jueves, 28 de junio de 2018

El Mar, El Siglo XXI y La Humanidad


Hace unos años asistí a una conferencia realizada en torno al océano Pacífico, en Conmemoración del V Centenario del Descubrimiento del Océano Pacífico por Núñez de Balboa, mi sorpresa al ver la deriva en que entró el debate; se estableció una diatriba entre los partidarios de que el siglo XXI iba ser el polo de atención mundial del comercio en el Océano Pacífico y los que creían que con el deshielo y avance de la ciencia y tecnología sería el Océano Ártico. Hace tiempo que en mi opinión y ante el gran desarrollo económico actual de La Humanidad, El Mar va a ser un factor medular en este desarrollo, teniendo la gran oportunidad de poder entrar en una nueva era donde sea la Comunidad Internacional en su conjunto la que tome las decisiones y no cada país a su libre albedrío, creo que de esta forma se podrían establecer los mínimos básicos de ese teorizable Gobierno Global del Mar

Con la contaminación, la explotación de los recursos marinos, el calentamiento global, etc,etc. si no se establecen unas mínimas normas básicas de desarrollo en el ámbito marítimo; los costes medioambientales, ecológicos, de población a la larga serán altísimos, ej. según los científicos el océano ártico y el antártico son unos fragilísimos ecosistemas, podrían verse afectados sobremanera por la explotación económica. Sin embargo, si se creara una autoridad política supranacional regida por Naciones Unidas, donde se tomarán decisiones entre los países de manera conjunta, se podrían establecer unos cauces mínimos de desarrollo sostenible. A mi modesto entender merecería la pena intentar este experimento, creo que a larga nos beneficiaría a todos.  Sino al menos se podría realizar de una forma teórica, a modo de prueba para futuras necesidades. Si los países consiguen realizar el esfuerzo de mirar el interés general por encima del suyo particular, creo que se podría a llegar a intentar.

Salvador Lechuga Lombos
Pres. de Aprocean







viernes, 22 de junio de 2018

Innovador sistema autónomo para monitorizar bancos de peces


El sistema SYMBIOSIS integra tecnologías acústicas y ópticas sin intervención humana. Es el producto de una iniciativa científica internacional dentro del programa Horizonte 2020 de la UE. La monitorización en tiempo real de bancos de peces conformará el desarrollo de la política pesquera europea y dará lugar a una mayor protección del medio ambiente marino.



Nacido como una iniciativa científica internacional bajo los auspicios del programa europeo Horizonte 2020, el proyecto SYMBIOSIS está desarrollando un sistema autónomo para identificar cardúmenes, incluyendo información sobre su tamaño y movimientos en aguas profundas. La Universidad de Haifa lidera el proyecto, mientras que dos equipos del Instituto IMDEA Networks en Madrid (España) contribuyen a su desarrollo. El sistema SYMBIOSIS integra tecnologías acústicas y ópticas que no requieren intervención humana y podrá transmitir advertencias en tiempo real a las estaciones costeras. Estos datos contribuirán a la formulación de políticas de pesca oceánica y a una mejor protección del medio marino.

 El sistema será respetuoso con el medio ambiente, no solo en su funcionamiento, que no será invasivo y no tendrá un impacto en el ecosistema marino, sino lo que es más importante, porque proporcionará información fiable sobre la condición de las poblaciones de peces marinos. En la actualidad es prácticamente imposible recopilar dicha información sin invertir enormes recursos. Con el uso de la última tecnología óptica y acústica esperamos cambiar las actitudes existentes hacia los recursos marinos», explicó el Dr. Roee Diamant de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad de Haifa, que coordina esta iniciativa.


El desarrollo de la tecnología pesquera desde el siglo XX ha llevado a la creciente comprensión de que la pesca es uno de los problemas más graves que afrontan los ecosistemas marinos. Según algunas estimaciones, si la pesca excesiva no se controla las poblaciones de peces del planeta podrían colapsar para el año 2048. Las autoridades pesqueras mundiales esperan frenar la sobrepesca con nuevas regulaciones y medidas coercitivas justificadas por la reducción de las poblaciones de peces. Pero hay muy pocos métodos actualmente disponibles para la monitorización en tiempo real de esas poblaciones. La mayoría involucra barcos de superficie que intentan localizar bancos de peces por medio de sónares. Según el Dr. Diamant, estos métodos requieren considerables recursos y personal para supervisar e interpretar los hallazgos del sonar. En consecuencia, tienen una viabilidad limitada en términos de costes versus beneficios. Además, el uso del sonar generalmente limita la búsqueda de poblaciones de peces a áreas reducidas (las que están debajo del barco que realiza el muestreo), lo que dificulta la toma de decisiones a posteriori. Las estadísticas limitadas que proporciona este muestreo aleatorio y a corto plazo del entorno marino implican que el proceso es propenso a numerosos errores de muestreo.



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El proyecto espera lograr un impacto positivo en la investigación sobre
la biología marina, la conservación y la formulación de políticas pesqueras
en Europa y también a nivel global. (Foto: @IMDEA Networks Institute)



Combinando tecnologías ópticas y acústicas, el sistema SYMBIOSIS controlará el entorno marino, y en particular el tamaño del stock de peces, en un radio de un kilómetro. Funciona de manera completamente autónoma, recolectando datos submarinos durante largos períodos y transmitiendo esta información a un centro costero. La investigación se centra en la identificación de seis grandes especies de peces que son objeto de una demanda especialmente acusada por parte de la industria pesquera: dos especies de atún; scad (una especie de caballa; Trachurus mediterraneus); caballa del Atlántico (Scomber scombrus); mahi-mahi (Coryphaena hippurus); y pez espada (Xiphias gladius). Este sistema proporcionará a las autoridades información concreta y procesable.



La solución plantea una cadena de procesamiento que comienza con el descubrimiento acústico y la clasificación de los peces en función de sus características típicas de velocidad y movimiento. Los sensores acústicos también miden el tamaño del pez y la biomasa total de los peces en la zona. Una vez el sistema acústico identifica una de las seis especies seleccionadas, activa el sistema óptico, que cuenta con varias cámaras y un sofisticado método de procesamiento de datos con varios algoritmos de identificación de imágenes que utilizan el 'aprendizaje profundo' (un método de aprendizaje 'automático' o 'de máquinas'). Cuando el sistema óptico confirma la identificación de una de las seis especies seleccionadas, transmite la información a través de comunicaciones acústicas subacuáticas y luego por radio a una estación costera.



Los investigadores de IMDEA Networks se centran en el diseño de un sistema de localización de peces eficiente y en el reconocimiento visual de las especies de peces seleccionadas. Los dos equipos del instituto de investigación con sede en Madrid son el Laboratorio de Redes Inalámbricas Ubicuas dirigido por el Dr. Paolo Casari, principal investigador por parte de IMDEA Networks y gerente científico del proyecto; y el Grupo de Computación Global dirigido por el Dr. Antonio Fernández Anta.



«Usar la acústica para localizar especies concretas de peces supone una gran desafío», dijo el Dr. Casari. «En primer lugar, la cadena de procesamiento acústico debe incorporar componentes rentables y necesita ser altamente eficiente en el consumo energético. Los algoritmos de procesamiento de señales implementados en el sistema de identificación acústica de peces tienen que lograr un buen equilibrio entre la complejidad y la precisión. Además de esto, el entorno subacuático contiene muchas fuentes de ruido acústico de fondo y reflectores, y las señales de los peces alrededor del sistema SYMBIOSIS serán mucho más débiles que las interferencias acústicas provenientes del medio ambiente. Los algoritmos deben ser lo suficientemente robustos como para hacer frente a estas deficiencias.»



«Respecto a la óptica, el entorno marino se caracteriza por su baja visibilidad y por la presencia de elementos en el agua que distorsionan la imagen. El gran reto es asegurar un buen desempeño del sistema de detección y minimizar las falsas alarmas. Esto debe suceder de manera autónoma en un entorno de aguas profundas, donde prácticamente no hay posibilidad de intervención humana", continúa el Dr. Diamant. «La clasificación óptica de las especies de peces también plantea sus propios desafíos. Hay muy pocas imágenes pre-clasificadas disponibles para entrenar el clasificador de aprendizaje profundo. Además, muchas de las imágenes disponibles se tomaron en condiciones de visibilidad muy diferentes a las que el sistema va a encontrar. En SYMBIOSIS afrontamos esta incertidumbre aprovechando las bases de datos públicas sobre imágenes de peces, muchas de ellas proporcionadas por submarinistas y fotógrafos submarinos. Para abordar la falta de un gran conjunto de imágenes con el que entrenar el sistema, estamos comenzando con redes neuronales previamente entrenadas para el reconocimiento de objetos, y agregaremos más imágenes de los entornos de prueba SYMBIOSIS una vez que entremos en la fase experimental del proyecto", concluye el Dr. Fernández Anta.



SYMBIOSIS fue seleccionado como objeto de financiación por el programa de investigación e innovación de la Comisión Europea, Horizonte 2020. Cuatro instituciones participan en el proyecto: la Universidad de Haifa, Israel (coordinador); IMDEA Networks Institute en Madrid, España; la empresa italiana Wireless & More y EvoLogics Gmbh de Alemania. El proyecto incluye el desarrollo de innovadores algoritmos de descubrimiento y clasificación, la aplicación de hardware específico y la realización de una gran cantidad de pruebas en el mar. Como parte del proyecto, se está desarrollando un prototipo que incluye un sistema de sensores acústicos, una red de cámaras, sofisticadas unidades de procesamiento y una unidad de energía que permite la actividad autónoma del mismo. El objetivo del proyecto es realizar un muestreo de las prestaciones del sistema prototipo en tres entornos marinos diferentes: el Mediterráneo poco profundo, el Mediterráneo profundo y un entorno tropical en las Islas Canarias. El proyecto transcurrirá hasta noviembre de 2020 y ofrecerá nuevas soluciones para la monitorización distribuida y a gran escala del entorno subacuático, con un impacto positivo en la investigación sobre la biología marina, la conservación y la formulación de políticas pesqueras en Europa y también a nivel global. (Fuente: IMDEA)

jueves, 21 de junio de 2018

Con una nueva técnica los corales se pueden restaurar



Con una nueva técnica los corales se pueden restaurar

Como si se tratara de la reforestación de un bosque, los arrecifes en el Pacífico de Costa Rica han empezado a ser restaurados con una técnica novedosa, creada para la recuperación de las colonias coralinas. El cambio climático y otros fenómenos causados por los seres humanos están acabando con estos organismos marinos.

Los arrecifes de coral desempeñan funciones vitales para los ecosistemas marinos y costeros: constituyen barreras protectoras de las costas, ya que evitan la erosión, y son sitios con las condiciones adecuadas para la reproducción y crianza de múltiples especies que forman parte de nuestro consumo diario. Según los científicos, en ellos se forma la mayor parte de la biomasa de los organismos que habitan en el mar.


Sin embargo, el calentamiento global, la acidificación de los océanos, la presión pesquera y el desarrollo urbano son las principales acciones humanas que han contribuido al deterioro y muerte de los corales en las costas del país y del resto del mundo.

Según datos del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), de la Universidad de Costa Rica (UCR), la cobertura coralina viva en el Parque Nacional Isla del Coco pasó de un 40 % a un 5 % a raíz del fenómeno El Niño, el cual en los años ochenta ocasionó el blanqueamiento masivo de corales y, posteriormente, una alta mortalidad. El blanqueamiento ocurre cuando el individuo principal de los corales, el pólipo, expulsa el alga simbionte que les proporciona coloración y alimento cuando están sometidos a estrés. Si el problema persiste, les causa la muerte.

Por esto, el Cimar desarrolla un proyecto de investigación sobre restauración coralina, el cual inició en el 2016 con un estudio de Tatiana Villalobos, estudiante del posgrado de Gestión Integrada de Áreas Costeras Tropicales, en el Golfo Dulce. Este Centro también apoya un trabajo de licenciatura de José Andrés Marín Moraga, estudiante de la Universidad Nacional, quien investiga el cultivo de corales fuera del mar.
 
La restauración de corales, tanto dentro del mar como en laboratorios, es una de las iniciativas que los científicos han creado para acelerar el proceso de recuperación de los arrecifes coralinos, que tanto beneficio aportan a la salud de los ecosistemas marinos.

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Proyecto de restauración coralina. (Foto: Tatiana Villalobos)

“Lo que se busca con la restauración es acelerar lo que de forma natural un arrecife podría hacer, porque los corales se podrían recuperar por sí solos, pero en este momento tienen tanta presión del medio que ya eso no es posible”, advirtió Villalobos.

El proyecto del Golfo Dulce, situado en el sur del país, se inició gracias al aporte de la científica estadounidense Joanie Kleypas, del Centro Nacional de Investigación Atmosférica, con sede en Colorado, quien colaboró con los investigadores del Cimar Jorge Cortés Núñez y Juan José Alvarado Barrientos. La estudiante de posgrado de la UCR se trazó como objetivo desarrollar una metodología para la restauración de corales dentro del mar, por eso, empezó a experimentar con varias técnicas y construcción de viveros hasta determinar los más adecuados para cultivar las especies.

La bióloga explicó que se escogió el Golfo Dulce para ejecutar la investigación porque los corales de este sitio se han recuperado producto de prácticas de conservación en las áreas costeras aledañas, lo cual ha reducido la sedimentación que ingresa al Golfo, y a la pesca responsable que se ha implementado en este lugar. Se optó por un tipo de vivero creado por un científico en Florida, Estados Unidos.

Este consiste en una estructura con forma de árbol construida con tubo PVC y fibra de vidrio. En cada una de las ramas cuelgan los fragmentos de coral que miden entre 0,5 a 1,5 cm2 . Estos viveros son hidrodinámicos, es decir, propician el flujo de las corrientes y que los sedimentos no se acumulen en los fragmentos de corales.

Tras varias expediciones, los investigadores identificaron las colonias de coral más saludables y resilientes o que mostraron mayor capacidad para recuperarse después del blanqueamiento.

Posteriormente, analizaron si los corales cultivados en los viveros crecían más rápido y si en el medio natural lograban aumentar la cobertura coralina de forma significativa. Villalobos trabajó con tres géneros de corales: Pocillopora, conocido como coral coliflor; Porites, el más abundante en el Golfo Dulce; y Pavona. El proceso inicia con la toma de pequeñas muestras de colonias de coral saludables o fragmentos quebrados del fondo marino para ser llevados a los viveros.

Los viveros deben colocarse a una profundidad que permita la penetración de la luz y deben tener condiciones similares a las del sitio de procedencia de los corales. Otro factor que se debe mantener en los viveros es la limpieza. “Nosotros liberamos a los corales de los competidores que impiden su crecimiento, como macroalgas y otras especies”, detalló Villalobos. Como parte de su trabajo, Villalobos definió una estrategia para involucrar en el proyecto a pescadores y otros miembros de las comunidades costeras, con el fin de que estos aprendan a trabajar en la restauración de corales, se apropien de la iniciativa y la amplíen con los debidos permisos por parte de las instituciones correspondientes.

El porcentaje de sobrevivencia de las especies cultivadas fue bastante alto, según afirmó la investigadora. Pocillopora tuvo una sobrevivencia del 100 %, Pavona sobrevivió un 98 % y Porites solo un 57 %. Este último resultado se debió a una de las técnicas aplicadas que limitó la luz sobre los corales y los debilitó.

“Con Pocillopora encontramos que unos meses después se están empezando a ramificar como colonias individuales y se han empezado a crear hábitats en el sitio, ante la presencia de ciertas especies asociadas”, comentó Villalobos.

Asimismo, el crecimiento de las especies fue muy rápido, al punto que se lograron algunos trasplantes a las colonias de origen y los resultados han sido positivos. La bióloga expresó su interés de impulsar la restauración de corales a gran escala. Para esto se propuso sembrar 1 000 corales en el Golfo Dulce en un plazo de un año y medio, con la participación de la población local. Para lograr esta meta, el Cimar está en la búsqueda de fondos.

“Se necesitan personas que se encarguen de limpiar los viveros, monitorearlos, seleccionar las muestras, trasladarlos al arrecife y darles seguimiento. Se podría medir también la restauración ecológica del sitio para medir el aumento de fauna asociada a los corales”, finalizó Villalobos. (Fuente: UCR/DICYT

miércoles, 20 de junio de 2018

La capacidad de matar inesperadamente eficiente que poseían las crías de algunos de los primeros depredadores


Algunos de los depredadores más antiguos que acechaban en los océanos hace más de 500 millones de años figuraron también entre los animales más grandes que vivieron en esa época. Sin embargo, un nuevo análisis de fósiles indica que sus diminutas crías eran también asesinos expertos.

La investigación es obra del equipo internacional de Jianni Liu, de la Universidad del Noroeste en Xi'an, China.
El grupo de animales conocido como Arthropoda, que incluye, entre otros, a arañas, insectos y crustáceos, ha sido a menudo la inspiración que se encuentra detrás de muchos monstruos de la ciencia-ficción, sobre todo debido al miedo que dan sus apéndices.Algunos de los más antiguos y más primitivos relacionados evolutivamente con ellos y pertenecientes al orden Radiodonta, eran animales armados con grandes apéndices espinosos que servían para agarrar y que se hallaban en la parte delantera de la cabeza, y tenían también una boca circular con estructuras parecidas a dientes. Estos animales, incluyendo el famoso Anomalocaris, están considerados como los depredadores que estaban en la cima de la cadena alimentaria de su época. Alcanzaban longitudes de más de un metro, lo cual, teniendo en cuenta los tamaños corporales de la fauna de aquellos tiempos, define a estas bestias como gigantes.

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Representación artística de un espécimen inmaduro (delante) y uno adulto (detrás) de Lyrarapax unguispinus cazando bajo el agua. Los tamaños relativos están basados en los especímenes más pequeño (longitud: 1,8 centímetros) y más grande (longitud: 8 centímetros) conocidos de L. unguispinus. (Imagen: © Science China Press)




Hasta ahora, prácticamente no se sabía nada acerca de las crías de los radiodontos y sus hábitos alimentarios. El descubrimiento de los restos excepcionalmente bien conservados de un individuo joven de una especie llamada Lyrarapax unguispinus, aporta nuevos y reveladores datos sobre este emblemático grupo de artrópodos fósiles. Los restos provienen del yacimiento paleontológico de Chengjiang, situado en el sudoeste de China y rico en fósiles del Cámbrico temprano (de hace 518 millones de años)

Con solo 18 milímetros de longitud corporal total, este espécimen casi completo representa el radiodonto más pequeño jamás encontrado. Para sorpresa de los autores del nuevo estudio, su anatomía estaba ya extraordinariamente desarrollada, en especial sus apéndices espinosos para agarrar, lo que le proporciona la apariencia de un adulto en miniatura. Esto indica que el Lyrarapax unguispinus era un depredador bien equipado en su etapa de desarrollo inicial, de manera similar a artrópodos modernos como las mantis religiosas, las galeras y los arácnidos.

martes, 19 de junio de 2018

Microsoft pone en marcha un centro de datos bajo el mar de Escocia






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Noticia del día: Microsoft pone en marcha un centro de datos bajo el mar de Escocia

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Microsoft pone en marcha un centro de datos bajo el mar de Escocia


Equipado con 864 servidores y 27,6 petabytes de almacenamiento, ha sido sumergido junto a las islas Orcadas. Microsoft ha publicado un artículo en su web oficial en el que relata la puesta en funcionamiento del primer centro de datos en el fondo del mar. Utiliza energías renovables para su funcionamiento.

La compañía explica que el denominado Proyecto Natick busca adaptarse al crecimiento exponencial de la demanda de centros de datos cerca de los núcleos poblacionales y el uso de las energías renovables para su funcionamiento.

Microsoft se alió con Naval Group, una empresa francesa especializada en ingeniería, fabricación y mantenimiento de barcos y submarinos militares, para hacer posible el Proyecto Natick. Naval Group optó por adaptar un proceso utilizado para refrigerar submarinos al centro de datos, logrando que el sistema canalizase el agua de mar a través de los radiadores de cada uno de los 12 bastidores de servidores para volver al océano. De este modo se reducirían los costes necesarios para refrigerar los ordenadores.

El centro de datos submarino creado por Microsoft mide aproximadamente 12,19 metros de largo y carga con doce bastidores, que incluyen en su interior 864 servidores y el sistema de enfriamiento necesario. Esta infraestructura se ensambló y pasó pruebas en Francia para posteriormente enviarse a Escocia, espacio escogido para su despliegue.

El día de la colocación del centro de datos, éste fue remolcado al mar y conectado a un cable de fibra óptica y a otro de alimentación, para posteriormente ser encendido. En la operación trabajaron diez tornos, una grúa, una barcaza y un vehículo por control remoto.

El Proyecto Natick se nutre de la utilización de energías renovables, puesto que el centro de datos funciona con la energía solar, eólica y mareomotriz, y como han señalado desde la compañía, no necesitaría de mantenimiento hasta cinco años después de su instalación.

El responsable de Arquitectura y Estrategia de Infraestructura en la Nube en la división Empresarial y en la Nube de Microsoft, Christian Belady, reveló que la idea de la compañía es poder implementar infraestructuras de este tipo en "cualquier lugar del planeta" en el que lo requieran sus clientes,y señaló también que este avance posibilitaría eliminar los "costosos" generadores existentes para respaldar fallos en la red eléctrica.

El equipo del Proyecto Natick monitorizará el funcionamiento del centro de datos durante los próximos doce meses. Este proyecto de investigación busca determinar la viabilidad económica de centros de datos de este tipo. (LIBERTAD DIGITAL)
19/06/2018

viernes, 15 de junio de 2018

La huella de la contaminación alcanza el fondo marino de la Antártida



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Noticia del día: La huella de la contaminación alcanza el fondo marino de la Antártida

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La huella de la contaminación alcanza el fondo marino de la Antártida


14/06/2018
Fecha 14/06/2018
Medio Departamento de Comunicación

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Imagen (1,6 Mb)
La actividad industrial genera sustancias nocivas que pueden llegar a los lugares más remotos del planeta, transportadas por vientos y corrientes oceánicas.  Un nuevo estudio realizado por científicos del Instituto de Ciencias del Mar y el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, centros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha detectado toxicidad celular producida por compuestos de origen antropogénico en el fondo marino de la Antártida. Las muestras de sedimentos antárticos proceden de varias estaciones a lo largo de más de 4.000 kilómetros del Mar de Weddell y frente a las costas de la Península Antártica.
En el estudio, dirigido por el investigador del CSIC Enrique Isla, del Instituto de Ciencias del Mar, los científicos han trabajado con muestras obtenidas durante varias campañas a bordo del rompehielos alemán Polarstern. “Posteriormente, en los laboratorios, hemos expuesto cultivos de células a los compuestos extraídos del sedimento y hemos observado que se da toxicidad celular y que se activa el metabolismo celular de detoxificación de contaminantes, lo que permite deducir que hay presencia de contaminantes en las muestras”, ha destacado Isla.
Los extractos de sedimento con mayor respuesta citotóxica coinciden con los lugares que tienen mayor presencia humana, como la Península Antártica, donde se encuentra la mayoría de bases científicas y el tráfico marítimo es frecuente. Sin embargo, según este estudio, los extractos de sedimentos de la zona este del Mar de Weddell no generaron respuestas tóxicas significativas, lo que coincide con zonas que están menos expuestas a la contaminación.
Asimismo, se ha detectado actividad citotóxica en sedimentos marinos de zonas a más de 1.000 metros de profundidad. “A grandes profundidades, las bajas temperaturas y la ausencia de luz limitan la degradación de los contaminantes. Además, ahí no hay forma de aislarlos o limpiarlos. Su destino es acumularse en el fondo marino antártico, donde viven muchos organismos”, comenta el investigador del CSIC.
Los organismos acuáticos y, en este caso, los que habitan en el fondo marino, podrían estar expuestos a compuestos de origen humano persistentes que se han detectado en el sedimento y que podrían incorporarse a la cadena trófica.
Impacto similar al del Mediterráneo
El actual estudio no precisa las fuentes de contaminación ni su origen cronológico. Para ello, se requerirá realizar análisis más precisos. Los investigadores sí encuentran similitudes de las zonas con más impacto de la Antártida con algunas regiones costeras del Mediterráneo.
No obstante, dado el tráfico marítimo de estas zonas, una gran parte de los compuestos responsables de la toxicidad podría ser hidrocarburos policíclicos aromáticos (conocidos como PAH por sus siglas en inglés), que proceden de la combustión incompleta de materia orgánica, como la que puede ocurrir en incineradores o motores de barco.
Las muestras de sedimento antártico fueron obtenidas en cooperación con el Instituto alemán Alfred Wegener de Investigación Marina y Polar de Bremehaven. 
  • Enrique Isla, Elisabet Pérez-Albaladejo, Cinta Porte. Scientific ReportsToxic anthropogenic signature in Antarctic continental shelf and deep sea sedimentsDOI: 10.1038/s41598-

jueves, 14 de junio de 2018



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On a mission to build the uncrashable car


 

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Ryan Eustice’s interest in self-driving cars began 12,500 feet below the surface of the Atlantic. As a PhD student in the joint MIT-Woods Hole Oceanographic Institution Program, Eustice focused on creating technologies for underwater vehicles to map and understand their environments.
“That’s how I got into this line of work originally,” explains Eustice, who is currently senior vice president of automated driving at Toyota Research Institute and associate professor at the University of Michigan. “From an engineering perspective, the focus would be on helping the robot better navigate and understand its surroundings.”

At MIT and Woods Hole, Eustice would deploy robots on field cruises to take pictures or make a map of the seafloor using cameras, sonar, or LIDAR — an acronym for light detection and ranging. That map would then be used by a geologist or marine biologist for their research purposes. A breakthrough in his career came in 2004, when he had the opportunity to send one of his robots to the site of the Titanic wreck, 12,500 feet below the water’s surface off the coast of Newfoundland. “I was able to produce a very accurate reconstruction and map of the wreckage using the downward-looking camera imagery the robot collected.”

Professor John Leonard, who served as Eustice’s co-advisor while he was a PhD student, found Eustice’s work ethic infectious. One day, Leonard was facing a deadline to write some paragraphs for the literature review of one of Eustice’s important papers. “I said I would try to write a few paragraphs — and Ryan said ‘Do or do not, there is no try,’” recalls Leonard, in reference to the famous quip by Star Wars character Yoda. “I stayed late that night and wrote the paragraphs before going home.”

After receiving his PhD, Eustice made his way back to his home-state of Michigan. He was offered a faculty position in the University of Michigan’s Department of Naval Architecture and Marine Engineering, where he continued his work on underwater robotics. “I’ve been using some of the same technology that went into mapping the Titanic,” Eustice explains. “I’m looking at how robots can be deployed near naval ships so they can do inspection tasks or map the below-water portion of the hull.”

Shortly after arriving in Michigan, Eustice was asked to apply the technology he was building for underwater vehicles to cars. In 2007, the U.S. Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA) announced their Urban Challenge to build an autonomous vehicle that can drive and navigate everyday traffic scenarios. The team from Ford Motor Company, a few towns over from Ann Arbor, were looking for someone with expertise in mapping, navigation, and LIDAR technologies. Eustice fit the bill.

The Ford Motor Company team finished as finalists in the 2007 DARPA Urban Challenge. Eustice continued to work with them for nearly a decade, before joining Toyota Research Institute in 2016. At Toyota, Eustice leads a team developing a sensor-rich car built around artificial intelligence. Like many companies around the world, part of the team’s research is focused on what they call “chauffeur mode” — where the human is the passenger and the car is fully capable to drive itself.

But according to Eustice, this kind of automation has multiple applications. “We are working on a technology stack that gets us to a full automation scenario, but at the same time we see a tremendous opportunity to use that technology in a different way,” says Eustice. “Fundamentally, we want to build an un-crashable car.”

With fully autonomous vehicles, the human has to be somewhat alert since the car is unable to handle all individually rare but collectively common scenarios that happen in day-to-day driving — a mattress flipping off a car in front of you, or a crossing guard motioning for you to stop, for example. In those situations, human drivers need to remain alert in the event they have to take over steering control. Humans are expected to watch the AI.

But Eustice and his team are developing technologies that flip that equation. “With ‘guardian mode’ we say, ‘Well let’s imagine a system where we have AI guard the human,’” Eustice explains. It’s a subtle change but has profound ramifications that can augment the human driver.

Eustice and his team have outfitted test cars with 360-degree sensing around the vehicle, using similar technologies he worked with as a graduate student at MIT. But instead of mapping oceanic environments, he now has one particularly lofty ambition, “to develop a car that is incapable of causing a crash.”