LA FUNDACIÓN FO-MAR EN BUSCA DE LA NAO SANTA MARIA
La nao Santa Maria esta enterrada, no bajo el mar
Esa
es la conclusión del mayor y más metódico estudio
realizado hasta la fecha por un grupo de
científicos españoles
Jesús García Calero / Madrid |
Esta
es la historia de un ambicioso proyecto
científico español que fue completado, pero que
no pudo ponerse en práctica. Fue culpa de
un golpe de Estado. Aunque pocos lo recuerdan
ya. España estuvo a punto de excavar en 1991 los restos
de la nao Santa María, la nave capitana con
la que Cristóbal Colón llegó a América.
El
Gobierno de Felipe González encargó un
proyecto científico de cierta envergadura
con el fin de celebrar el V Centenario del
Descubrimiento con el hallazgo en Haití de uno de
los pecios más importante para la historia de la
Humanidad. Pero entonces, justo cuando iban a
empezar a prospectar y excavar el lugar
elegido, aquel agosto de 1991, el general Raoul
Cedrás levantó al ejército haitiano y derrocó al
presidente Jean-Bertrand Aristide. Y el equipo de
investigadores españoles tuvo que salir de
la isla apresuradamente.
Su
trabajo sigue vigente y es el más completo
estudio científico realizado hasta la fecha
sobre este tema. Mucho más creíble que el
supuesto hallazgo pregonado la semana pasada por el
investigador estadounidense Barry Clifford,
patrocinado por el History Channel, que ha
sido recibido con gran desconfianza por los
arqueólogos de ambos lados del Atlántico. No en vano
Clifford tiene un pasado de cazatesoros...
Entusiasmo por el proyecto
Hablar con María Luisa Cazorla, que dirigió el
proyecto científico español, es evocar el entusiasmo
de quien durante años estuvo sumergido en
este caso, leyendo cada documento relevante
que los archivos españoles albergaban sobre
el naufragio. Y cada mapa de la zona, desde la tenue
línea de costa que Colón (o pudo ser tal vez su
hermano Bartolomé) dibujó en la nao y se
convirtió en el primer mapa que existe de la tierra
americana hasta los mapas de satélite. Pero eso
solo fue el principio. Siguieron estudios
matemáticos, astronómicos, hidrográficos, de
corrientes, climáticos, geológicos... Lo dicho,
nadie ha llegado tan profundo en este asunto
desde entonces. «Probablemente, nadie ha
leído los diarios de los viajes de Colón como yo»,
comenta.
Era un puñado de españoles decididos el que formó este
pluridisciplinar equipo, bajo la dirección de
María Luisa Cazorla y la iniciativa de
Enrique Lechuga (entonces responsable de la
actividad arqueológica de la Comisión del
Quinto Centenario y hoy director de la Fundación
Fomar) a los que se sumó la pericia geológica del
catedrático Alfonso Maldonado, hoy director
gerente del instituto petrofísico de la
Universidad Politécnica y también la sabiduría
astronómica del catedrático de la Complutense,
Miguel Sevilla de Lerma.
La conclusión de su trabajo, que es muy sorprendente,
sigue perfectamente vigente hoy. A falta de
comprobar sus resultados sobre el terreno,
la nao Santa María no está ya en el mar, sino
debajo de 6 o 7 metros de tierra en una zona de unos
300 metros que tienen perfectamente delimitada.
«Los restos, si existen, porque hablamos de
un clima tropical y una zona de gran
actividad biológica y geomórfica impresionante,
están ahí, junto a un arrecife que el aluvión del
Gran Rivière du Nord ha colmatado. Lo que haya
está donde yo digo, eso no hay duda, porque
hemos hecho una reconstrucción absoluta de
las últimas 24 horas de la Santa María», asegura María
Luisa Cazorla. ¿Cómo es posible?
El primer naufragio europeo en América
El
barco de Colón encalló en la costa norte de
lo que hoy es Haití. Fue en la madrugada
del 25 de diciembre de 1492, con el mar quieto como una
escudilla, mientras un grumete iba a la caña.
Varó con muy mala suerte, en el momento de
la máxima marea anual, según se demuestra en
este estudio. Por eso Colón supo pronto, en cuestión de
minutos, que nada podría salvar la nave,
puesto que el agua no volvería a subir tanto
hasta el año siguiente y mientras la tripulación
cumplía sus primeras órdenes el agua habría bajado
10 centímetros y no se podía salir de
varada.
«Es
mala suerte donde las haya. Era el instante máximo de la
máxima marea del año. Por eso no pudo salir
de varada. Mientras se dio cuenta, levantó a
todo el mundo y dio algunas órdenes el agua
había bajado diez centímetros, que en ese
momento suponían la vida -recuerda Cazonrla-». Por
ello, el navegante decidió emplear los materiales
de aquella nave para otra misión. Con la
carga y parte de la madera se construyó el
Fuerte Navidad, el primer asentamiento europeo en
América.
¿La
culpa fue del grumete, o de quien lo dejó gobernar el
barco en la calma chica? «La culpa sería de
quien fuese, pero está claro que Colón tomó
las decisiones correctas en aquel trance
(bueno no tan correcto si el grumete llevaba la caña,
pero tampoco se sabía que había arrecifes)». En
esta época es la experiencia lo único que
contaba. La directora del proyecto recuerda
que si Colón decía que estaba a legua y media
tenía un margen de error del 10%. Todo eso ha sido
tenido en cuenta por los científicos
españoles.
«Otros
estudiosos, como Samuel Eliot Morison, cometieron
graves errores, como no tener en cuenta el cambio
de calendario -del Juliano al Gregoriano- al
medir la lunación y las mareas», subraya
Cazorla. «De hecho el naufragio en realidad
aconteció el 3 de enero (de nuestro calendario) y no sé
como a Morison, que luego llegó a Almirante,
se le pudo pasar ese detalle». Cazorla va
más allá cuando señala también el error de
que en el relato del estudioso se hable de un
naufragio con la luna nueva cuando había luna llena. Y
sitúa el naufragio hacia las 4:43 minutos de
la mañana y no al principio de la guardia de
medianoche.
Son
miles los datos específicos que manejó este equipo.
Algunos coherentes con otros hallazgos, como el de
Guacanagarí, el poblado cercano que refiere
el diario de Colón, o la aparición de un
ancla en la zona, que bien podría ser la de
la Santa María abandonada en la playa, que refiere el
doctor Chanca en su relación del segundo viaje
colombino. Toda esa zona está enterrada bajo
toneladas de aluvión arrastrado por el río que ha
ganado un delta de casi mil metros al mar,
colmatando la primera línea de arrecifes
donde debieron quedar los restos del barco. Cazorla
comparó decenas de mapas de todas las épocas para
llegar a describir este proceso. A lo largo
de su estudio pudo comprobar cómo las
inundaciones anuales ganaban metros al mar.
El
estudio derriba muchos mitos sobre lo
acontecido tras el naufragio y con gran
profusión de datos demuestra cada detalle de aquel
relato. Por ejemplo, tuvo en cuenta los datos
climáticos del siglo XVII a los que muchos
historiadores han dado vital importancia más
tarde.
«Ver» la costa de 1492
El
equipo llegó a plantear la excavación de la
zona y tenía la tecnología de georradar y
tomografía eléctrico sísmica para «ver» la
costa de 1492 enterrada y detectar en el subsuelo el
arrecife junto al que quedó varada la Santa María
(«sería como excavar cerca de los canales
costeros de Holanda, hay que drenar la
zona»). Si se realizase esta prospección y apareciera un
poco de roble español -que era la madera en
la que la nao había sido construida-
habríamos alcanzado el pecio más importante de la
historia, con excepción del arca de Noé. Eso afirman
los responsables del proyecto, porque fue
el primer paso de la era de la navegación
española, comparable al primer hombre que llegó a la
luna.
Alfonso
Maldonado, el geólogo, añade un dato
particularmente esperanzador: los niveles de
1492 serán bastante sencillos de encontrar,
proque hay un resto que marca el cambio de era que
supuso la llegada de Colón: «Es muy sencillo y
basta saber en qué estrato aparecen los
pequeños dientes de ratón, que no había
antes de la llegada de los españoles en esas
tierras». Si en 1991 el proyecto estaba valorado en
300.000 euros, lo lógico es que aún hoy debería
ser una empresa asequible: Maldonado incide
en que «la tecnología necesaria es particularmente
simple: después de la prospección con georradar y
tomografía electrosísmica bastan unas
máquinas excavadoras y mucho cuidado para
acertar con el lugar, drenando la zona con el fin
de eliminar el agua de las capas freáticas que haría
imposible la excavación».
El ancla
Moureau de Saint Mery relata que en 1781 apareció
enterrada un ancla en la zona, a 1.800 metros de la
costa, y a más de 1,2 metros de
profundidad, en una propiedad llamada Habitation
Bellevue, hoy desaparecida. El ancla fue datada en
1892 y otra vez en 1933 como una pieza de la
época de Colón. En el lugar del hallazgo,
que quedó marcado, en los años treinta del siglo
pasado se plantó un monolito. Es curioso ver
cómo ese monolito fue enterrado más de un metro
durante 40 años, como se aprecia en la foto que
es de los años setenta. Esa es la velocidad
en la que el terreno crece en esta zona. Es
probable que ahora esté a punto de desaparecer esa
referencia vital para hallar los restos de la Nao.
Porque el ancla puede ser un elemento
abandonado en la playa cuando los hombres de
Colón construyeron el fuerte, tal como quedó
testimoniado en el segundo viaje. por el doctor Diego
Álvarez Chanca.
Hay
que recordar que, tristemente, cuando Colón
volvío un año después en su segundo viaje
no quedaba nadie con vida en el Fuerte
Navidad. Probablemente los españoles se mataron entre
ellos (en una visión cainita) o sufrieron los
ataques de tribus más agresivas que los
taínos, que dejaron herido incluso al jefe
del poblado de Guacanagarí, con queda
constatado en los testimonios del segundo
viaje.
Política más activa por parte de España
Lo
que resulta hoy llamativo y elocuente es
que España, después de haber estado tan
cerca de hallarlo, abandonase esta idea en la
que tanto esfuerzo y dinero se invirtió antes de los
fastos del V Centenario y no haya intentado
reactivarlo jamás. Uno más de tantos olvidos
de la mejor historia que España dio al mundo y
que aún espera ser contada científicamente, mientras
los restos que podrían alumbrarla siguen
perdidos o amenazados por empresas sin
escrúpulos. María Luisa Cazorla se lamenta de «la
permanente desidia que España ha demostrado hacia
su historia. Aparte de este caso, se ve
incluso en la peripecia del mapa de Juan de
la Cosa (que era el armador de la Santa María),
la primera carta náutica en la que se ve la tierra
americana. Alguien lo compró a un bouquiniste
de las orillas del Sena y aquí tenían
problemas incluso para comprárselo» Y sigue
con el legado de Isaac Peral que ellá puso a buen recaudo
en Cartagena y otros casos lamentables.
Cazorla, Lechuga y Maldonado, se preguntan «por
qué deberían otros contar una historia que es
nuestra». El Gobierno de Haití cooperaría, puesto
que ha firmado la Convención Unesco 2001
para la protección del patrimonio
subacuático.
ESCAFANDRA/abc