La
tortuga boba (Caretta caretta) es la tortuga marina más abundante en la
cuenca mediterránea, y una de las más amenazadas en todo el mundo. De
perfil nómada, hace largas migraciones y vuelve a las playas donde nació
para la puesta de huevos.
Científicos de la Universidad de
Barcelona (UB) y el Centro Vellmarí Formentera han realizado un
seguimiento con emisores para telemetría vía satélite de un grupo de
tortugas bobas liberadas al mar tras ser capturadas por barcos
palangreros en el litoral español. La tortuga boba (Caretta caretta) es
la tortuga marina más abundante en la cuenca mediterránea, y una de las
más amenazadas en todo el mundo. De perfil nómada, hace largas
migraciones y vuelve a las playas donde nació para la puesta de huevos.
Las principales playas de anidación se encuentran en las costas de
Norteamérica, Brasil, Japón, Omán, Australia, Cabo Verde y el
Mediterráneo oriental (en especial, Grecia, Turquía, Chipre y Libia). En
las aguas españolas, en concreto, hay tortugas procedentes tanto del
Atlántico como del Mediterráneo oriental.
Cerca de 10.000 tortugas son capturadas cada año por la flota
palangrera española del Mediterráneo. Más del 95%, sin embargo, están
todavía vivas cuando se recogen los palangres. En busca de alimento, las
tortugas muerden los cebos y se enganchan a los centenares de anzuelos
de las artes de pesca de la flota. Cuando una tortuga queda enganchada
al cebo, los pescadores cortan el hilo de pesca para soltarla en mar
abierto. El quelonio vuelve al medio marino con un anzuelo clavado en el
cuerpo —en la boca o el aparato digestivo— que lleva enganchado un
trozo de hilo de pescar. Lo científicos han constatado que el 40% de las
tortugas liberadas muere meses después por las secuelas de esta pesca
accidental. No es el anzuelo, sino el hilo de pescar El problema no es
el anzuelo, sino el hilo de pesca que está enganchado a él.
Como alerta el profesor Lluís Cardona, miembro del Grupo de
Investigación de Grandes Vertebrados Marinos de la UB, "la tortuga se
traga el hilo, que circula por el tubo digestivo hasta que el extremo
sale por la cloaca: el hilo tenso puede ulcerar los órganos internos, y
es esto lo que causa la muerte de los animales". "En el caso de las
capturas accidentales —añade el experto—, lo que habría que hacer es
subir a bordo las tortugas enganchadas al palangre con la ayuda de un
salabre, y cortar el hilo de pesca justo a raíz del anzuelo: la
mortalidad por lesiones se reduciría a la mitad y el impacto poblacional
sería aceptable".
La pesca con palangre de superficie en el Mediterráneo afecta sobre
todo a las tortugas originarias del continente americano, a más de 7.000
kilómetros de distancia. "Debido a la circulación oceánica —explica
Cardona— las poblaciones atlánticas quedan atrapadas en el Mediterráneo
durante muchos años. Por lo tanto, se exponen más al riesgo de la
captura accidental por los pesqueros. Muy pocas de las tortugas
americanas que entran en el Mediterránea pueden salir".
"Paradójicamente —continúa— el problema es menor en las tortugas de
origen mediterráneo, que pronto abandonan mar abierto para asentarse en
la plataforma continental, donde son menos vulnerables a la pesca del
palangre. La pesca de arrastre, en cambio, las afectaría más". ¿Cómo
evitar las capturas accidentales? Entre un 10 y un 20% de tortugas
mueren cada año por la destrucción de nidos, la pesca accidental, las
colisiones con embarcaciones, etc. Calar a más profundidad, no emplear
cefalópodos como cebo y modificar el diseño de los anzuelos son cambios
operativos para evitar las capturas accidentales con palangre de
superficie. "Como es una especie de vida larga —apunta Irene Álvarez de
Quevedo—, una mínima diferencia en las tasas de mortalidad tendría un
impacto muy significativo en las poblaciones".
Como afirma Cardona, "las soluciones existen: solo hay que
aplicarlas, y esto tiene un coste económico". En este sentido, el
experto refiere la utilidad del observador que garantiza la
sostenibilidad de la explotación pesquera, figura cada vez más frecuente
en flotas de todo el mundo. Y concluye: "Si queremos que la pesca de
palangre de superficie sea efectiva y más sostenible, habrá que ir
introduciendo una serie de cambios con un coste añadido". Este nuevo
estudio ha sido elaborado con el apoyo de la Fundación La Caixa y el
anterior Ministerio de Ciencia e Innovación.
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