisa a través del paisaje de una Norteamérica prehistórica. Pero entonces algo mucho más grande sacudió la Tierra. Y a partir de ese momento, todo cambió. Esos grandes mamíferos tuvieron sus días contados.
Esta es la versión de un grupo de investigadores de la Universidad de Cincinnati, que cree que un cometa que rozó la atmósfera de nuestro planeta o un asteroide que se estrelló contra su superficie causó una combustión a escala global que alteró el curso de la historia de la Tierra. Los científicos no saben exactamente de qué se trata, pero ese evento provocado por algo llegado del espacio puso el punto final a la última edad de hielo.
«Imagine vivir en una época en la que mira hacia fuera y hay elefantes caminando en su ciudad», dice Kenneth Tankersley, profesor de antropología y geología. «Pero cuando llega a viejo, ya no hay más elefantes. Ese cambio ocurre dentro del curso de su vida», añade para ejemplificar la rapidez con la que sucedió todo.
Para Tankersley y su equipo, no fue la colisión cósmica la que extinguió a los mamuts y otras especies, pero sí provocó un cambio drástico en su entorno que hizo el resto. «El clima cambió rápida y profundamente. Y coincidiendo con ese cambio climático global muy rápido se produjeron las extinciones en masa».
Para llegar a esas conclusiones, el científico ha estudiado la cueva Sheriden en Ohio, a 100 metros bajo la superficie, donde pueden observarse capas geológicas que datan de hace unos 13.000 años. Solo hay unos 20 sitios arqueológicos en el mundo que datan de este período de tiempo, y doce están en los Estados Unidos.
Esférulas de carbono
En el estudio de estas capas, Tankersley encontró distintas evidencias para apoyar la teoría de que algo pasó lo suficientemente cerca de la Tierra para derretir la roca y producir otros fenómenos geológicos interesantes. La más importante de estas evidencias fueron esférulas de carbono. Estos pequeños trozos de carbón se forman cuando las sustancias se queman a temperaturas muy altas. Las esférulas presentan características que indican su origen, ya sea la quema de carbón, la caída de rayos, incendios forestales o algo más extremo. Tankersley dice que las que están en su estudio solo podrían haber sido formadas por la combustión de roca.
Las esférulas también fueron descubiertas en otros 17 yacimientos en cuatro continentes, con un valor estimado de 10 millones de toneladas métricas, lo que para el investigador significa que cualquier cosa que golpeó la Tierra lo hizo a escala masiva. «Es poco probable que un incendio o una tormenta dejaran una tarjeta de visita geológica tan inmensa, que abarca unos 50 millones de kilómetros cuadrados», explica.
Otros hallazgos importantes incluyen micrometeoritos, pequeños trozos de meteoritos o partículas de polvo cósmico que se han puesto en contacto con la superficie de la Tierra; nanodiamantes, diamantes microscópicos que se forman cuando una fuente de carbono se somete a un impacto extremo -a menudo se encuentran en los cráteres de meteoritos-, y lonsdaleíta, un tipo raro de diamante, también llamado un diamante hexagonal, que solo se encuentran en zonas como cráteres de meteoritos.
Mientras el impacto cósmico tuvo un efecto inmediato y mortal, los efectos secundarios a largo plazo fueron mucho más devastadores, lo que es único en la historia humana moderna. El gas tóxico envenenó el aire y nubló el cielo, causando que las temperaturas cayeran en picado. El clima turbulento puso en jaque la existencia de poblaciones de plantas y animales, y se produjo lo que Tankersley ha clasificado como "ganadores" y "perdedores" del Joven Dryas o Dryas Reciente, como se conoce a esta fase de enfriamiento. Los habitantes de este período de tiempo tenían tres opciones: desplazarse a otro entorno donde podían ganarse la vida de forma similar; reducir su tamaño o ajustar su estilo de vida para adaptarse a los entornos actuales, o extinguirse rápidamente. Los «ganadores» eligieron una de las dos primeras opciones, mientras que los «perdedores», como el mamut lanudo, se quedaron con la última.
Una lección del pasado
Los seres humanos eran en ese momento tan ingeniosos e inteligentes como lo somos hoy. Si transportamos a una adolescente de hace 13.000 años al siglo XXI y le damos unos vaqueros, una camiseta y una cuenta de Facebook, pasaría desapercibida en cualquier campus universitario. En el Joven Dryas, los seres humanos se vieron obligados a adaptarse, y lo hicieron bien.
Tankersley aplica esa lección de supervivencia a la humanidad hoy en día. «Queramos admitirlo o no, estamos viviendo en estos momentos en un período de cambio climático global muy rápido y profundo. También estamos viviendo en una época de extinción masiva», señala. «Así que yo diría que muchas de las lecciones para sobrevivir al cambio climático están en el pasado».
Por eso es importante mantener un medio de vida sostenible. Los humanos del Joven Dryas eran cazadores-recolectores. Cuando la catástrofe golpeó, encontraron nuevos lugares y formas para cazar y recolectar plantas silvestres. La evidencia encontrada en la cueva Sheriden muestra que la mayoría de las plantas y los animales que vivían allí también lo soportaron. De las 70 especies que han vivido allí antes de que esa época, 68 fueron encontradas después. Las dos que no lo hicieron eran el castor gigante y el pecarí de cabeza plana, un cerdo de dientes afilados del tamaño de un oso negro.
Tankersley también advierte que la posibilidad de otro evento cósmico masivo no debe ser ignorada. Al igual que los terremotos, tsunamis y volcanes, este tipo de desastres naturales ocurren, y como la historia ha demostrado, puede ser con un efecto devastador.
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